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Viernes, 28 de febrero de 2014

CIUDAD › INDAGATORIAS A REPRESORES

Prueba de cinismo

Durante la mañana, algunos acusados de delitos de lesa humanidad durante la última dictadura hicieron uso de su derecho a declarar en el juicio a nueve represores de la patota de Feced. El imputado que da nombre a la causa, Lucio Nast (el Ronco, en la foto), fue uno de los que habló. "Centros clandestinos eran los de las organizaciones terroristas", dijo en la audiencia. Ramón Telmo Alcides Ibarra, al que apodaban "Rommel" en el centro clandestino de detención Servicio de Informaciones, se preocupó por la falta de un crucifijo en la sala de audiencias. "Puede ser una cuestión política, grave error", opinó el represor. Aún más lejos fue Carlos "Caramelo" Altamirano, acusado por los asesinatos de Conrado Galdame, así como los ciudadanos peruanos Rory y María Antonieta Céspedes Chuang, a quienes sindicó como integrantes de Sendero Luminoso.

La perfecta contracara del cinismo de los acusados fue la dignidad de las dos testigos víctimas que declararon por la tarde. Lelia Ferrarese --detenida ilegalmente desde 1976 hasta 1983-- y Laura Torresetti, secuestrada en mayo de 1976, no dudaron en señalar a sus verdugos. Aunque temblaban, por el dolor de revivir el cautiverio y las torturas, los identificaron sin hesitar. Ferrarese reconoció a Altamirano como uno de sus secuestradores y Torresetti pudo reconocer a Ibarra ("es el de saco verde", dijo) así como a Pedro Travagliante, alias Trava, ("el de remera a rayas").

La causa conocida como Feced II está a cargo del Tribunal Oral número 2, presidido por Noemí Berros, e integrado también por Roberto López Arango y María Ivón Bella. Además de Nast, Altamirano, Ibarra y Travagliante, están acusados Eduardo Dugour (Picha), José Lofiego (el Ciego), Ovidio Olazagoitia (el Vasco), Ernesto Vallejos (Managua), Julio Fermoselle (Darío) y Ricardo Torres. Todos por privación ilegítima de la libertad, torturas y asociación ilícita, imputaciones a las que Altamirano suma los tres homicidios.

En las indagatorias, los acusados intentaron despegarse de las acusaciones. "Niego totalmente haber participado y manifiesto que por mi preparación teológica y filosófica me designaron cumplir funciones en ceremonial", dijo Ibarra. Dugour se victimizó: "En un momento dado se me da la orden de asistir a San Nicolás, donde fui baleado por montoneros y perdieron la vida dos compañeros", expresó. Los más locuaces fueron Altamirano y Nast. "Es importante decirle al Tribunal que es imposible la figura de perseguido político", hizo su peculiar relectura Nast. En cambio, Altamirano admitió que las condiciones de detención en el SI le desagradaban: "El solo hecho de entrar al servicio, el olor a ser humano hombre o mujer, no me entraba en la cabeza como podía ser que estuvieran juntos". Fue justamente por ese desagrado que "no pernoctaba ahí, dormía en mi auto o en el casino de oficiales. Yo era jefe de brigada, estaba a disposición de cualquier tarea que me asignaran, no solo en la lucha antiterrorista", se autoincriminó ayer.

El abogado defensor particular Gonzalo Miño pidió que los imputados no estuvieran presentes en los testimonios pero el fiscal Gonzalo Stara argumentó que debían presenciarlos. Mientras Torresetti hablaba, Altamirano hizo gestos y aplaudió. La presidenta del Tribunal le advirtió que debía respetar a las víctimas.

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