rosario

Lunes, 5 de junio de 2006

CONTRATAPA

Sonrisas oficiales

 Por Sonia Catela

Planta en el espejo el primer plano de sus dedos, tentáculos de un pulpo de petróleo. "Qué oscuros, pero qué oscuros son, puta". Renueva la consternación como si alguna ley física de incumbencia personal lo ennegreciera, con violencia, a diario, y él debiera redescubrir ese peso, también a diario. "Son casi negros", constata. Cierra y abre los dedos delante del espejo, como si de afuera no llegaran los gritos que lo reclaman. Los gritos de que él salga con el anuncio de que por fin firmó el beneficio, el aumento universal. Lo tironean ese clamor y el otro cuchicheo que se bate detrás de la puerta. Y tironeado, él cataloga su piel que se empeña en ennegrecerse. Sabe el modo en que ellos, los cuchicheantes de detrás de la puerta, lo están tildando (oscuro). Por detrás, pero no tanto como para impedir que se cuele el mote injurioso, porque que él se entere es parte del juego del ida y vuelta, de la avenida de doble mano en la que él sale y firma lo que los cuchicheantes no quieren que firme, lo que los reventará beneficiando a la multitud callejera que anda a los gritos. Pero son los cuchicheantes los que fijan los stándares y adjudican, a su marca de oscuridad, la barbarie. Lo llaman: "el negrito, el cabecita" pero no de esa manera piadosa. Se mofan con un calificativo infame, al que su color le otorga rotundamente la razón. "Qué oscuro soy, puta, qué yeta". Ahora debe salir y los cuchicheantes esperan que no firme los documentos, los delata su ansiedad blanca, esas muñecas azulosas de latidos precipitados, esas sienes que no parecen sudar porque ellos nunca parecen sudar, y él, calándose las gafas de sol, ve que los anteojos no se le notan, no contrastan en su cara. "Ellos" los cuchicheantes se lo hacen a propósito, a propósito le buscan los colores que más lo ennegrezcan, y ahora, a punto de salir, papeles en mano, no decide si sus dedos tabaco oscuro deslizarán la revancha sobre la hoja, o no. "No firme" le han pedido, en la punta opuesta de los gritos que en la calle festejan por adelantado, festejan antes de que él mismo sepa si revancha o alianza. "No firme" han insistido los cuchicheantes y le han advertido los perjuicios que acarreará, al país y a él, si rubrica el documento, como si ser oscuro coincidiera también con ser estúpido. "No firme". Se lo han susurrado, le han mandado al obispo y al jefe del gremio para que actuaran de mediadores, y le han escrito cartas y telefoneado a toda hora mientras él revisaba su propia ropa "igual a la de ellos" y el peinado, construido como los de ellos, y chequeaba las cuentas en los mismos bancos y practicaba idénticos pasatiempos y también controlaba la subida cotidiana en la marca de su oscuridad. Sólo que él tiene la decisión de esa firma que se les estrellaría en las propias jetas de labios y cejas claros y se asomaría a la ventana y la gente lo vitorearía por los beneficios masivos firmados. Pero entonces él sería oscuro para siempre jamás, sin retorno, oscuriéndose día a día, momento a momento, como se lo harían saber y notar los cuchicheos, y más, publicarían sátiras con el mote infamante y contratarían humoristas televisivos y se hundiría en una negritud de ranchos y olor ahumado, confinado a abrazar cuerpos que sí sudan, y tiene un solo camino para llegar a ser quizá, alguna vez, el otro, el blanco; entonces abre la puerta, entra al despacho contiguo y les anuncia a los cuchicheantes que no firma, que el país reclama no firmar y no firmará. Y recibe los aplausos.

[email protected]

Compartir: 

Twitter

 
ROSARIO12
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.