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Martes, 23 de diciembre de 2008

CONTRATAPA

Zabiba y el rey

 Por  Eugenio Previgliano

En estos días de zapatazos es difícil terminar de quitar la vista de la tragedia de Irak: esta intención, muy probablemente grata a los ojos de quienes extienden sus crueles intereses sobre la mesopotamia, nunca termina de concretarse, en buena parte a causa de los hechos que la resistencia -que evidentemente sopla donde quiere- genera a diario, tanto en el campo militar como en otras formas de resistencia que quizá se puedan llamar "culturales"

En esta circunstancias llega a mis manos el libro: tiene como título Zabiba y el Rey y al pie del título, nombrando al autor hay dos nombres, Mohamad Alsaqar y -entre signos de interrogación- Saddam Hussein. Esta sola mención alcanzaría sin duda para despertar mi curiosidad, razón por la cual el prólogo -a diferencia de otros libros- viene a tener una importancia crucial a la hora de decidirse por la lectura; de modo que mi lectura empezó no por fragmentos de texto, índice o colofón sino por el segundo prólogo, titulado "Prólogo de la edición vasca". La sola existencia de una edición vasca ya me resulta, a mí que me he criado en las tradiciones literarias catalana, sospechosa. La lectura del prólogo confirma en cierto grado mis sospechas; se trata, el prólogo, de una narración en primera persona que glosa un encuentro entre el editor y un iraquí en el marco del tórrido clima de Oriente medio donde el editor se entera de la existencia de esta obra. Sin afirmarlo abiertamente, esta narración que constituye el prólogo pone en boca de un tercero la afirmación de que el autor es Saddam Hussein; rehusó a escribir su auténtico nombre por modestia dice el prólogo respecto de la firma del autor.

El clima que el texto de Eva Pores genera contrasta grandemente con el prólogo a la edición argentina, firmado por Nestor Suleiman, toda vez que el prólogo argentino hace una exposición más que sintética de la vasta y rica historia iraquí y consideraciones abiertamente vinculadas con la política, incluídos los agradecimientos a la editorial vasca HIRU, responsable de la versión en castellano de la obra. Este texto que abre la obra va encadenado con los Cánticos y relatos mesopotámicos también del mismo Suleiman, que cierran el tomo.

Ya en el corpus de la novela -novela filosófica, caracteriza la editorial vasca- aparecen las andanzas de Zabiba, una mujer de pueblo, quien establece una amistad impar con el rey. Si bien al principio el texto se presenta como la transcripción de una historia narrada oralmente por una abuela a sus nietos -personaje reconocible para el lector de buen oído- , pronto toma una estructura casi teatral con largos diálogos entre Zabiba y el rey entre los cuales afloran algunos comentarios de un narrador omnisciente lo que no termina de silenciar la voz de la abuela y la descripción de sus circunstancias. De este modo se presentan ante el lector las andanzas del rey, la organización sociopolítica del reino, los usos y costumbres de pueblo y poderosos, y -no podría ser de otra manera- las contingencias políticas de esta comunidad. Los hechos de Zabiba toman un giro trágico pero a lo largo del desarrollo de la historia de su relación personal con el rey aparecen reflexiones sobre el pasado del rey, sobre el amor y el poder, el poder y el pueblo, cuerpo y alma, tramas y confabulaciones así como otros campos en tensión que se desarrollan depués en hechos: una violación, una batalla, la despedida, el debate sobre la monarquía, vienen a complementarse con una exposición de la visión que sobre los hechos ofrecen distintos personajes; los empresarios, el pueblo, los militares, la hija del campesino. Todo a lo largo de la novela se escuchan los ecos de la princesa Scherezade en lo que algunos críticos creen que podría ser su noche 1001. A mí, sin embargo, la estructura del texto y los ejes filosófico-políticos y culturales que la organizan no dejan de recordarme al teatro de Jean Paul Sartre, pensado y ejecutado para ser vehículo de compromiso, aunque las tradiciones narrativas árabes, despojadas del aire de exotismo cocoliche de la versión Galland de las mil noches y una noche o de las Noches Arabes de Stevenson, no están ausentes en esta historia que en algún punto también se podrían emparentar con los Cuentos de los Derviches, la occidentalizada colección de cuentos de Idries Shah que supo ser un best seller en los años de la crisis petrolera de 1974, sin que la correcta escritura del traductor Pedro Valcarcel Sánchez dificulte la lectura por ningún exceso ibérico.

El volumen trae como bonus track el pequeño libro Cánticos y relatos mesopotámicos de Néstor Suleiman, con textos que también tratan de conjugar -con cierto éxito- la filosofía, la religión y la política, tratada con las estrictas reglas de la poesía tradicional árabe, pero escritas en castellano lo cual, sin duda, es un condicionante importante desde el principio. El vuelo poético de esta breve obra complementa y ajusta la enorme narración que lo antecede sin desentonar ni un grado.

De una y otra manera el libro no deja de ser una muestra del saber narrativo iraquí suplementado con el encanto del enigma, respecto de su autor, de las circunstancias de su publicación, de los casos narrados y del trasfondo político que a diario abre sus interrogantes sobre las perspectivas del zapateado conflicto en Iraq: tal vez un instante de esperanza en una confrontación sin final.

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