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Domingo, 26 de agosto de 2012

CULTURA / ESPECTáCULOS › LA HISTORIA DEL GRUPO DE ARTE EXPERIMENTAL CUCAñO LLEGA AL MUSEO REINA SOFíA

El arte que desafío vendas y prejuicios

Perder la forma humana se llama la muestra que se verá en Madrid desde el 25 de octubre hasta marzo, dedicada a indagar sobre arte y dictaduras. En la sección Argentina se podrán ver obras y documentos sobre el grupo fundado en 1979.

 Por Beatriz Vignoli

Tiembla España. El jueves 25 de octubre se inaugura en el Museo Reina Sofía de Madrid una exposición titulada Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los años 80, que reúne obras y documentación sobre prácticas artísticas y políticas en la América Latina de los años 80 y las dictaduras. La buena noticia para Rosario es que como parte de la sección dedicada a la Argentina se podrán ver obras y documentos que registran la actividad del grupo Cucaño, formado en esta ciudad en 1979. Surgida de una investigación que varios académicos latinoamericanos iniciaron en 2010 convocados por la Red Conceptualismos del Sur, la muestra estará en exposición hasta el 11 de marzo de 2013 en el Edificio Sabatini, Planta 3, del Museo Reina Sofía. Estará acompañada de un libro que reúne trabajos de investigadores de Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Paraguay, Colombia, Cuba y México. Integran el equipo curatorial de RCSur las argentinas Ana Longoni y Mabel Tapia, los brasileños Fernanda Nogueira y André Mesquita, la chilena Fernanda Carvajal, el peruano Miguel López y el español Jaime Vindel. Participan, entre otros, los investigadores Fernando Davis, Fernanda Carvajal, Daniela Lucena, Cora Gamarnik, Malena La Rocca, Gisela Laboureau, Paulina Varas, Felipe Rivas e Isabel García. La coordinan Rafael García y Tamara Díaz.

Tanto la muestra como el libro, como los dos seminarios que se realizaron en Lima y en Buenos Aires el año pasado para debatir sobre la investigación entonces en curso, buscan visibilizar formas de "resistencia" que alejadas de los cauces de la militancia política tradicional transitaron por espacios ajenos a la institución artística y generaron redes de comunicación alternativas. "Queremos mostrar la aparición múltiple y simultánea (nunca consensual) de tácticas afines, invención de espacios y modos de hacer arte y política en diferentes puntos de América Latina. Se trata de experiencias que de una y otra forma dieron lugar a nuevos sujetos políticos", resumen los curadores.

Cucaño fue tema de la tesis de Maestría en Investigación en Humanidades por la Universidad de Girona (España) de Malena La Rocca, quien la presentó este año y la tituló El delirio permanente. El Grupo de Arte Experimental Cucaño (1979﷓1984). La Rocca y Longoni incluyen a Cucaño, junto con el TIT/TIM/TIC de Buenos Aires, en la categoría de los "activismos artísticos" que tuvieron lugar durante la dictadura con el fin de "inventar espacios de libertad en medio del terror". Centrándose tanto en indagar sus elusivos vínculos con el Partido Socialista de los Trabajadores como en su "estética del acto (montaje, improvisación, provocación, intervención, interposición)" e intentando desentrañar "la clave (trosko)surrealista", ellas y Vindel entrevistaron a integrantes y amigos del grupo. Rosario/12 tuvo acceso a las desgrabaciones de estas entrevistas y a los materiales documentales de la investigación y de la muestra, además de entrevistar a Luis Alfonso, ex Cucaño y actualmente a cargo de la sección Programación de la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario. La charla en el bar La Sede fue también un viaje por la propia memoria, ya que la actual cronista fue fan de Cucaño, un grupo que hacía teatro experimental en plena dictadura y que fue más conocido por sus intervenciones urbanas de alto impacto en 1981.

Como todas las leyendas, Cucaño tuvo su regreso sin gloria en una remake de El Banquete de Cucaño realizada en el Café de la Opera a fines de los 90. Y tiene sus mitos: lo que todos creen recordar y nunca sucedió, como la anécdota de la fiesta de cumpleaños celebrada en un colectivo. Alfonso asegura que eso nunca pasó, como tampoco hubo nunca un desfile ante la catedral con un hígado. Los relatos se fueron armando a partir de fragmentos de hechos que sí sucedieron y que se confunden incluso en los testimonios de sus protagonistas.

"Eramos un grupo de pendejos con una actitud ética muy fuerte", recuerda Alfonso. "Pensábamos que el arte y la vida eran una misma cosa y que se podía transformar la sociedad a través del arte y así llegamos al surrealismo". Según otros testimonios, Carlos Lucchese era "el viejo" de 31; los demás, al comienzo, no pasaban de los 17 años.

En su entrevista, dice Giampietro que sólo tres (Carlos Ghioldi, Mariano Guzmán y Luis Alfonso) tenían contacto con el PST; todos coinciden en que el vuelco a la militancia sobrevino ya con la apertura democrática. La percepción de las vinculaciones con la política dentro del grupo difiere entre los integrantes, debido en parte a que estas vinculaciones en algunos casos no estaban blanqueadas ni siquiera entre ellos mismos. Muchos de los rituales internos, como las expulsiones y los manifiestos, evocan a las del PC o el GAV como una caricatura adolescente involuntaria. Sin embargo es singular la lucidez estética alcanzada por el grupo. "El manifiesto de Trotsky y Breton fue el que nos planteaba la independencia del arte para la revolución y la revolución por la independencia del arte", explica Alfonso, relatando un fin de juego muy parecido al que experimentó a fines de los sesenta el Grupo de Arte de Vanguardia (con quienes Cucaño no parece haber tenido ningún contacto directo). "Dejamos de laburar en Cucaño por la militancia política. Entendimos que para que Cucaño siguiera existiendo era necesario modificar la realidad constituyendo un partido revolucionario".

"Carlitos Ghioldi, yo y Guillermo Giampietro veníamos de las letras. Después apareció el teatro. La primera aparición pública fue en la sala Pau Casals como un acto dadaísta", rememora Alfonso refiriéndose al evento del 4 de diciembre de 1979, a partir del cual él se integró al grupo. "Estaban Nino Viale (uno de los precursores del teatro callejero), José Luis Jaime, el Zappo Aguilera, Alejandro Beretta, Guillermo Giampietro, Carlitos Ghioldi y Carlos Lucchese. "Yo fui como público. En esa época estaba en un grupo que se llamaba Multiarte Asociación de Artistas Rosarinos, cuyo único objetivo era encontrar espacios para exponer sus obras, algo que hoy dicho así puede parecer una boludez pero que en esa época era muy difícil. Mi rol en Cucaño en los primeros tiempos tenía más relación con las letras (y con un taller literario) pero como las puestas empezaron a ser más improvisadas, mi rol empezó a ser la producción sin saber que se llamaba producción lo que yo hacía: conseguir los lugares, pensar cuestiones de seguridad para las intervenciones callejeras, nada muy distinto de lo que hago ahora. El 31 de diciembre de 1979, la noche de Año Nuevo, Carlitos Lucchese realizó una batucada en la Florida; pidió que cada uno llevara una latita, él había conseguido barriles de 200 litros. Sobre Lucchese, músico de free jazz fallecido hace pocos años y "el más Cucaño de todos nosotros", como lo define Alfonso, hay distintas versiones; según Alfonso nunca fue parte formalmente del grupo, pero según Graciela Simeoni (más conocida como Pandora) integró el grupo al principio y después dejó, aunque siguió vinculado.

El fundador del grupo fue Guillermo Giampietro, quien conoció a Alfonso y a Miguel Bugni (más conocido como Max Phantom) cuando eran alumnos del Nacional 1. En 1980, Giampietro encarnó a un personaje denominado "El provocador" en el "hecho teatral" que con el título Una temporada en el Infierno tuvo lugar el 12 y 13 de septiembre en la Asociación Cristiana de Jóvenes, con el objetivo de "producir sensaciones cenestésicas siniestras". El público subía por una escalera amortajada y llegaba a una sala sin butacas donde deambulaban entre ellos los actores profiriendo versos, y luego se pasaba a otro espacio donde tenía lugar "La última cena" de la familia García. "Integran el grupo Carlos Ghioldi, Guillermo Giampietro (director), Daniel Canal, Fabián Borzi, Graciela González y Miguel, todos ellos en la fotografía", se lee en un recorte periodístico de la época. "Empezamos a preparar Una temporada en el infierno que más allá del texto de Rimbaud se basa en una lectura muy densa de Freud de El Arenero de Hoffmann y de Lautréamont, Los Cantos de Maldoror. Tal vez Una temporada en el infierno haya sido el hecho más preparado, más elaborado teatralmente. Yo era el provocador, Sigfrido hacía de dios, Max Phantom del señor García... El provocador siempre estaba en escena pero no era un personaje, daba las pautas de los cambios de ritmos". Recuerda Pandora: "era sí la única mujer y hacía de una virgen medio autista y estaba con un camisón muy largo y cuando está por terminar la función me acerco al público que está dividido en dos grupos de sillas y me meto la mano en el medio y hago así como un desgarro y saco un bofe y lo tiro y digo una frase de Artaud: "Hice un pacto con la prostitución para sembrar el desorden en las familias", gritando. Al segundo día del espectáculo el bofe estaba mal, o sea que fue terrible...". Alfonso recuerda que "Pandora se sacaba un hígado" pero sitúa la escena "en una intervención en Pellegrini entre Roca y Paraguay, en medio de la misa", que fue parte de la serie Las brujas.

Antes tuvo lugar La insurrección de las liendres, que según las notas conservadas en un cuaderno constaba de una "acción agitativa" y una "acción explicativa", basadas, según Alfonso, en la Revolución Rusa. Las acciones parecían espontáneas pero estaban planificadas, como la Toma del Palacio de Invierno, una batucada encabezada por Lucchese donde el grupo junto a algunos de sus fans copó el escenario de otra obra teatral, destruyendo parte de la utilería. Esto fue en el marco del II Encuentro de Teatros Rosarinos en diciembre de 1981.

En agosto vino el escándalo con Alterarte II, en el Tercer Festival Internacional de San Pablo, Brasil, que marcó la internacionalización y una súbita fama pero también una crisis. "Se buscaba alterar la realidad con una finalidad estética", cuenta Alfonso, quien se enteró por los diarios y la radio de que seis compañeros de Cucaño y del Taller de Investigaciones Teatrales estaban presos en una comisaría de la dictadura brasileña, luego de sembrar el caos al simular una intoxicación masiva en la plaza de la República, donde se vendía comida. Fueron al hospital, donde "resucitaron" luego de ser "rescatados" por la policía de a tres en los baúles de dos patrulleros. Se temía que los deportaran y los desaparecieran por motivos políticos, pero fueron expulsados de Brasil y volvieron a dedo desde Formosa. La prensa menciona a Maria del Carmen Casano, Gabriela Simeoni, Carlos Ghioldi, Mariano Guzmán, Sergio Bellotti (que filmaba, imperturbable) y Pablo Navarro. "En el 81 después del viaje a Brasil empezaron a surgir diferencias. Con Carlitos (Ghioldi) decíamos: Tocar el timbre y salir corriendo no tiene nada de artístico".

En agosto, en Las brujas (1981) Cucaño proponía "dos meses de transgresión y surrealismo" a través de, como evoca Alfonso, "intervenciones callejeras sorpresivas basadas en una investigación sobre la brujería en los años de la Edad Media. Las Brujas terminaba con una intervención en el VIP donde un cortejo fúnebre llevaba un ataúd con una escultura de Patricia Espinosa y la dejaba ahí. La intervención termina cuando la gente se acerca y empieza a romper el féretro y la escultura, que era de yeso. La consigna: Libertad total a la imaginación". De Las brujas, supone Alfonso, surgen las leyendas urbanas. "Uno de los principales propulsores del mito Cucaño fue Norberto Campos. Venía a dar taller a la Casona". A la Casona la que alquilaba el grupo en Entre Ríos 366 y se sostenía a través de "peñas cinematográficas" para las cuales Mario Piazza prestaba películas Super 8 de su colección. "En la casona se fundó APAR, la Asociación de Publicaciones Alternativas de Rosario", recuerda Alfonso, quien, excepto por publicaciones en las efímeras revistas de Cucaño, Acha acha cucaracha y Aproximación a un hachazo, mantiene inéditos sus poemas hasta hoy. "Cucaño fue un hecho colectivo de un grupo de personas con una actitud ética frente a la vida y el arte", resume.

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Carlos Ghioldi, Guillermo Giampietro, Daniel Canal, Fabián Borzi, Graciela González y Miguel Bugni. Archivo Marinero Turco.
 
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