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Martes, 14 de julio de 2015

CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. DE VILLA PUEYRREDóN AL MUNDO EN EL FONTANARROSA

Domesticar las pesadillas

Las situaciones absurdas que Mordillo dibuja, siempre a todo color y atiborradas de detalles cómicamente bizarros, son parientas del desquicio surrealista, pero sin lo siniestro. Y con el tono agridulce de la comedia chaplinesca.

 Por Beatriz Vignoli

Haciendo honor a su nombre, el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa (San Martín y San Juan) inauguró el pasado 25 de junio una muestra de dibujos y afiches de Mordillo, organizada junto al Museo del Humor. De Villa Pueyrredón al mundo, que ya desde el título alude a la premiada trayectoria internacional de este artista argentino del humor, podrá visitarse hasta el 26 de julio, con entrada gratis, de lunes a viernes de 9 a 21 y los fines de semana de 10 a 20.

La muestra incluye un potente caballito de batalla: el afiche que Mordillo realizó comisionado por Amnesty Internacional en 1984. Allí se ve uno de sus clásicos hombrecitos solitarios en lucha contra un medio hostil: se lo llevan preso dos policías por pintar su techo de color magenta en un caserío todo gris. Con una paleta que se reduce a tres colores primarios, sumando el celeste de los uniformes y la abandonada escalera amarilla, la imagen es un alegato por la libertad de expresión. También hace pensar (atemperándolo con rasgos cómicos y tiernos) en el destino trágico del diferente en un medio conformista.

Esta y muchas otras escenas de Mordillo tienen el tono agridulce de la comedia chaplinesca: su técnica humorística evoca el cine mudo. Casi podría decirse que Mordillo hace cine mudo en colores a través de la historieta en tres cuadritos, o bien que recupera para el dibujo aquella gracia encantadora que el cine empezó a perder con el sonido.

"Variaciones en color y tinta china sobre la especie humana y otros fenómenos atmosféricos" se titulaba su consagratoria exposición realizada a los 57 años en 1989 en Palma de Mallorca, donde residía entonces (y que tuvo un bis 20 años después, con un título tanguero: "Veinte años no es nada"). En la reseña por Costanza Forteza para La Vanguardia, Mordillo definió: "El humor es la ternura del miedo".

En efecto, uno baja las escaleras del Fontanarrosa pensando en Mordillo como un domesticador de pesadillas. Las situaciones absurdas que dibuja, siempre a todo color y atiborradas de detalles cómicamente bizarros (como el perro que mira cómo un serrucho recorta desde adentro de la tierra el círculo central de una cancha de fútbol), son parientas del desquicio surrealista pero sin lo siniestro. Ya sea que los sitúe en la más proliferante y colorida jungla o en arquitecturas laberínticas, sus hombrecitos y mujercitas se las rebuscan: un ama de casa hace literales malabares circenses y una cortesana isleña acoge a todo un barco pirata, que lleva como insignias el apellido del Negro Fontanarrosa y el escudo (entre otros) del Club Ferrocarril Oeste.

Toda una serie de tradiciones icónicas populares que va desde los chistes de náufragos hasta las parejas de enamorados contemplando la naturaleza (al modo de la pintura romántica del siglo XIX, reproducido al hartazgo por el kitsch del siglo XX) le sirve a Mordillo de referencia para un humor gráfico "senza parole", sin palabras, universal. Se trata de la condición humana, la soledad de a uno o de a dos. También hace chistes de jirafas y elefantes, ratones y otros bichos casi humanos. La fábula con animales estuvo desde sus primeras ilustraciones para libros infantiles en 1950.

Nacido en Villa Pueyrredón como Guillermo Mordillo en 1932, desde 1955 ha vivido y trabajado en Perú, Estados Unidos, Francia y España. Este año expone en el Karikaturmuseum de Krems, Austria. Y goza de su merecido éxito.

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Guillermo Mordillo propone un humor gráfico "senza parole", sin palabras, universal.
Imagen: Sebastián Vargas
 
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