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Domingo, 11 de febrero de 2007

La doble vida de Ryszard Kapuscinski

 Por Juanita Leon *

Posiblemente habría escrito algún día un libro así no hubiera conocido jamás a Kapuscinski. Quizás, incluso, habría sido sobre la guerra. Pero no habría sido jamás el mismo si no me hubiera cruzado en el camino con el legendario “Kapu”.

Kapuscinski no parecía disfrutar su rol de maestro, tocaba sacarle las lecciones a tirabuzón. Seguramente pensaba que la vida y los libros se encargarían de enseñarnos lo que tuviéramos que aprender. Sin embargo, sin proponérselo, tuvo una influencia trascendental sobre mí. “Hay que trabajar paralelamente en dos talleres: uno para ganarse la vida, y otro, personal, para que la vida tenga sentido”, nos dijo un día. Lo hizo con palabras más sutiles, claro, y no a manera de moraleja, sino para explicar cómo aún siendo un pobre reportero polaco detrás de la Cortina de Hierro había logrado escribir tantos libros. Lo comentó de pasada pero yo lo recibí como una orden. Esa misma noche decidí escribir un libro, y desde entonces guardé cada uno de mis cuadernos de reportería con ese proyecto en mente, aunque no fuera más que un proyecto durante varios años. Kapuscinski tenía razón: si no haces tu trabajo cotidiano pensando a la vez en el “gran libro” que quieres escribir, la avalancha de sucesos diarios te termina robando el corazón.

Su segunda lección fue igual de valiosa. Un día, después de rogarle que nos enseñara cómo escribir como él, Kapuscinski dijo que para cubrir un conflicto uno primero debía preguntarse qué significaba para uno la guerra. Definirla. ¿Partera de la historia? ¿La continuación de la política por otros medios? Yo llevaba un par de años en Colombia cubriendo los enfrentamientos entre la guerrilla, los paramilitares y el gobierno, y sin embargo nunca lo había pensado. Kapuscinski, que las había cubierto todas, pensaba que la guerra era una tragedia. Cuando lo dijo sonó obvio, casi como un cliché. La diferencia es que a través de sus relatos del dolor, de la insensatez y de los sueños frustrados por las balas, había logrado hacer sentir a sus lectores esa tragedia en las entrañas. Contar con esa definición como punto de partida y de llegada para mi trabajo me protegió de la tentación de narrar la vida en la guerra como si se tratara de un partido de fútbol: tres muertos de este lado, dos desaparecidos del contrario.

Tres meses antes de morir lo vi en Berlín. Era el encargado de entregar el Premio Lettre Ulysses de periodismo literario en Berlín. Un fotógrafo lo persiguió toda la noche tomándole fotos. En todas aparece feliz.

* Autora de País de Plomo. Crónicas de guerra. Finalista Premio Lettre Ulysses. Nieman Fellow en Harvard University.

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