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Martes, 10 de enero de 2012

CONTRATAPA

Diez ficciones mínimas

 Por Rubén Vedovaldi

Campeones

La primera olimpíada no fue helénica sino hebrea. Se enfrentaron, en combate a una sola vuelta, Abel, pastor de ovejas y Caín, labrador. Ganó Caín uno a cero, aplicando la nueva técnica del desnucamiento.

Al tiempo, matarse entre hermanos se convertiría en el deporte más difundido.

La última cena

Un buen hombre le tuerce el cuello a un ángel, saca un cuchillo, lo degüella, lo despluma, le saca las tripas y lo condimenta para un divino almuerzo en el que ha invitado al Diablo.

Al Diablo le encantó tanto la comida que, para retribuir la atención, a los postres, le dice al buen hombre:

Ahora yo te invito a cenar a mi cueva.

¿Y qué habrá de cena?, pregunta el hombre.

Un diablo, por supuesto.

El hombre va a la satánica cueva llevando el mejor vino y una caja de bombones.

El Diablo sonríe, lo hace pasar, le tuerce el cuello, lo degüella y se da la mejor cena.

El cementerio nuevo

El gobernante de aquella aldea llevaba a enterrar sus muertos a una ciudad vecina, hasta que el intendente de la ciudad vecina le advierte: "No hay más nichos". Y hubo que hacer el cementerio propio.

El gobernante mandó construirlo sobre el pico de la más alta montaña, para que las inundaciones no se llevaran los féretros.

La idea pareció buena, y así pasaron algunos años en paz... hasta que despertó el volcán.

Consejo sabio pero viejo:

Cuando te pique un mosquito, no te lamentes diciendo: "¡Oh, que desgracia, un mosquito me ha picado!".

Más bien di: "¡Suerte que no me ha pisado un hipopótamo!".

Vacunas

Un endocrinólogo descubre una vacuna contra la felicidad y aconseja vacunarse para prevenir las culpas que trae como consecuencia el ser feliz en un mundo infeliz, pero nadie le compra la vacuna.

Luego inventa una vacuna contra la buena suerte, para prevenir las envidias y desgracias que provoca la buena fortuna, pero ni regalada la quieren.

Entonces el endocrinólogo descubre una vacuna contra la resurrección y se las ofrece a los muertos. Todos le compran y siguen tranquilamente muertos, ya sin sobresaltos ni temor a tener que ganarse la puta vida quien sabe cómo.

Antes de oír el disparo

Antes de oír el disparo, la bala ya me había matado.

Entonces desperté y me puse a escuchar más atentamente, pero antes de volver a oír el disparo la bala ya me había vuelto a matar. De bronca no quise intentar nada más, y me quedé bien muerto.

Polizonte

Audaces polizontes se disfrazan de personajes míos para engañarme. Se entrometen en mis relatos y le modifican el destino a alguien o a más de uno.

Hoy planeaba crear un personaje eunuco para ponerlo de porta alfanje a la puerta del dormitorio de la bella doncella de mi relato recién abierto.

En eso pensaba cuando del antiguo Egipto me llega uno, negrísimo, enorme, y se ofrece a mi servicio. Su mano derecha sujeta de una gruesa cadena a un temible perro de tres cabezas.

"Justo es lo que necesito - le digo- venga. Esa es la puerta del dormitorio de la doncella. Que no entre ningún hombre".

Y me voy a dormir confiado a mi cuarto, dejando la escena a su custodia.

Me despiertan los aullidos de la bella doncella, que debía llevar virgen para casar con el príncipe. La bella me grita que fue violada por delante y por detrás. Pregunto a su nodriza por el eunuco.

No era eunuco - me dice--. La sedujo y la violó a ella, me violó a mi y menos mal que no lo violó a usted.

¿Dónde está?

Escapó por el jardín de senderos que se bifurcan a otros cuentos de otros autores.

Estampado

Un buen hombre se ganaba la vida vendiendo estampitas milagrosas del Diablo. Cada estampita tenía poder, pero sólo para una vez.

El comprador podía pedir un milagro y mientras este se realizaba, la estampita se hacía humo. De esta manera, el buen hombre podía seguir vendiendo y sobreviviendo.

Un cliente no tuvo mejor ocurrencia que rogarle a su estampita que se le apareciera el Diablo. Con tanto fervor rogó el creyente, que el mismísimo Diablo se le apareció, vivito y coleando.

El Diablo era el mismísimo vendedor de estampitas.

Progreso de la fe

El monje ha quemado los manuscritos esotéricos y huye a caballo en la noche.

Una bestia se come los iconos del santuario.

Soldados borrachos saquean algunos muebles antes de que el fuego lo consuma todo.

Mañana vendrán con esclavos para levantar el templo nuevo de la nueva creencia.

Comenzarán por la mazmorra profunda.

Cada nuevo templo se levanta sobre los cadáveres de un sacrificio inconfesable.

Feliz Noche Buena

Feliz Noche Buena, le deseaban a un anciano.

"Feliz noche buena son tres sin sacarla", murmuró el anciano, con nostalgia de su mocedad.

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