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Domingo, 21 de noviembre de 2004

La pistola desnuda

Cómo fue la relación entre el nazismo y los nudistas.

 Por Federico Kukso

A simple vista, se diría que el nudismo está reservado exclusivamente a personas desinhibidas y pacíficas (bajo el lema de “no molestar para no ser molestados”), sin prejuicios, deseosas de mostrarse sin mediaciones ante el mundo o que ven en la ropa la encarnación más naturalizada de la esclavitud y la tiranía. Pero no. No todos los que alguna vez lo practicaron fueron blancas palomitas: en la historia hay ladrones nudistas, asesinos nudistas y hasta –aunque usted no lo crea– nazis nudistas. En realidad, no es del todo disparatado si se piensa que fue en Alemania donde a principios del siglo XX este movimiento social dio su primer golpe organizado (bajo el ala de los libros El culto del desnudo del sociólogo Neinrich Pudor –vaya nombre– y La desnudez de Heinrich Ungewitter) con la ola de culto del cuerpo libre (Freikorperkultür o FKK), algo así como una respuesta espontánea a la excesiva industrialización y al crecimiento desbocado de las ciudades germanas. Así, desde 1903 (fecha en que se abrió el Freilichtpark, primer club nudista, cerca de Hamburgo) se organizaron salidas de campo, visitas a playas y programas deejercicios para hacer únicamente con los genitales al viento. Pero no duraron mucho: Hitler fue elegido canciller en 1933 y prohibió (sobre todo formalmente) todas estas actividades de un plumazo. Entretanto, sólo aquellas organizaciones nudistas que habían transado con el discurso de supremacía aria, y que aseguraban que lo suyo era un deporte exclusivo de hombres blancos, sobrevivieron. La presidida por el oficial Hans Suren fue una de ellas: afirmaron que lo practicaba en reverencia al sol (culto muy esparcido entre los nazis) y sobre todo para recrear las costumbres diarias de antiguas tribus germanas precristianas. Su libro El hombre y el Sol de 1924 (uno de los favoritos de Hitler) vendió 235 mil ejemplares y en 1941 fue reeditado 68 veces. De la prohibición ya casi nadie se acordaba: al fin y al cabo, el nudismo –el cuerpo masculino atlético y desnudo como símbolo de superioridad nazi (recuérdese Olympia de Leni Riefenstahl)– era buena propaganda.

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