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Domingo, 25 de julio de 2010

CULTURA / ESPECTáCULOS › "MUJERES DE OJOS NEGROS", CON LA DIRECCIóN DE PAOLA CHáVEZ.

Mundo de clausura para madre e hija

Un universo escénico poblado por dos mujeres solas, dos cuerpos femeninos que han decidido un destino que se parece en parte al de las monjas de clausura.

 Por Julio Cejas

El mundo femenino ha nutrido gran parte de las temáticas de las artes escénicas de los últimos años. Años en que la mujer decidió equilibrar una balanza social que se inclinaba siempre a favor del hombre. Pero los matriarcados terminan resultando tan opresivos y oscuros como los patriarcados y algo de eso retrata el mundo de Mujeres de ojos negros , interpretada por las actrices Romina Tamburello y Camila Olivé, bajo la dirección de Paola Chávez. La obra que desde su estreno, sigue llenando todos los domingos a las 21, la sala del Centro de Estudios Teatrales (San Juan 842) ha concitado una expectativa que tiene sus fundamentos en la creatividad de sus responsables al abordar un tema que no es desconocido para la mayoría de los espectadores.

La propuesta, ganadora de uno de los Proyectos de Coproducciones Area Teatro de la Secretaría de Cultura municipal 2009, nace en uno de los talleres de montaje de escena, dictados por la directora Romina Mazzadi Arro,donde la actriz Tamburello realiza sus primeras armas como dramaturga.

Un universo escénico poblado por dos mujeres solas, dos cuerpos femeninos que han decidido un destino que se parece en parte al de las monjas de clausura, adoptando para la ocasión, los roles de madre e hija, ropajes aptos para jugar un ritual que les permita seguir necesitándose mutuamente.

El espacio interior, esa habitación desolada, con pocos muebles y un solo contacto con el afuera: el teléfono, un cable a tierra para la hija, una forma de huir de la asfixiante mirada de una madre que teme perder el control familiar.

Algo del infierno lorqueano que padecían las hijas de aquella siempre viva "Bernarda Alba", siempre cerrando los postigos para que los trapitos sucios se limpiaran puertas adentro, un mundo clausurado a los deseos y a la presencia masculina, un mundo de mujeres solas.

Algo de la absurda tradición que condenaba a la hija menor a sepultar su vida al lado de su madre, en la inquietante novela "Como agua para chocolate" de Laura Esquivel, popularizada en la versión fílmica del mexicano Alfonso Arau.

No hay un tiempo preciso en el que se desarrolla esta historia, más allá de la irónica referencia a la serie "Dallas",un éxito televisivo de fines de los 80, estos seres podrían arrastrar su condena a lo largo de todos los tiempos.

Por momentos las protagonistas parecieran convertirse en muñecas,la gestualidad crispa los movimientos y el ritual a fuerza de repetirse de generación en generación, degenera en una coreografía absurda que tensa los hilos del drama, hasta que suena el timbre del teléfono.

Del otro lado, la voz de la abuela pareciera satisfacer los deseos de libertad de la nieta y ahondar al mismo tiempo los miedos de la madre,típica escena de los perversos juegos de chantaje con los que la familia arquetípica nos suele deleitar.

Algo de lo siniestro tiñe la relación de estas mujeres, es allí en lo conocido, en lo que resulta familiar, donde se ocultan las grandes acechanzas, los miedos, un pánico que impedirá alejarse del seguro resguardo maternal.

Pase lo que pase afuera, invariablemente está la posibilidad de retornar al hogar, donde "mamita siempre va a estar",esa frase disparada con el consiguiente tono edulcorado de una madre,sella un pacto de imposible disolución.

Una vez más la familia como correa de transmisión de los poderes establecidos, formatear al hijo para que éste a su vez haga lo propio con su hijo y así en serie como el proceso de la producción en serie: los orígenes del capitalismo.

Se me ocurre reflexionar a partir de los lazos familiares que se plantean en la obra, la vigencia que tiene esta oscura relación entre madre hija, en estos tiempos que corren en los que la sociedad cautiva de los mandatos de la Iglesia, sigue reivindicando a la "Sagrada familia" en contra de la "perversa" unión entre los seres del mismo sexo.

En "Mujeres de ojos negros" podemos reflexionar acerca de la supuesta y consagrada "normalidad" de estas familias originales que han marcado a la humanidad a partir de sujetar al sujeto para que no se pierda en los laberintos del libre albedrío.

Dos jóvenes y exquisitas actrices: Romina Tamburello y Camila Olivé,se adueñan del espacio dramático con una fuerte presencia escénica y aportan dos registros de actuación que el público agradecerá ya que la solvencia a nivel de lo corporal y la dicción son virtudes que no se disfrutan muy a menudo en el teatro local.

Otra actriz de gran participación en "Mirta Muerta" del grupo Pata de Musa, Paola Chávez debuta con las mejores notas en su rol de directora,ajustando los ritmos y poniendo las pausas en los momentos justos, dejando que las protagonistas liberen toda su adrenalina sin caer en ningún desborde.

Más que acertada la elección del único tema musical que abre y cierra el espectáculo, una nana cantada por una dulce voz de mujer que enmarca el ritual de una madre intentando siempre "acunar" a su niña para que no se "desmadre".

Destacado trabajo que ya cuenta con agradecidos espectadores y una crítica que valora lo acertado de una propuesta cargada de teatralidad, frente a un tema que seguirá siendo vigente mientras la sociedad continue oscureciendo los ojos de sus mujeres.

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Romina Tamburello y Camila Olivé en la propuesta que fue ganadora de un proyecto municipal.
 
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