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Sábado, 6 de octubre de 2012

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Etica y moral

En los tiempos que corren, se discute acerca del desempeño de los seres humanos en determinados aspectos de la vida cotidiana. Actualmente, existe un accionar empañado por la corrupción, la deshonestidad, el chantaje; es decir una composición de pésimos ejemplos que provocan cierta desconfianza entre los sujetos, al punto tal de no identificar a quienes realmente llevan consigo un abanico de buenas intenciones. En relación a esto, la sociedad cuestiona, con frecuencia, la ética y la moral. Aduce, por lo que ve a diario, que los argentinos adolecemos de ética y de moral. Es más, pone en igualdad de condiciones el significado de ambos términos, o sea cree que son sinónimos. Y la verdad es que no es tan así. Van por carriles separados, pero equidistantes.

La ética es un conjunto de normas que una persona determinada ha adoptado en su propia mentalidad. Así, un individuo es ético cuando se ajusta a sus principios y convicciones. En realidad, la ética estudia la moral y determina qué es lo bueno, y desde esa óptica cómo se debe actuar. La ética promueve la dignidad del hombre a cada instante.

La moral constituye un conjunto de normas, creencias, valores que una sociedad se encarga de transmitir de generación en generación. Orienta acerca de las acciones correctas e incorrectas, de algún modo regula el comportamiento de los integrantes de la sociedad, abarca el accionar de los seres humanos en todas sus dimensiones.

En consecuencia, y luego de analizar sendas conceptualizaciones, debemos asumir que muchos de los ciudadanos argentinos están distantes de cumplir acertadamente con una conducta moral y ética, según sea en forma colectiva o individual. Hoy día, la deshonra, las maniobras sin la debida transparencia abundan en nuestro país. Esto sin hacer referencia exclusivamente a algunos dirigentes políticos sino al conjunto social. Las culpas por el mal desempeño de las acciones son compartidas, no se limitan a un sector poblacional. Lo más preocupante es que no hay indicios de cambios en el corto o mediano plazo. Los adultos no estamos dando muestras de conductas ejemplares a los jóvenes. A menudo, las escenas públicas son vergonzantes. La deshonestidad es moneda corriente en Argentina, y lo peor es que muy pocos hacen un mea culpa o un examen de lo interior. No olvidemos que las próximas generaciones van a adoptar esas malas enseñanzas. A partir de una concientización general se revertiría la actual situación, pero tal vez sea mucho pedir en una sociedad que está más pendiente de la inseguridad, la inflación y la escasez de oportunidades de desarrollo que de su propia conducta.

Marcelo Malvestitti

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