rosario

Domingo, 9 de abril de 2006

CONTRATAPA

Un incontrolable deseo

 Por Luis Novaresio

"El cinismo es lo más elevado que puede alcanzarse en la tierra; hacen falta los puños más audaces y los dedos más delicados".

Friederich Nietzsche. Ecce homo.

Uno: ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Perdón? Sí, te estoy preguntando por el sentido de la vida. ¿Cuál es el sentido de la vida? Tenemos una semana, te dije. Y qué semana. No banalices. Estoy tratando de explicarme, de explicarnos, lo que veo, lo que escucho, lo que vivo, no ya desde la respuesta rapidita, a la orden, fast answer con papas fritas, tan cómodo y sencillo que te permita seguir con lo tuyo con tranquilidad supuesta de conciencia de haberte preguntado algo existencia. Silencio. Ahora, peor, me pierdo. Tenemos una semana. Y qué semana.

¿Cuál es el sentido de la vida? Me lo pregunté mientras la escuchaba hablar a la piba. Hablaba con la convicción de quien encabeza una gesta patriótica, dueña de la cruzada por el bien de todos, fuerza que me viene del más allá, ahora te lo explico y dame las gracias que me rebajo a vos para poner en palabras ramplonas lo que este destino celeste me ha encomendado. No te exagero. Sentí que sólo podía preguntarle por el sentido de la vida a la piba, tanta convicción de destino mesiánico se le oía, pero mis ojos fueron más inteligentes que mis otros sentidos, que mi deseo, y me hicieron callar. ¿Cómo iba a interrogar por el por qué de todo a alguien que ni se asomaba al comienzo de ese mismo todo? ¿Qué margen de aprendizaje habría en la respuesta de esta niña, adolescente, petulante, pollera tableada de uniforme escolar, voluntad tableada de dogma en sus palabras?

Por eso te lo pregunto a vos. Cuando ella me dijo que lo único que no se perdonaría sería el ser cínica pensé en vos. ¿Cuál es el sentido de la vida?

Dos: No ser esclavo de nada ni de nadie en el pequeño universo que uno halla como su lugar. Creo que te conté que esa es la máxima de los cínicos. Creo que te conté, no hace mucho, quiénes eran los cínicos. Antístenes y Diógenes de Sínope representan cabalmente esta corriente filosófica con tan mala prensa en la historia del pensamiento humano que surgió con ellos mismos hacia el siglo quinto antes de Cristo. Cínico es el que especula de manera siniestra, algo perverso. Para la piba y para vos.

Los cínicos son los subversivos para los autores oficiales de la historia griega. El trío de oro de la cuna del pensamiento occidental los repudiarían diciendo que son la oposición extrema del justo término medio. Sócrates, Platón y Aristóteles serían gobierno, jefe de gabinete y ministro del interior de un partido que acusaría a las oligarquías vende patrias de los cínicos cada vez que osasen pensar distinto. No sé si te es fácil pensar en esta imagen.

Los cínicos toman su nombre de la palabra griega kyon. Que no es otra cosa que perro. Cuatro patas, guau, guau. Los cínicos, sí, admiraban a los perros. Pero no al animalito faldero, bolsa de agua caliente con pelos, gritón por la nada. El perro heroico es el que repugna el collar y la casilla, persigue sus deseos y rechaza la comida a cambio del conformismo. Es vocabulario de ellos mismos. Ser cínico es defender la singularidad. No es el amor al prójimo. Es defender la individualidad, es gruñir a las convenciones sociales que conducen a las virtudes mezquinas. Es Diógenes.

Tres: La piba tiene una especie de ranking. Están los más y los menos. Me cuesta que me deje ver. Le digo que te conozco a vos, que por eso llegué a ella, que le garantizo reserva. Siento que le miento. Transpiro. ¿Tiene validez una promesa mentirosa de reserva ante una información injusta, siniestra? ¿La promesa de secreto es más fuerte que desenmascarar a quien comete un ultraje a la intimidad? Otro dilema. Cuánta filosofía, sigo pensando, mientras transpiro. Ella confía. Se ve que no es tan experta en engaño porque no sospecha de mis ojos ni de mi sudor y me muestra su lista jerarquizada.

Las que aparecen en la portada son las mujeres que han abortado. ¿Estás en contra del aborto?, le pregunto con torpeza. Viste tantas películas, seguro me hubieras dicho, que se sabe que una vez que empieza a hablar el asesino hay que dejarlo llegar hasta el final de la confesión. ¿Asesino? Disculpame pero siento tanta repulsión por ella como por un homicida. Exageras. Sea. Pero lo siento. ¿Si estoy en contra del aborto?, se escandaliza la chica y esconde su carpeta de hojas impresas de computadora? Se te escapa lo que buscabas, deja de mostrarte las pruebas. Sufrís. Por supuesto. Por supuesto que estoy en contra de las aberrantes que matan a sus hijos en sus panzas. Aberrantes con valor de sustantivo, pienso. Estoy siendo un idiota. Son las mismas, sigue la piba motorizada por la furia del rencor apresado, combustible nuclear que no se agota, que no logra detener la maquinaria que hace marchar, son las mismas que rezan pésame Dios mío y Creo en la resurrección. No merecen otra cosa que el escrache. La lista está allí otra vez. Una mujer que se practicó tres abortos. Un par más con dos y una decena con uno cada una. El infierno. En el segundo círculo del averno de esta niña de quince años, me dice su edad al pasar, no recuerdo bien cómo, están los infieles. Los que mantienen relaciones con travestis, con hombre si son hombres, con mujeres si son mujeres. "Tortas", dice su ranking. Son pocas, si se compara con los varones que merecen la llama de esta Torquemada de uniforme escolar. Por fin, su lista incluye a los que dicen ser hijos de un padre que no es tal, nietos de una mujer que en realidad fue la madre precoz.

Una niña, o dos, nunca lo supe de ella, jugaban a poner en un sitio de Internet con acceso desde cualquier parte del mundo a los cínicos de la ciudad de Victoria, Entre Ríos, que decían en público que hacían blanco y en la intimidad abrazaban negro. La vida íntima, de cuatro paredes, la que uno elige casi en el secreto de la conciencia, expuesta por vengadoras anónimas de menos de veinte años que sintieron el deseo de hacer justicia. Eso me dijo ella misma. Justicia para los cínicos. Un incontrolable deseo.

Cuatro: Los males mayores de la humanidad pueden resumirse en un único y mismo orden: los hombres están enfermos de no saber vivir en libertad y de no conocer las delicias de la autonomía. Es Antístenes el que habla hace casi veintiséis siglos. Diógenes detesta a los hombres que contribuyen con ardor y determinación a su propia alienación y se abandonan al azar y a la suerte con la mayor de las pasividades.

El objeto y el fin máximo de la filosofía cínica es la felicidad. ¿Cuál es el sentido de la vida? Eso me preguntaste. Desesperar para evitar el conformismo. Desesperar para evitar la mirada del qué dirán. Para ello es necesario vivir de conformidad con la naturaleza y no según la opinión de la multitud. Obedecer al deseo debe ser la respuesta a la pulsión del deseo. Obedecer al deseo es la mejor manera de olvidarlo. El sabio, dice Diógenes, no permite que el deseo lo aliene; antes bien, lo encauza a través del placer, único remedio a la líbido. No creer en las virtudes masoquistas que postulan el sacrificio, el dolor del no placer porque sólo hacen parir la envidia desesperada hacia quien sigue su deseo, su sentir y la envidia muta en venganza.

La envidia, la alienación, mutada en venganza.

Cinco: No hay excusa pueblerina de infierno chico y justificaciones pobres. No hay negligencia que nazca a los quince años. Dos niñas montaron un sitio de Internet para "escrachar" a los que se salían de sus dogmas disfrazados de preceptos morales.

No es justo decirles cínicos. Porque eso es otra cosa. Y porque es poco.

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