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Jueves, 24 de abril de 2014

CONTRATAPA

Solteros con mascota

 Por Pablo Ernesto Suárez

La vieja sociedad humana, en su fantasía de creerse nueva, va generando pretendidas soluciones a problemas que nos acompañan desde aquellos tiempos en que pintamos en las cuevas de Wermus aquellos animales y aquellos cazadores.

Digo que ya late allí el tema de la soledad. Esos numerosos grupos de cazadores por qué tantos? No era necesario... si la idea de la caza podría resumirse en uno solo. Pero no. Hubo que dibujar muchos, como una forma gráfica de cambiar el eje respecto de la soledad de ese entrañable cavernícola. Idéntica reflexión nos merece "la cueva de las manos" en las que vemos el millón de manos que me aplauden y donde el pintor ﷓al contrario de lo que cantara el zorzal criollo﷓ quiere que todo el mundo se imagine cómo es de amarga y honda su eterna soledad.

Cansados de mandar mensajes en botellas (lo que nos ha llevado a un increíble y redundante "embotellamiento de botellas" según Sting) el ser humano contemporáneo ha salido a afrontar la soledad de diversas maneras. La familia, la amistad, las parejas; distintas estrategias para dejar de sentirse solo. Ya desde que nacemos nuestros padres y hermanos nos acompañan todo lo que pueden, luego los amigos que uno va haciendo hasta que se casa y ahí los cambia por los "amigos de la pareja" (que no es lo mismo que la evolución a "casados" de nuestros amigos de soltería). Luego los hijos, la nueva familia, los compañeros de trabajo, los viejos amigos que aparecen.

Pero entre los resquicios de ese itinerario o al final del mismo, hay mucha gente que vive sola su cotidianidad. Sale del trabajo, pero llega a casa y está sola. Pasa años de su vida rodeada de gentes pero llega a una edad en la que se queda sola. Y entonces, el observador ve aparecer esas nuevas formas de combatir la soledad de todos los días. Y me he dado cuenta que esa soledad, la inmediata, la terrible, se combate en dúos. Lo que contaré, es lo que vi.

Lo que no quiera decir que duerman (siempre) solos. Eso sí: no están casados, ni juntados, ni amancebados. Tienen relaciones más o menos informales (hay de todo), o una rotación de relaciones íntimas con las que pasan los buenos ratos, desde la cena hasta los primeros ronquidos y luego un despertador que suena temprano, para marcar la hora del regreso. Pero esas compañías no están en el cada día, no piden nada, ni dan demasiado. No esperan por tí, ni esperan por él. Aunque a veces sí, desesperen.

Digo que la compañía que sostiene a estos solteros amantes de la independencia conyugal﷓marital, es la mascota. Ese partenaire cotidiano, que saluda al dueño (no digamos "amo", prescindamos de Hegel) con un maullido, o eso que hacen los perros cuando están contentos ﷓además de menearse﷓ que no es ladrar pero que suena parecido a la risa nerviosa de los humanos. Siempre hay un monólogo con pretensiones de diálogo (aunque el enunciante lo viva como un diálogo, me niego a darle entidad de "diálogo" al hablarle a especies tan distintas a nosotros, como perros, gatos, o granaderos a caballo). El animal, recibe al dueño y el dueño dice algo para calmarlo o para calmarse y atenuar la soledad. Hablar en voz alta puede ser una buena forma de sentirse acompañado, inventando incluso voces distintas a la propia. Generalmente más agudas, aunque debemos suponer que si la mascota fuera un oso pardo o un búfalo, nuestro personaje buscaría entre sus registros a los más bajos (porque la voz reproducida muchas veces se asocia con las mascota de marras) para generar con esas nuevas voces, nuevas personas y darle al ritual de recepción un público con quien compartir el momento. También está quien elige dialogar con un tercero (contemos a la mascota, concedamos) diciendo algo así como "pero mirá vos este gato cómo me destrozó el tapizado del sillón".

Para combatir la soledad, el soltero le habla a la mascota, le saca fotografías, las sube al facebook, incluso hay casos en que le genera un facebook propio para el animal. No hay datos científicos acerca de que esto último redunde por sí mismo en la reducción de la soledad, pero genera actividad, que como sabemos, es un buen antídoto contra los malos sentimientos que genera el estar solo. La moda relativamente reciente de nombrar a los animales con nombres humanos contribuye a estas prácticas, en un esfuerzo de brindarle el máximo de humanidad posible a seres que nunca podrán poseerla, por lo menos hasta que los laboratorios avancen. Y en ese momento querremos tener mascotas con porcentajes ciertos de humanidad en su ADN? Como los kilates del oro, la gente elegirá sus perros con un 25% de humanidad, o un canario al 70% y se someterá a los vaivenes de su estado de ánimo: melodías alegres cuando está alegre y canciones de Fernando Cabrera cuando comprenda su encierro.

El soltero cuida a su mascota. Hay casos documentados de solteros que han regresado temprano a casa, para alimentar su mascota, o para sacarla a hacer sus cosillas. Ignora todo acerca de las horas que pueden pasar hasta que un animal muera por hambre, pero ha logrado sentir el hambre de su perro como si fuera propio; he ahí una muestra de que la soledad está siendo superada: sentir crujir las propias tripas, porque el perro no ha comido. Y hay quien ha postergado sus vacaciones por no tener nadie de confianza que llene el receptáculo de la comida del animalito. En este contexto "de confianza" significa "que tenga sentimientos cuasi﷓maternales sobre mi mascota".

El sexo de las mascotas es fruto de muchos comentarios. Los prejuicios todo lo dominan, y aunque no ha sido confirmado estadísticamente, he observado que si la mascota es felina, el sexo del animal aparece simétricamente repartido (gato-gata), pero en el caso de los caninos, predomina la hembra sobre el macho. El perro macho parece ser una mascota más bien familiar, mientras que el humano soltero se inclina por la hembra. Pero si vamos más allá del sexo, y seguimos con los análisis incomprobables, generalmente la manutención de la mascota en soltería se ha asociado con la femineidad. El soltero varón que porta mascota, será blanco de comentarios que duden de su virilidad. (Este es un artículo de costumbres, no de renovación de las ideas socialmente instaladas). Este prejuicio sólo cede ante el caso en que la mascota pertenezca a razas comúnmente asociadas a asesinatos de niños y ancianos, lo que generará comentarios sobre la capacidad intelectual del dueño del perro. Evidentemente, nadie está libre de los comentarios hirientes. Y hay gente a la que le pagan por eso.

La nueva "mascotidad" se abre paso: de ser el acompañante del hombre en la cacería o el canario cantor para cortar el silencio, hoy es el refugio del que ha elegido vivir con humanos en lo público y con animales en lo privado.

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