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Jueves, 28 de diciembre de 2006

CULTURA / ESPECTáCULOS › "SOPHIE SCHOLL", UN RECOMENDADO FILM DE MARC ROTHEMUND

Espíritu fuerte, corazón tierno

A partir de un relato con estructura de tragedia clásica sobre el nazismo, se apuesta a reconstruir la memoria histórica.

 Por Emilio Bellon

Sophie Scholl: 9 puntos

Dirección: Marc Rothemund

Guión: Fred Breinersdorfer

Fotografía: Martin Langer

Intérpretes: Julia Jentsch, Alexander Held, Fabian Hirrichs, Johanna Gastdorf, Andre Hennicke, Florian Stetter

Duración: 117 minutos

Salas: El Cairo, Del Siglo, Village y Showcase

En uno de los momentos iniciales de este más que recomendado film, que ha merecido reconocimientos y galardones en los festivales de Berlin, Munich y por parte de los críticos europeos, en una situación que se plantea en un ambiente de penumbra, cara a cara, el personaje de Sophie Scholl, frente a un interrogatorio que libera un no continuo, le dirige una pregunta, por el tono retórico, a un oficial de la Gestapo, que actúa uniendo indicios y sumando pruebas: "Señor Mohr, ¿nos acusan ustedes de alta traición y pretenden que traicionemos a otros para mejorar nuestra situación?".

Esto ocurre un 17 de febrero de 1943, en el momento en que el gobierno alemán debe asumir la pérdida de la ciudad de Stalingrado y es entonces que, frente a este hecho, un grupo de estudiantes universitarios considera propicia la oportunidad para hacer pública su resistencia y su oposición. Allí están los continuos bombardeos y miles de soldados muertos y perdidos en el frente oriental. Ese grupo de jóvenes, que imprimen sus volantes en espacios clandestinos, responde al nombre de "La rosa blanca", asociación que se erige como un grupo de resistencia y que venía operando desde 1942, con el ánimo de despertar la conciencia ante los horrores del nazismo. Entre sus integrantes están los hermanos Scholl, figuras reivindicadas a fines de los años 60 y sobre el fin de la última década.

Historia que en múltiples aspectos guarda relación con lo padecido en los años de las dictaduras latinoamericanas, Sophie Scholl es un film que apuesta a reconstruir la memoria histórica y a no perder de vista los crímenes de lesa humanidad, figura jurídica que aun tiene, afortunadamente, sus propios fiscales en nuestra realidad. En el film de Marc Rothemund, a quien sus abuelos le referían esta historia cuando pequeño, el tono adoptado es el que corresponde al del paso del tiempo, de manera no elíptica, con algunas indicaciones respecto al paso de los días, de las horas.

Ajusticiada por orden y decisión de un tribunal supremo, junto a su hermano y su compañero de lucha, Sophie Scholl es un film de raro equilibrio entre la mirada distanciada, como si de una crónica se tratara, y los momentos íntimos que apelan a una medida emotividad. Tal vez, ese tono, esa línea de matices se puedan pensar desde otro de los parlamentos que pronuncia la condenada a muerte, quien no renunciará jamás a sus principios (tras un no que, pasada la media hora del relato, se quiebra violentamente): "Mi hermano siempre me dice: un espíritu fuerte, un corazón tierno".

Hija de una familia que siempre había peleado y defendido las causas humanistas, el personaje de Sophie Scholl va transitando por pasillos fríos y lóbregos, celdas desmanteladas y despachos de funcionarios. Con una economía de elementos en la puesta en escena, el film que hoy comentamos (esta historia ya había sido llevada al cine por Percy Adlen y Michael Verhoven), parte de una investigación que inició su realizador a principios de los 90, que llevó al mismo a leer cartas, diarios de la época y a entrevistar a veteranos de la Resistencia.

Podemos pensar el relato desde la estructura de una tragedia clásica, en la que está ausente aquí todo gesto y acción desaforada, pero que mantiene las unidades espaciales y de tiempo conforme a la dramaturgia de sus personajes. Por momentos, Sophie Scholl es un film de cámara, de base teatral (igualmente, este hecho se representó sobre escenarios), con escasos personajes y con contados elementos que apuntan a la reconstrucción y propaganda del régimen.

Un fanatismo que marca la violencia verbal y que se apoya en políticas fundamentalistas se desata en la boca del presidente de la corte, en un juicio que denuncia su tono de farsa, frente a un veredicto que ya se dictaminó de antemano. A manera de propaganda, y con un enfático tono, el régimen nazi habla a través de sus sicarios y burócratas de turno.

Cinco días transcurren a lo largo de un film casi dos horas y la palabra en el mismo es el gran apoyo que marca la atmósfera de oprobio y humillación, los desafíos que la tensión va imponiendo hora tras hora. No existe intención alguna por parte de su realizador de espectaculizar una agonía ni de mostrar al descubierto los pormenores de su ejecución. De manera inusual, la imagen directa se sustituye por un plano negro total y sólo los sonidos, sólo ellos (los que se aletargan en el eco de nuestra conciencia), se manifiestan.

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La protagonista es ajusticiada por orden y decisión de un tribunal supremo del nazismo. Integra "La rosa blanca", asociación que se erige como un grupo de resistencia.
 
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