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Domingo, 20 de septiembre de 2015

ANTES DE QUE ANOCHEZCA

La Rosenthaler Platz, la Mulackstrasse, después la Rückerklause. Entran en la taberna habitual de todas las pandillas de los alrededores de la Alexanderplatz, la Rückerklause. Tras el escaparate se fríen tortitas de patata. Las nubes grasientas de humo se alargan hasta el rincón más apartado del sombrío, lúgubre, sucio local. A pesar de la hora temprana, la Klause está llena de parroquianos. Es algo más que una simple taberna. Es una especie de hogar para quien no tiene otro. Música ruidosa por los altavoces, clientes ruidosos. A nadie le molesta el bufé repugnante, las mesas mojadas de cerveza, las negruzcas paredes con rayaduras. A la derecha de la entrada, en un rincón, toma asiento la pandilla. El camarero les trae un caldo repulsivo, pero al menos caliente. Después se lanzan a devorar los panecillos y el embutido. Mientras tanto, apenas hablan. Tan sólo sonidos borrosos, casi animalescos; gruñidos con los que el estómago manifiesta su satisfacción. Qué cambiados están los muchachos. Cómo hunden los dientes en los trozos de embutidos, cómo trabajan sus mandíbulas. Cómo se observan unos a otros y se dicen con la mirada: “amigo, amigo, qué bien comer así y ver que aún queda más...”. Y otras miradas, agradecidas, orgullosas, son para Jonny, quien una vez más ha provisto a las necesidades de todos.

Al fondo, en una de las concavidades de la pared, el chiquillo de una pandilla está sentado en el regazo de un putero ebrio. Dos camaradas suyos van y vienen delante de la concavidad y animan a su compañero. (...)

La boca de la muchacha se abre: casi sin dientes, con tan solo unos restos de color negro. Y seguramente no llega a los dieciséis años... (...) La muchacha está ahora completamente borracha, deambula tambaleándose de mesa en mesa y ofrece sus servicios sexuales. Ya está Friedel fanfarroneando de nuevo, dicen algunos, y no los conmueve la triste escena de una niña embriagada que enseña sus ajados encantos. (...)

Están saciados. En el local hace calor. Les va entrando cansancio. Sus cabezas reposan sobre el tablero de la mesa. Sólo Jonny permanece despierto y fuma y fuma. Es él quien paga las consumiciones. Después cuanta su dinero. Le quedan ocho marcos justos. ¿Dónde dormirán por la noche?

Fragmento de Hermanos de sangre. Una novela berlinesa, de Ernst Haffner, Seix Barral, 243 páginas.

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