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Jueves, 18 de agosto de 2016

PSICOLOGíA › EL LUGAR DEL JUEGO PERMITE ADENTRARSE EN LA SUBJETIVIDAD DE LA éPOCA

Qué se juega al apostar sin límite

Resulta imprescindible puntuar cuándo se
pasa del placer a la manía o adicción, y
qué de la vida de un sujeto se vela allí.

 Por María Juliana Bottaini*

¿Quién no ha jugado alguna vez en su vida? En la infancia el juego es constitutivo, forma, da forma y transforma lo vivido pasivamente. Las pasiones del ser y del alma: amor, odio, ignorancia, encuentran su expresión en el juego. La tristeza y la manía también logran su refugio en la actividad lúdica.

El lugar del juego en cada contexto histórico social nos permite adentrarnos en la subjetividad de la época y en el uso del tiempo libre. Las mujeres que se reúnen a jugar a la canasta, o los bingos de los clubes; las mesas clandestinas que paralelamente conviven en ellos, las partidas de truco, chinchón, con asistencia masculina preferentemente, forman parte de un cotidiano y una cita a la que nadie falta.

Hay un momento en que la frecuencia y el modo de jugar se transforman. El pasaje es desde el juego simbólico, social, creativo y placentero, enmarcado en la invención y la libertad, a una práctica muy cercana a la desgracia, la soledad y el aislamiento, con un tufillo a compulsión y adicción. Una práctica que escapa al control del sujeto: si gana continúa jugando para ganar más y si pierde también sigue jugando para recuperar lo perdido. Adicción que muestra y promueve personas en la soledad más extrema, la depresión, la ruina y la ausencia de libertad. Jugadores juguetones, sujetos sufrientes, desgraciados, desafiantes de todos los límites, que juegan hasta con el destino, la suerte y la propia vida. Como los protagonistas del film Mississippi Grind, dos paradigmas de jugadores que cuando apuestan todo se definen héroes porque "se atreven a hacer lo que otros no". Adicción que responde a la proliferación de casas de juego y objetos tecnológicos, como una respuesta al malestar de la época: la soledad, la tristeza, la depresión, el sinsentido de la vida. Claro que el aumento de los casinos y salas de juego no son la causa de esta enfermedad, sino que la causa estará en la singularidad de cada persona. Resulta imprescindible puntuar, en cada uno, cuándo se pasa el límite del placer a la manía o adicción, y qué de la vida de un sujeto se vela a partir del juego. Hay allí una oscura satisfacción, un goce obsceno que invade todas las funciones psíquicas, abrochada a la idea de que la máxima satisfacción se obtiene cuando apuestan y arriesgan todo. Más allá del dinero, ¿qué pierde o gana una persona cuando juega? ¿El jugador desea ganar? Existen muchos testimonios donde se escucha que no interesa tanto ganar, sino reencontrar, repetir, ese extraño placer o satisfacción que se obtiene en el acto de apostar. También se satisface algo más en el sujeto: la necesidad de autocastigarse, de culparse, y prometer no volver a hacerlo para luego caer nuevamente en ese abismo.

Entre los jugadores hay una pregunta que los define, les da una identidad y un nombre: ¿cuál es tu juego?

El 27 de agosto tendrá lugar el IV Encuentro Interinstitucional sobre Ludopatía en la Facultad de Psicología de la UBA. Allí tendremos la oportunidad de debatir y compartir, junto a colegas de Argentina y Uruguay convocados por esta práctica cada vez más viralizada. El T y A (Instituto de Toxicomanía y Alcoholismo) de Rosario estará presente, e invita a quienes deseen sumarse a este encuentro.

*Psicóloga. Psicoanalista. Integrante TyA Rosario (Toxicomanía y Alcoholismo). Contacto: [email protected].

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La proliferación de casas de juego y objetos tecnológicos es síntoma del malestar de la época.
 
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