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Domingo, 1 de junio de 2003

Ricky Maravilla

Personajes Con Livin’ la vida loca, Ricky Martin se convirtió en la primera superestrella latina. Madonna (siempre astuta) lo reverenciaba. “Time” lo ponía en tapa. Sus discos vendían muchos millones. Pero cuatro años después, Shakira es la nueva niña mimada, Jennifer Lopez es una diva, Enrique Iglesias es “la revelación” y Ricky no sabe muy bien dónde quedó parado. Para el flamante Almas del silencio volvió a cantar en castellano, reclutó un batallón de compositores como Alejandro Sanz, Ricardo Arjona y Franco de Vita y coquetea con lo confesional. Pero todavía no se anima.

 Por Mariana Enriquez


Ninguna otra canción de Ricky Martin podrá ser “Livin’ la vida loca”, la canción que en 1999 lo convirtió en megaestrella. Nunca Ricky Martin volverá a impactar como lo hizo en su presentación durante los premios Grammy de ese mismo año, cantando “La copa de la vida” ante un estupefacto público gringo que, aparentemente, jamás había visto a nadie moviendo las caderas de semejante modo. Esa noche, hasta la mismísima Madonna reverenció a Ricky Martin, un poco ansiosa, hasta insegura, como si necesitara estar cerca del portorriqueño luminoso para no quedar demodé, para surfear juntos la cresta de la ola. Cuatro años después, Shakira es la nueva niña mimada del boom latino, Jennifer Lopez es una diva, Enrique Iglesias aparece en las revistas inglesas como una revelación y Ricky, el que hizo posible la entrada en el mercado angloparlante de los hispanos, intenta reubicarse. Sound Loaded, el disco que editó en el 2000, no fue un gran éxito. Por supuesto, lo de “gran éxito” debe relativizarse en términos de “Livin’ la vida loca”: ¿cómo superarla? Es el mismo dilema que enfrentó Michael Jackson después de Thriller: para estrellas de esta magnitud, vender dos millones de discos es poca cosa.
Para reiventarse, Ricky Martin decidió volver a las fuentes y grabó un disco en castellano, el recién editado Almas del silencio. Es un álbum sólido. La producción de Tommy Torres es impecable, aunque se extraña esa suciedad, esa picardía que imponía el talentoso Robbie Rosa, su ex colaborador, autor de “María” (¿una mujer o la cocaína? Rosa era un especialista en el doble sentido). Almas del silencio viene acompañado de una imagen reposada y reflexiva: Ricky estuvo en la India, aprendió a meditar, se dedica a la caridad, no levanta la voz, pregona el conócete a ti mismo. Las canciones oscilan entre el fragor y las baladas desoladas de un hombre que duda. Pero el ritmo ha cambiado un poco: hay vallenato colombiano en “Jamás” de Emilio Estefan, más trópico erótico en “Besos de fuego”, ritmos árabes en lo mejor del disco, “Juramento” (“Así es que te quiero yo/ a ver quién te quiere más” será coreado en toda disco en los próximos meses) y hasta aires andinos con toques de ¡chacarera! en “Raza de mil colores”, que parece una cruza de Soledad con la Shakira de “Suerte”. Lo cierto es que Ricky ha tenido muy en cuenta a Shakira para este disco, y es una movida astuta que Almas del silencio sea en castellano, porque grabar otro disco en inglés sería competir con el imbatible Laundry Service, y Ricky no tiene que parecer desesperado por sacarle la corona a la colombiana, aunque evidentemente sabe que el eje árabe-caribeño es de rigor. Las baladas, todas desgarradas, llevan firmas famosas: Franco de Vita, el irrompible compositor venezolano, escribió el corte “Tal vez” y Alejandro Sanz, “Las almas del silencio”. Pero el plato fuerte se lo quedó Ricardo Arjona con el tema central de este disco, “Asignatura pendiente”.

Lo digo, no lo digo
Ricky no conocía a Arjona, pero le pidió especialmente una letra, y para que lo haga le contó su vida por mail y teléfono. Así, Arjona se encarga de definir a Martin: “Tengo millas de vuelo para ir a Plutón/ Tengo un club de fans en la luna/ Una casa gigante que veo desde un avión/ Un ejército de alcahuetes, una foto con Bush/ Una suite en el Waldorf y más autos que amigos/ Tengo ganas de no tener ganas/ Tengo un par de mascotas que no saben quién soy”... y después el tema derrapa hacia que, a pesar de todo, a Ricky le falta amor. Minimizar la canción como otro capítulo en la saga de las canciones sobre niños ricos con tristeza es un recurso fácil; una canción como “Asignatura pendiente” tiene connotaciones mucho más complejas. En el último al año, las estrellas pop han virado hacia lo confesional: Christina Aguilera habla de su infancia triste y de cómo hacer para no claudicar ante la constante mirada prejuiciosa de los demás en “Stronger” y “Beautiful”, sus dos últimossimples. Britney Spears planteó sus dilemas de Lolita en “I’m not a girl, not yet a woman” (“No soy una niña, todavía no soy una mujer”). Shakira habitualmente apela a lo confesional desde “Si es cuestión de confesar, nunca duermo antes de diez ni me baño los domingos” en el hit “Inevitable”, hasta describir su incomprensible romance con Antonio de la Rúa. Pink no hace más que entregar episodios de su vida, como en un diario íntimo; también es el método de Alanis Morrissete. Era hora de que Ricky también lo hiciera, y lo hizo muy bien, aunque sólo se trate de un tema: la canción es contundente.
El ejemplo más acabado de autoconfesión es Robbie Williams, con quien Ricky comparte mucho más de lo que parece a simple vista: ambos provienen de una boy-band adolescente (Martin de Menudo, Robbie de Take That), ambos fueron moldeados por la industria, ambos exudan ambigüedad sexual. Pero Robbie es mucho más arriesgado: su último disco, Escapology, es un rosario de virulencia y quizá la colección de canciones que más ayuda a empezar a comprender lo que significa vivir con diez guardaespaldas, castillos y cuentas bancarias que podrían pagar la deuda externa de un país africano, todo antes de cumplir los treinta años. Ricky no se atreve a tanto. Ricky no puede morder la mano que le da de comer. Ricky parece temerles demasiado a sus asesores y a la reacción del público. Nunca se mostraría gordo, decadente y desgarrado, como Robbie Williams en su último video, “Come Undone”, quizá el clip más inteligente del pop en muchos años. Ricky es el caribeño bronceado rompecorazones de caderas inquietas y prolijidad obsesiva, limpio y bello, casi perfecto. Acercarse a lo confesional es peligroso para Ricky Martin. Porque de él se espera que salga del closet. Que diga que es gay de una buena vez.

¿Es o no es?
Ésa es la cuestión. Toda estrella acarrea la ambigüedad sexual, desde Xuxa hasta Luis Miguel. En algunos casos es tan obvia (George Michael, Elton John) que la tardía salida del closet apenas hace levantar una ceja. En otros casos, el interrogante sirve para vender más discos. En el caso de Ricky Martin, la duda sobre su orientación sexual es una auténtica bola de nieve. La imaginación popular hasta sostiene que Ricky, en los años de Menudo, fue abusado sexualmente por el ejecutivo discográfico José Menéndez, hoy fallecido, asesinado por sus hijos Eric y Lyle. Muchas mujeres han salido en su “defensa”. Alejandra Guzmán, la estrella mexicana, dijo: “No fue gay conmigo. No es afeminado en absoluto. Siempre se comportó como un hombre”. Penosa defensa: ¿de dónde saca Alejandra que un gay no puede ser viril? Más tortuosa aún fue la desmentida de Rebecca de Alba, estrella de TV española que amenazó con casarse con Ricky hasta que lo abandonó por... Miguel Bosé.
En cualquier caso, ¿cuál es el origen de que el público esté tan seguro de que Ricky prefiere a los de su mismo sexo? Bueno, es el propio Ricky, y también un pequeño escándalo entre la revista Time y el New York Post. En 1999, Time puso a Martin en la tapa. La misma semana, el New York Post publicó una columna donde se leía: “Una estrella pop en el closet que suele pasearse abrazado con sus amantes por South Beach, encendió un debate interno en una revista que lo puso en la tapa. Los editores no sabían si sacar del closet a la estrella, aunque tenían la información para hacerlo. Finalmente decidieron ocultarlo porque ‘no era relevante para el artículo’”. Se dice que las presiones vinieron de Sony, la compañía de Ricky, que prefiere mantenerlo como un soltero deseable para la legión de adolescentes fanáticas.
¿Afectaría la carrera de Ricky confesarse gay? De esto ha opinado Camille Paglia, la feminista norteamericana y analista de la cultura pop: “Admitir que es gay ciertamente afectaría su carrera. Su estilo de joven Adonis requiere la carga eléctrica producida por las adolescentes en plena histeria erótica. Elton John pudo salir del closet después de su falsocasamiento porque se había caracterizado como un payaso triste, y porque está lejos de ser bello. Los chicos bonitos, con su brillo andrógino, tienen un atractivo mucho más peligroso y sensual. Si Ricky Martin resultara ser otro gay tapado, se cortaría las piernas como artista internacional. La cultura gay actual es demasiado superficial como para ofrecer el tipo de desarrollo psicológico que un artista como él necesita”.
En cuanto al propio Ricky, él mismo se encargó de dejar la puerta abierta en una entrevista con Barbara Walters. Le dijo: “La homosexualidad no debería ser un problema para nadie. La sexualidad es algo con lo que cada individuo debe manejarse como quiera. Y es todo lo que tengo que decir. No quiero decir cuál es mi orientación sexual. Es algo muy mío, y quiero mantenerlo así”. Casi un coming-out en la era de “La vida loca”. Pero, más recientemente, cuando Sound Loaded vendía menos discos de lo esperado, dijo: “Si fuera gay, ¿por qué no admitirlo? Soy un hombre normal que ama a las mujeres y el sexo, soy un portorriqueño de sangre caliente. Nunca me sentí atraído por los hombres”. Y así va y viene Ricky, a veces confortable con la ambigüedad, a veces sacando novias de la galera. ¿Será cuestión de tiempo? Tal vez.

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