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Miércoles, 30 de octubre de 2013

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El lenguaje neoliberal

En uno de sus célebres artículos de la década del '80 Julio Cortázar expresaba que bajo el imperio dictatorial de capitalismo en su faz neoliberal las palabras eran violadas sistemáticamente. Por ejemplo, vocablos como derechos humanos en boca de genocidas como Jorge Rafael Videla, responsable junto a otros tantos cientos de civiles y militares de treinta mil detenidos desaparecidos en la Región argentina. Cortázar ponía al desnudo la hipocresía y perversión de un sistema aniquilador de vidas por diversos medios.

En su novela 1984, George Orwell relata las siniestras paradojas de llamar al ministerio de la guerra, ministerio de la paz, afirmar que el odio es el amor y la sumisión a los tiranos la verdadera libertad.

Además Orwell agregaba que en sociedad opresora y opresiva regía el "doble pensamiento" y la neolengua.

La historia social contemporánea exhibe múltiples acontecimientos de estas prácticas de manipulación de masas dominadas, recordemos que en la entrada de los campos de exterminio del nazismo había un cartel colocado sobre los portones que decía "El trabajo libera".

En la ex URSS, actual Federación Rusa, los disidentes políticos eran enviados a los Gulags del servicio secreto KGB, del cual fue miembro activo y jerarca el actual presidente Vladimir Putin, que pretende mostrarse como garante de la paz en Siria.

Barack Obama, designado Premio Nobel de la Paz, continúa con el centro de detención de prisioneros en Guantánamo, el prometió cerrar, pero promediando su segundo mandato ese lugar de destrucción de seres humanos persiste para oprobio de nuestra especie. Continúan los ataques contra la población de Afganistán.

El anuncio en Venezuela de la creación de un Ministerio de la Felicidad Suprema no puede sino generar inquietud, se parece bastante a las estrategias que pretenden generar expectativas favorables a la continuidad de la demagogia estatal, es decir, del ejercicio discrecional del poder y la dominación. Nos recuerda a la novela distópica de Aldous Huxley, Un mundo feliz.

Señala Jacques Lacan que el lenguaje no es inocente y agregamos nosotros, tampoco lo son los productores de discursos persuasivos para asegurar sus privilegios.

Carlos A: Solero

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