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Sábado, 17 de marzo de 2012

CULTURA / ESPECTáCULOS › CINE. CRíTICA DE JOHN CARTER: ENTRE DOS MUNDOS, DE DISNEY.

Entre las ganas y la desconfianza

Más allá de los resultados, los créditos del film tientan: al texto de Burroughs se suma la dirección de Andrew Stanton.

John Carter: Entre dos mundos: 6 puntos

(John Carter. EEUU, 2012)

Dirección: Andrew Stanton.

Guión: Andrew Stanton, Mark Andrews, Michael Chabon, a partir de Una princesa de Marte, de E. R. Burroughs.

Montaje: Eric Zumbrunnen.

Fotografía: Daniel Mindel.

Música: Michael Giacchino.

Intérpretes: Taylor Kitsch, Lynn Collins, Samantha Morton, Willem Dafoe, Thomas Haden Church, Mark Strong.

Duración: 132 minutos.

Salas: Monumental, Showcase, Sunstar, Village.

A ver. Edgar Rice Burroughs (Tarzán, Carter of Mars, Carson of Venus) como fuente literaria, Andrew Stanton (Buscando a Nemo, Wall﷓E) en dirección y Michael Chabon (sí, Michael Chabon) entre las firmas del guión, no puede ser pretexto a desatender. Más la égida protectora del sello Disney. Ganas y desconfianza.

En un primer momento, a medida que John Carter avanza, aparece lo mejor. Como si se tratase de aquellas "viejas" películas que los estudios Disney comenzaran a producir por fuera de la animación, con títulos como 20.000 leguas de viaje submarino (1954) o la televisiva y exitosa Davy Crockett (1955). Un mirar compartido entre tantas historias a partir del personaje que se adentra en territorio misterioso, sea éste el océano, los indios, la selva, o el planeta Marte. Espíritu de aventura en tiempos, ahora, digitales.

Carter desertor de la guerra de secesión. Escupe al Séptimo de Caballería y llora una muerte cercana. Busca oro como esperanza de nada. Hasta que lo raro viene a su encuentro y lo manda a otra parte. Despierta, y como nacido reciente, tiene que volver a aprender a caminar. Sus primeros pasos en un mundo que no lo entiende. Donde sus palabras son balbuceos. Donde habrá de ser adoptado por una nodriza.

Allí los marcianos de cuatro brazos. Guerreros y verdes. Indígenas. Y Carter que se lleva y no se lleva bien con ellos. Hasta que aparecen los demás. Marcianos también pero de apariencia humana, con una princesa como bisagra de redención. Marte como espejo de mismos miedos, más una historia que, si Carter no reacciona, promete repetirse en la tragedia. Entonces, ¿es John Carter una buena película?

Seguramente lo sea desde este solo planteo argumental. Hábilmente pergeñado. Con una -﷓apenas-﷓ profundidad dentro de la mucha acción de folletín de su autor sabio, Edgar Burroughs, mismo gestor de Tarzán, mito del siglo XX (¿John Carter mito -﷓forzado-﷓ del siglo XXI?). El mismo Edgar Burroughs, de hecho, aparece como ícono filmado (en el papel de Daryl Sabara), encargado de narrar una ascendencia que es, también, genealogía de aventura literaria, de traslaciones al cómic, de radioteatros y también de películas.

Pero hay algo que se escapa o se empantana entre tanta trampa digital, sublime por sus monstruosidades posibles, así como pobre en su empecinamiento por mostrar. Es la candidez de la aventura. Sumisa, en fin, a la venia militar. Con rostro de adolescente tardío. En el medio de un amontonamiento de situaciones de las que no se termina de salir para nuevamente ingresar, a la manera ya acostumbrada y elíptica de los video﷓games.

Ganas y desconfianza. Más o menos, la obra de Burroughs queda indemne (más la posibilidad editorial y bienvenida de recuperarla). Mientras que John Carter, el film, promete algo con lo que no cumple, al contagiarse de tantas otras películas similares. Podría haber sido peor.

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John Carter abandona el ejército y, por extrañas razones, termina en un mundo desconocido.
 
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