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Domingo, 6 de abril de 2008

KEITH RICHARDS HABLA DE LA PELíCULA CON SCORSESE Y DE TODAS LAS ANTERIORES, DE LAS MUJERES QUE COMPARTIó CON JAGGER, DE LOS HIJOS, DE LA VEJEZ

Entrevista a Keith Richards

 Por Michael Hainey

Me encontré con Keith Richards en su oficina.

Sí, tiene una oficina.

Uno no se imagina que Keith Richards tenga un lugar así, con recepcionista e intercomunicador. Pero lo tiene. Probablemente por motivos relacionados con los impuestos, o algo así. Está en el octavo piso de un departamento antiguo en SoHo, Nueva York, con vista a Broadway y a puestos callejeros de comida.

Me citaron a las cuatro de la tarde. Esperé sentado durante una hora en la sala de espera, que tiene una apariencia dulcemente vulgar –menos como la sala de espera de Keith Richards y más como el santuario suburbano de algún fan de los Stones–. Había algunas revistas People manoseadas en una mesa para televisión de metal negro (pero sin televisión), un candelero marroquí vacío y tapas de discos enmarcadas (Steel Wheels, Voodoo Lounge) y fotos. Una pared tenía el poster de la película Chuck Berry Hail! Hail! Rock ‘n’ Roll. (Con la leyenda: “Todo el mundo conoce a la música. Nadie conoce al hombre”.) Incluso había un muñeco de Ronnie Wood. Todo parecía listo para eBay.

Pasaron más minutos, quizá quince. Entonces una empleada volvió y me dijo que Keith estaba listo. Me llevaron a su oficina. Keith estaba parado ahí, con su taza roja y un cigarrillo colgando de los labios como sólo Keith Richards puede hacer que un cigarrillo cuelgue de sus labios. Tenía una chaqueta de cuero verde sobre un chaleco verde sobre una remera verde. Y jeans negros. En los pies, botas Uggs púrpura.

“¿Cómo estás, amigo? Perdón por la tardanza”, me dijo. Y se arrojó al sillón de terciopelo verde. Golpeó el almohadón a su lado y me dijo: “Sentate, amigo”.

¿Hace cuánto que tiene este lugar?

–No tengo idea (se ríe). Estuvimos más arriba en Broadway cerca del Carnegie Hall por muchos años, y el alquiler se venció.

¿Y no podía pagarlo?

–(Se ríe.) Rara vez vengo a la oficina.

Qué sorpresa.

–Sí, ése soy yo. Todo un tipo de 9 a 5.

Bueno, acabo de ver la nueva película, el concierto que filmó Scorsese. Y me hizo pensar en la historia de los Stones con documentalistas...

–Estás hablando de Robert Frank, Cocksucker Blues...

Sí. Y después de esa película, y toda la controversia que vino con ella, todo lo que atrapó en pantalla, las grupies, las drogas, me sorprende que hayan dejado entrar a otro realizador. ¿Hubo discusiones acerca de dejar entrar a Scorsese?

–Creo que aceptamos por el hecho de que es Martin. Nosotros ya tenemos bastante en nuestras manos. Tenemos que hacer un show. Mick, la prima donna, decía: “Oh no, no deberíamos hacerlo”. Tuve que decirle: “¡Sacate eso de la cabeza, pendejo! Vamos a hacer un show y Martin va a capturarlo”. Y ese es el punto. Yo sólo quería ver qué podía hacer Martin Scorsese con los Stones. No quería interferir. Le dije: “Voy a hacer mi parte, Martin. Hacé la tuya”. La primera vez que nos encontramos decía (imita la voz apresurada de Scorsese): “Solamente quiero filmar un show”. Charlie Watts es brillante como siempre sólo por salir y tocar, y dijo: “Si puede hacer una película con eso, ¡buena suerte!”.

Entre Martin y Mick, tuvo que lidiar con dos control freaks.

–Exactamente. Por eso no quería ponerle mi aura. Sólo iba a dar lo que Martin quería, que era una muy buena película de los Rolling Stones.

¿Cuándo fue la última vez que vio uno de los viejos documentales de los Stones?

–No los veo demasiado seguido. Cuando aparece Cocksucker Blues, lo veo.

¿No tiene una copia?

–No. Bueno, supongo que tengo una, pero probablemente está enterrada. No me gusta demasiado verme a mí mismo.

¿Cuáles son sus recuerdos sobre trabajar con Godard en Simpatía por el demonio?

–Como trabajar con un cajero de banco francés (se ríe). Estaba fuera de su elemento en Inglaterra. Yo conocía sus películas y para mí era “¡Guau, Jean Luc Godard!”. Debía estar atravesando una crisis de la mediana edad o... ¿Alguna vez entendiste de qué va la película? Es como si lo hubieran atrapado estudiantes marxistas. Y éste es un tipo que hizo películas increíbles. Y uno se pregunta por dónde penetró la estupidez. Debería haberse quedado con las novelas francesas.

¿Los Rolling Stones hubieran sobrevivido a la cultura de los paparazzi y los tabloides? ¿O los hubieran destrozado?

–Es muy interesante, porque los Stones junto con Andrew Loog Oldham, ese demonio, salimos a manipular a la prensa. Sabés, aquello de ¿Dejaría que su hija se case con un Rolling Stone? Andrew se dio cuenta de que la percepción es más importante que la realidad. Porque lo que uno tiene, finalmente, es dos guitarristas, un bajista, un cantante. Y son muchachos bastante normales. Pero... voy a decir esto de los Stones, haciendo un aparte: dadas las circunstancias, éramos probablemente cuatro de las personas más decentes y morales que se podían encontrar.

¿Qué quiere decir?

–Eramos tipos que no sacamos realmente ventaja de lo que pudimos tener. O lo que podríamos haber hecho. Alguna groupie aquí y allá. A las que veíamos como, bueno, estaciones de servicio. “Uh, estamos en Cincinnati, necesitamos cargar el tanque.” Y lo otro sobre las groupies es que no era todo traca traca. Solían cuidarnos. Te masajeaban el pecho con Vicks si estabas resfriado. A veces uno no hacía nada. A veces ellas eran... sucias. ¿Me entendés?

¿Las extraña?

–No, no las extraño.

Todos tienen su fantasía de lo que es ser un Stone...

–Es otra de las cosas que nunca sé: la percepción de los demás sobre esto. Uno puede preguntar por ahí “¿Qué significan los Stones?”, y la respuesta irá cambiando. Y después está el aura sexual del rock’n’roll. Lo raro es mantener una banda por tanto tiempo. La verdad es que no me dejan ir (se ríe). Ahora me doy cuenta que esta banda es lo que siempre pensé que sería. Es Count Basie. Es Duke Ellington. Quiero decir, tipos que mantienen bandas juntos tanto tiempo. Tiene un significado. Yo sólo estoy buscándolo.

Hablemos de mujeres. Específicamente de usted, Brian y Anita Pallenberg en Marruecos, cuando se la robó a Brian.

–No tenía intenciones de robarle a la mujer. Estaba tratando de curar ciertas heridas con Brian abiertas en las giras. Para mí, alguien de la banda tenía que enderezarlo... Estaba tratando de salvar mi banda, y ella era mucho más dura que él. Cada vez que tenían una pelea, yo pedía las vendas y resulta que había que mandárselas a Brian. Ese conflicto debía ser desactivado, y lo desactivé. Le dije: “Vamos, nena, vámonos de acá”. Eso no me ayudó a hacer las paces con Brian.

Pero se amigaron.

–Sí, de alguna manera. El verdadero quiebre vino cuando Brian insistió en seguir siendo Brian. Cuando estás en la mitad del Medioeste, tocando en Tulsa o en alguna parte, y tu guitarrista está tirado en un hospital en Chicago demasiado drogado para tocar. Cuando estuviste de gira por 350 días –ahora puede parecer una cosa menor, cuando lo digo– pero cuando estás de gira y lo tenés que cubrir, las cosas se vuelven un poco peliagudas, ¿sabés?

¿Dónde creés que estaría Mick Jagger si no te hubiera conocido?

–En ninguna parte. Sería otro aspirante. Y yo también. Hay una química increíble con los Stones. No quiero analizarla. Para mí Charlie Watts es la base de todo, porque desde ahí trabajo, y lo venimos haciendo desde siempre. A Ian Stewart, el fundador de los Rolling Stones, le tengo que dar la derecha, y creo que Charlie estaría de acuerdo, en un buen día. Es la banda de Ian Stewart. La estamos manteniendo reunida para él. Fue su visión. Todo tiene que ver con la pureza, ¿sabés? Lo que debe sonar muy extraño viniendo de mí, ¿no?

Habla de moral. Hablemos de usted como hombre de familia. La imagen de ustedes en el sur de Francia en un château, tomando drogas, bebiendo vino, haciendo Exile, y aún así toda la familia está ahí. Esposas. Chicos. No era exactamente un modelo de paternidad.

–Supongo que mis hijos te dirían que fueron criados por un padre que fue un poco nómade, y hubo momentos en que estábamos todos juntos, y momentos en que no. Era un poco como Herman Melville: “Nos vamos a cazar ballenas. ¡Los veo en tres años!”. Pero tampoco fue tan difícil. Si mirás cómo son los chicos de los Stones –mis hijos, los de Mick–, son pendejos bastante estables.

¿Qué consejos les da?

–Ninguno. Que si tienen problemas se pongan en contacto conmigo. Mis hijos vinieron a verme cuando me partí la cabeza estúpidamente en Fiji. Porque hay amor. Y eso es lo que les enseño: amor.

¿Mick se acostó con Anita?

–Posiblemente. Probablemente cuando estaban filmando Performance.

¿Cómo siguieron adelante después

de eso?

–En el momento, no lo sabía y no me importaba.

¿No le importaba?

–No. Quiero decir, Anita y yo no estábamos casados. Y uno no puede montarse una yegua así sin pensar que, bueno, ya sabés... Me la banqué. Estuve ahí. Es una mierda. Y yo me tiré a muchas chicas de Mick, también.

¿Cuántas chicas tienen en común?

–Después de Marianne (Faithfull), un establo (se ríe).

¿Más de cinco?

–No. No quiero dar nombres de otras perras porque le robé unas cuantas, y él se las arregló para entrar a mi coto, pero no significativamente. Después de lo de Anita, decidí que iba a robarle cada hembra que tuviera.

¿Y la de ahora?

–¡A esa no la agarraría!

En el momento más gay de Mick, ¿cuán gay era realmente?

–Era camp.

¿Camp?

–Sí. La verdad es que no tenga la menor idea de si alguien se lo empomó.

¿Ni siquiera Bowie?

–No. Tampoco estoy ahí viendo lo que pasa todo el día. Pero hubo un tiempo en el que tenían lugar un montón de actitudes camp muy dolorosas.

¿Quería pegarle?

–No. Era una cosa amariconada (imita la forma de hablar afectada de Truman Capote). ¿Cómo hace un grupo de tipos para estar juntos tanto tiempo sin dejar pasar ciertas cosas? No estaríamos aquí si no tuviéramos que hacer lo que tenemos que hacer. Que es sacar buenos discos y buenas canciones y tocar para la gente. La razón por la que uno está en esto es porque quiere salir y encender a la gente. Y encenderse a uno mismo, claro.

Mucha gente lo considera el alma de la banda y usted habla de centro moral...

–Bueno, ¡tengo uno!

Pero todo el mundo piensa que es el alma oscura y torturada.

–Esta banda tiene mucha alma.

Hablemos de Fiji. Tuvo que ser trepanado, le abrieron un agujero en la cabeza. ¿Cómo fue eso?

–Fue un poco raro. Pero básicamente fue como ir al hospital por una costilla rota. Ya me las rompí todas. Ya me rompí la cabeza. No hay mucho que quede por romperse. Hay médicos de todo el mundo que quieren mi cuerpo cuando finalmente deje de funcionar.

Debería vender su cuerpo en eBay.

–Creo que sí. Aparentemente, tengo un sistema inmune increíble. Tuve hepatitis C y me la curé solo.

¿Y las legendarias transfusiones de sangre?

–Eso es todo mentira. Dije eso porque me tenía que limpiar de heroína. No hay nada como una leyenda.

¿Sigue cortándose el pelo usted mismo? Lo ha hecho toda la vida, ¿no?

–Sí. Me corté esta parte ayer (levanta unos mechones del costado de su cabeza). También estoy dejando que se vaya la tintura, ahora que no estoy de gira. Si a mi esposa le gusta, lo mantengo.

¿A ella le tiene que gustar todo, no?

–Sí.

¿Cuál es la clave de un buen

matrimonio?

–Depende de la mujer. Con eso dado, creo que los chicos. Quiero decir, aparte de ser enormemente exitoso, ver a los chicos crecer es el mayor placer. Los nietos son todavía mejor, porque uno los puede devolver. Es la continuidad de la vida. Cuando era más joven decía: “Si vivo hasta los 30, me pego un tiro”. Uno llega a los 30 y deja el arma de lado. Crecer es un proceso fascinante. Depende del modo en que uno lidia con el proceso. Desafortunadamente, nuestras vidas a veces están bombardeadas con decadencia... Finalmente sólo depende de tu relación con otra gente, incluyendo tu familia. Uno la puede cagar. Yo lo he hecho. La vida no se hace más fácil cuando uno envejece. Se vuelve más compleja. Al mismo tiempo, uno empieza a discernir ciertas pistas que es importante seguir.

¿Qué pistas ha discernido al hacerse viejo? Está hablando de sabiduría, ¿no?

–No me estoy llamando sabio. Me niego a crecer. Pero hay ciertas pistas. Si uno tiene la capacidad de conectarlas es otra cosa. Y realmente no hay nada como que tus hijos y tus nietos y la gente que amás te digan que sos buena gente, porque honestamente no sé si lo soy o no. Quiero decir, hago lo que tengo que hacer y debo vivir con las consecuencias, cosa que ha sucedido con frecuencia –incluyendo la muerte de gente como Brian– y pensar: ¿yo causé esa muerte? Porque nunca maté a un hombre. Todavía. A sabiendas. Y no quiero... digo, me estoy jubilando, lo quiera o no. ¿Sabés que en Inglaterra ya tengo el pase gratis para el autobús? Llegué a la edad en que me dan un pase gratis (se ríe). ¡Tengo ganas de ir a Inglaterra ahora mismo y subirme a todos los buses que pueda! Hay algo sobre volverse viejo a lo que todavía me estoy acostumbrando. Es una experiencia nueva por completo.

¿Hay algo que les diría a sus nietos

sobre envejecer?

–Sí. Adelante, que lo abracen. Que no traten de permanecer jóvenes. Que no se apuren. Ya estuve ahí. Todavía recuerdo la idea de que tener 25 años era algo horrendo.

¿Nunca fue un joven iracundo, o sí?

–Sí, lo era, pero no tenía un blanco, un objetivo. Viniendo de mi generación, estaba enojado porque las cosas seguían siendo igual a fines de los años ‘50. Cuando estaba creciendo, cuando tenía 13 o 14 años y nada cambiaba. Especialmente en la Gran Bretaña de la posguerra. No limpiaron los escombros por un tiempo largo. Y uno tenía que acostumbrarse a crecer en esa especie de paisaje lunar.

¿Cree que los Beatles están

sobrevalorados?

–Definitivamente. Y nosotros también.

¿Por qué?

–En ese momento, los Beatles... Pero cómo puede uno... quiero decir, sí. Como músico, sí, diría que estaban sobrevalorados. Como un aliento de aire fresco y una inyección de vida a la sociedad no, ciertamente no. Eran justo lo que se necesitaba. Fueron un enema fantástico.

¿Y eso en qué los convierte a ustedes?

–En un gran inodoro (se ríe).

¿Cuál es su mejor canción de amor?

–Todavía no la escribí.

¿Cuál les toca a las chicas? Tantos hombres ganaron con canciones de los Stones, ¿usted con cuáles gana?

–Se puede decir “Angie”, pero es un poco... “Sleep Tonight”. Esa es una. Ah, y “Thief in the Night”.

¿”Wild Horses”?

–Podría, también.

¿Hay alguna canción de los Stones que mejor articule su filosofía?

–Es difícil ponerla en una canción de dos minutos y medio. Pero diría que “Tumbling Dice”.

¿Quisiera que la tocaran en su funeral?

–Espero que sí. Mientras yo no esté presente.

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