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Viernes, 26 de diciembre de 2014

PSICOLOGíA › "EN TERAPIA" NO ENCARNA UNA ESTéTICA COMPLACIENTE

Arte, síntoma y transferencia en pantalla

 Por Sergio Zabalza*

"Somos mucho menos griegos de los que creemos. No estamos ni sobre las gradas ni sobre la escena". Michel Foucault

Un programa que emite la televisión pública narra las alternativas que atraviesa un analista durante el tratamiento con sus pacientes. Habida cuenta de que la buena doctrina indica que en el dispositivo analítico hay un solo sujeto - a saber: el paciente- , la perspectiva del drama hace inevitable el conflicto entre el lugar del analista y la persona que encarna el personaje.

Esta inquietante tensión, que recorre cada minuto de la tira, explica el éxito cosechado tanto en nuestro país como en otras latitudes. En efecto, las miserias, errores y desatinos de Guillermo - el analista- , tan necesarios como inobjetables desde el punto de vista dramático, constituyen un escándalo desde la teoría. De allí que la única transferencia efectiva y real que acontece es la del espectador con la obra de arte.

Para decirlo todo: el público se ve atraído por la castración del sujeto que se presenta como analista. Aquí es donde se suscita el crucial encuentro entre ficción dramática y psicoanálisis. Porque lo que nos causa, interpela y divide es siempre la falta en el Otro. Y no en vano, según Lacan, el arte enseña al analista cómo operar con ese vacío propiciatorio que aloja al sujeto, al tiempo que lo causa para un trabajo significante. Decía: "Explicar el arte por el inconciente me parece muy sospechoso, es sin embargo lo que hacen los analistas. Explicar el arte por el síntoma, me parece más serio".

En otros términos: en lugar de inyectar sentido con clave edípica, la única interpretación válida en un análisis es la que el propio paciente formula respecto a sus síntomas, siempre y cuando, claro está, la abstinencia y la docta ignorancia del terapeuta le propicien alguna pregunta fecunda. Es decir, cuando el analista, tal como sucede con la obra de arte, incomoda, desafía, rompe estereotipos y, como si fuera un cuerpo extraño - un síntoma- , causa el trabajo de interpretación del sujeto. "Es enteramente evidente que en ese registro el psicoanalista se introduce en primer lugar como sujeto supuesto saber, es él mismo quien recibe y soporta el estatuto del síntoma", dijo Lacan.

Virtud desde ya desechada, sin embargo, en la saga que nos convoca, dado que el protagonista es el sujeto/analista: contradicción conceptual tan rica para el drama como imposible en la práctica clínica. Lo cierto es que lejos de ofrecerse como "soporte del objeto" que determina la singularidad del sujeto, Guillermo no cesa de introducir sus propios fantasmas en el discurso de sus pacientes.

Es probable entonces que las mismas torpezas que generan actings, malestar y transferencia negativa en los pacientes de Guillermo, sean las que alojan y causan al televidente. Sin duda, un logro de los autores, los cuales han hecho gala de su lucidez y ubicuidad, al mostrar las consecuencias de los desaguisados clínicos en que incurre el protagonista.

No creo, entonces, que En terapia participe de una estética complaciente. Desde este punto de vista, la ética del artista está cumplida. Las críticas o reclamos - cuando no los enojos- por las claudicaciones éticas del personaje se transforman entonces en objeciones morales, poco pertinentes a la hora de juzgar una ficción. El artista no tiene por qué reivindicar un ser moral. Basta que su propuesta se sostenga en una ética que convoque al espectador de la obra a un trabajo.

*Psicoanalista. Texto publicado en www.elsigma.com

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