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Martes, 22 de julio de 2008

CULTURA / ESPECTáCULOS › CON VARIAS CUADRAS DE DISTANCIA, TRES ACTIVIDADES SE COMPLEMENTAN

Fragmentos de un discurso amoroso

 Por Beatriz Vignoli

El Museo Castagnino (bulevar Oroño y avenida Pellegrini) y el Macro (bulevar Oroño y el río) presentan hasta el 5 de agosto un libro objeto, una instalación y una intervención que se complementan entre sí, a pesar de que entre las dos primeras y la restante medien varias cuadras de distancia. Vale la pena hacer el recorrido para armar mentalmente el rompecabezas. Dos de las tres son obra de una pareja de artistas, el guatemalteco Luis González Palma (nacido en 1957) y la argentina Graciela De Oliveira, ambos residentes en Córdoba. Graciela De Oliveira es nacida en Oberá (Misiones), y egresada de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Córdoba. Entre 1995 y 2000 participó en eventos artísticos colectivos. En 2002 desarrolló el proyecto Conjugación de intimidad, con González Palma, y posteriormente, Jerarquías de intimidad (la separación), desde lo literario y conceptual.

Jerarquías de intimidad (la separación), es un libro objeto creado en colaboración por ambos que alterna textos e imágenes fotográficas y cuyas hojas están pegadas entre sí manualmente, para exhibido como una larga hoja de diez metros. Cuenta De Oliveira: "Las tomas fotográficas tomadas por González Palma son directas y realizadas en negativos, luego su impresión es digital sobre un papel de acuarela". El texto, "el cuento", como lo denomina De Olveira, es denso, poético, a mitad de camino entre la obra de teatro y el guión de cine ilustrado. El estilo literario recuerda bastante a los hipnóticos dramas en prosa poética de Marguerite Duras. Abarca seis actos y seis personajes: hombre, mujer, niño, niña y dos títeres. "Las letras capitulares (de William Morris, también la tipografía) son recompuestas en una cuadrícula dibujada con cabello real, los mismos en los que practiqué los peinados que habíamos elegido para la toma fotográfica". La protagonista, tanto en esta obra como en la instalación que la acompaña, es una cabellera de mujer, peinada. "La mujer, la madre está representada en un objeto como elemento de unión, aún consigo misma, un objeto que ha sido separado de su cuerpo generador, su propia cabellera que convirtió en peluca", explica De Oliveira. El tono general de la obra es nostálgico, algo que se logra con los elementos, en su mayoría deliberadamente anticuados, que constituyen por una parte las enigmáticas escenas domésticas, cargadas de intenso simbolismo, y por otra el discurrir del poema dramático. En las fotos también participan los hijos, a quienes está dedicada la obra. Con ella el dúo da cierre al proyecto que comenzó en el año 2002. "Su primera parte aún inédita resulta una metáfora de los fragmentos que quedan como entrelíneas en las relaciones", cuenta De Oliveira. "Esta obra es un álbum familiar mostrado como relato que puede ser objeto de ficción, un trabajo construido por todos los integrantes de esta familia".

Por su parte, la instalación de González Palma, Cuerpos intangibles (2007) es de una eficacia instantánea y alucinatoria: al espiar el interior de una caja se ve el espectro flotante de aquella cabellera que ha sido separada del cuerpo. El truco, decimonónico, que participa del mismo melancólico clima general de obsolescencia técnica deliberada del "álbum", está muy bien logrado.

Y a orillas del río Paraná puede apreciarse "Tu/mi placer", otra obra en colaboración entre González Palma y De Oliveira, consistente en tres juegos de seis gigantografías cada una donde se alternan imágenes fotográficas y textos. El fondo está muy bien aprovechado: los colores de los silos son celeste, violeta y rosa, todos connotados por su sentido en relación con las cuestiones de género. Las imágenes evocan también interiores enigmáticos de fuerte carga erótica o doméstica: objetos maltratados, un cuerpo masculino reclinado, lágrimas traslúcidas color rubí que gotean de un cuerpo de mujer, remiten por su tamaño e impacto al arte publicitario más sofisticado, a la vez que exudan un clima angustioso de violencia latente. Los nueve textos, en tipografías que disminuyen de tamaño a la manera de una prueba optométrica, ésos van resultando legibles a medida que el espectador se acerca, hábil metáfora tanto de lo que se ve o se deja de ver en el interior de una relación como de lo que se sabe o comprende sólo en la intimidad de la cercanía. "Esta propuesta es una reflexión sobre la violencia solapada, percibida como una forma de educación asimilada desde la infancia", escribe De Oliveira. "Como proyecto no tiene intención de simbolizar tipos de violencia, mucho menos representar sus posibles escenarios reales, sino materializar puestas en escena donde violencia se equipara (paradójicamente) a belleza".

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"Es un álbum familiar mostrado como relato que puede ser ficción", describe la autora.
 
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