rosario

Lunes, 12 de julio de 2010

CORREO

Matrimonio

Escribo luego de ir siguiendo las publicaciones sacadas por el diario concernientes a la aprobación del matrimonio entre personas homosexuales. Sólo quiero sumarme a la multitud que reclama igualdad de derechos ante la sociedad. Me parece no sólo excesivamente violento e históricamente retrógrado que se quieran sembrar ideas de guerras de religión, o que algún/a joven de nuestro país en su ya difícil, tal vez, aceptación de identidad deba sentir el peso de "la mirada desaprobatoria de Dios sobre su vida".

Como homosexual he pasado más de la mitad de mi vida luchando conmigo misma para poder ser una persona plena y me he dado cuenta que la lucha tan profundamente sin sentido como la sentía no se trataba de nada más que de sentir el "deber" de tener que dar explicaciones sobre a quien decido amar. Aunque ridícula hoy, esta sensación me ha consumido los mejores años de mí... He llegado a la conclusión personal de que hay pocos sentimientos peores que sentirse carente de libertad de sentir y/o de poder expresar amor o identidad.

Estoy en Barcelona momentáneamente y es emocionante poder ver que acá una persona homosexual pueda estar abiertamente feliz de casarse con la persona que ama, que se los vea felices y libres, me despierta un sentimiento de impotencia enorme pensar que en mi país yo no soy respetada de la misma manera.

En este asunto sólo se está hablando de que cada uno deje al otro vivir la vida que elija, de no tener la vista puesta en lo que hace el otro y de querer por fin que la felicidad plena pueda ser alcanzada por todos. Nadie tiene el derecho de vedar el amor a nadie.

Laura Silva

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