rosario

Sábado, 23 de julio de 2011

CONTRATAPA

Diario de viaje

 Por Miriam Cairo

K

En la esquina de Mendoza y Pueyrredón sube la mujer de pelo corto y se sienta en el primer asiento. En la esquina de Mendoza y Oroño, sube la misma mujer de pelo corto y abrigo color marrón y se sienta detrás de ella misma, cuando subió primero. En la esquina de Mendoza y España, sube la misma mujer con cabello corto, abrigo marrón y bufanda negra, y se sienta detrás de ella misma. En la esquina de Mendoza y Laprida sube la misma mujer de pelo corto, abrigo marrón, bufanda negra y bolso color suela y se sienta detrás de todas las anteriores veces que ella misma subió y se sentó. En la esquina de San Juan y Laprida desciende aquella mujer misma que subió en Mendoza y Pueyrredón. En San Juan y San Martín desciende la mujer misma que subió en Mendoza y Oroño. En San Juan y Sarmiento la mujer misma que nunca antes había subido pierde la K por unos pasos y la mujer que había subido en Mendoza y Laprida, sufre al verse a sí misma perdiendo el trole, porque si bien siempre ha tenido dificultades con su presencia física, nunca la ha sentido tan afuera del trole junto esas caras desconocidas en ese alineamiento mismo.

122

﷓ ¿Qué día es hoy?

﷓ Eso no es justo. Preguntame algo más sencillo.

﷓ ¿En qué página de La palabra en la vida y la palabra en la poesía Voloshinov habla del sobreentendido?

﷓ Bueno, en la 115, pero tampoco me la hagas tan fácil. Desviame un poco más.

﷓ ¿Fecha de nacimiento?

﷓ ¿Mía o de Voloshinov?

﷓ Tuya

﷓ No, no, vos me querés hacer quedar mal a toda costa.

(Silencio)

﷓ ¿A dónde vamos?

﷓ Hacia allá, porque si fuéramos hacia allá estaríamos de regreso y me preguntarías de dónde venimos.

﷓ Excelente.

﷓ Gracias.

A, por autopista

Los miércoles a las 17.08 sube la Prometeo de genitales truncos. Sube con los besos de 3000 voltios dados al amante Frankenstein que se va en su taxi de siempre, que lo conduce a la vida de siempre, condicionado por los relojes de siempre, salpicado por las desgracias de siempre y sin chistar jamás porque es un héroe acostumbrado.

La Prometeo le otorga cada miércoles el chispazo divino desde el botón carmesí, que el amante pulsa en éxtasis para dejar de serse una costumbre. Se prende y se apaga como lucecitas de colores el joven Frankenstein que transita ya sus años maduros. El proceso creativo comienza a la hora en que los dioses del Olimpo almuerzan, o se pulen las uñas, o juegan a las visitas, o gobiernan. La Prometeo esculpe con besos de 3000 voltios toda la humanidad prohibida del amante pasmoso. La titán de genitales truncos le enciende el fuego en el tallo de cañaheja que arde lentamente y resulta muy apropiada para sus fines.

Los miércoles a las 17.08 sube la Prometeo de genitales truncos y se encadena al asiento número ocho, como a una roca del Cáucaso, mientras un águila invisible le devora el corazón, y el corazón que el águila consume, por la noche le vuelve a crecer, encendido por el recuerdo de los besos de 3000 voltios.

35/9 verde

"Esta noche..." dice una lampalagua a la otra y nada más que eso. Viajan en silencio, una de pie junto a la otra sentada en un asiento individual. Un caballero muy gentil le toca el hombro a la lampalagua que está de pie para cederle su asiento, pero ella, con un gorro de niño en la cabeza y cierto fastidio le agradece, haciendo señas hacia la lampalagua que está sentada. El hombre se queda mirándola sin comprender, entonces, la que está de pie, aclara "si ella no me ve se pierde, se pone nerviosa". El caballero agrega algo en tono amistoso pero ninguna lampalagua responde. En una alineación primero definida y luego indefinida de categorías, las otras almas humanas que viajan todos los días para cumplir pequeños fines cuyo último objeto es un secreto que ningún dios conoce, observan en silencio. La narradora, en el asiento de atrás sabe que allí hay una historia tan larga, tan larga, que se remonta a la niñez, cuando las lampalaguas caminaban delante y los padres detrás. Una historia que siguió con la madre a un costado cuando el padre dejó de andar, de decir buen día, de respirar. Y siguió con las dos lampalaguas solas y jóvenes, con el cuello cargado de los viejos collares de la madre muerta. Y una de las lampalaguas tuvo un novio en la Escuela de Oficios, mientras la otra lampalagua, la que ahora necesita que su hermana esté en su campo visual para no desorientarse, era una lampalagua independiente que le entregaba números a los clientes de la perfumería Juleriaque y se ganaba propinas. La narradora se baja en la próxima esquina porque sabe que no podrá, no podrá contar una historia de final tan desesperado.

128 Negra

El bullicio es enorme en el colectivo que nos lleva hacia el fin del mundo a mí y a esa muchacha de cuello largo y ojos saltones. El micro choca contra un taxi que pasó el semáforo en rojo. Gran confusión. Metástasis de voces. La gente se amontona en torno al taxi donde agoniza un hombre. Murmura algo sobre cierto botón rojo pero nadie lo encuentra. La muchacha de cuello largo y ojos saltones me interroga cuando me mira. Yo le respondo cuando la miro. Hoy no llegaremos a destino.

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Imagen: Alberto Gentilcore
 
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