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Lunes, 8 de agosto de 2016

CIUDAD › LA DURA REALIDAD QUE VIVEN LOS COMEDORES COMUNITARIOS DE VILLA BANANA, LUDUEñA Y BARRIO TOBA

"Con este gobierno vamos a morir de hambre"

Así lo expresó una de las cocineras que reveló que hay lista de espera de familias enteras que buscan una ración diaria.

 Por Lorena Panzerini

En los barrios más humildes de Rosario, el hambre pone en lista de espera a familias enteras. Los comedores comunitarios de Ludueña, Villa Banana y Barrio Toba, que recorrió Rosario/12, ya no dan abasto. En los últimos tres meses la demanda por un plato de comida fue en aumento, en consonancia con lo revelado días atrás por el arzobispo Eduardo Martín, quien habló de cinco puntos de incremento de la pobreza, en los último meses. "Si seguimos así con este gobierno, me parece que todos nos vamos a morir de hambre. Desde que están en la Nación es una vergüenza lo que está pasando", sollozó Santa Bernarda, a quien todos conocen como Ucha, en el corazón de Villa Banana. En Ludueña, las cocineras del San Cayetano tuvieron que sumar 150 raciones desde que empezó el año; el comedor del padre Montaldo alimenta a unos 300 chicos; mientras que en barrio Toba la situación es igual de preocupante: hay 140 familias numerosas que esperan recibir una ración de comida del comedor La Morena, que ya alimenta a 470 personas.

Ya pasó el mediodía del viernes y en el centro comunitario San Cayetano -aquel que supo tener a Mercedes Delgado como cocinera, hasta que la asesinaron en 2013- se acaban de repartir 550 raciones de arroz con hamburguesas. Hasta diciembre, cocinaban 400 porciones diarias, pero la desocupación llevó a que aumentara la demanda. "Antes la gente trabajaba en albañilería, fábricas; pero ahora hasta el cirujeo cayó", revelaron Mirtha y sus compañeras del comedor. "Volvió una mamá que no venía hace dos años, porque la familia estaba mejor económicamente, pero ahora se quedaron sin nada", dijeron como ejemplo de la situación del barrio. "Lo peor es que no parece que las cosas mejoren, y eso nos preocupa: hablamos con las madres y los jóvenes para que si llega a pasar algo como lo del 2001 no salgan a la calle, porque nosotros cargamos con los muertos, como Pocho (Lepratti) y Mercedes", se quebró Mirtha.

En el comedor de Bielsa y Garzón, no solo en las raciones de comida se nota la pobreza y la necesidad de trabajo. "Aquí se dictan clases de capacitación en oficios, como las de murales y letristas, que trabaja con jóvenes de 16 a 30 años, para que tengan una salida laboral. La demanda se incrementó ahora; antes había changas de albañilería y demás, pero eso bajó muchísimo", lamentó Natalia, a cargo de los talleres que brinda la Secretaría de Seguridad Comunitaria.

Al San Cayetano, la provincia "envía 53.700 pesos por mes; y Cáritas manda arroz, pollo y a veces huevos". Mirtha señaló que "el gobierno manda ese dinero para alimentar a chicos de 2 a 12 años; pero, no podemos no darle al resto del grupo familiar, cuando son las madres las que vienen a cocinar". Además, planteó: "Con la provincia y la Municipalidad no nos podemos quejar porque este mes dijeron que nos van a aumentar un 30 por ciento el ingreso, pero en cuanto a los pedidos que hicimos a Nación no nos dieron respuestas, ni siquiera nos recibieron. Acá vemos que la falta de trabajo y el precio de los productos generaron que venga más gente; incluso, a la copa de leche", señalaron.

En barrio Toba, donde una llovizna leve embarra rápidamente las calles de tierra, Rosa relató que hay 450 niños en la planilla del centro comunitario La Morena, que se llevan una porción de comida cada viernes y sábado. Sin embargo, la mujer lamentó que en los últimos tres meses se sumaron 140 familias a una lista de espera, porque los recursos "no alcanzan" para ponerlas en planilla. El comedor se sustenta con 5 mil pesos del Municipio y unas pocas colaboraciones de otros sectores. El viernes, siete personas cocinaban la cena: polenta con papas, cebollas y zanahorias. "La comida tiene que satisfacer el hambre, porque para muchos es la única comida del día", dijo Rosa, que hace nueve años sostiene el comedor pegado a su casa. "Las familias están compuestas en gran mayoría por criaturas; y desde hace tres meses tenemos gente en espera, porque ahora no tenemos qué darles", lamentó. Todos los viernes y sábados, a las 18 se reparten las raciones, pero "un rato antes llegan mamás que no están en la planilla para ver si nos sobra algo para darles", contó.

Ante esa situación, la mujer insistió con más ayuda: "Nos dijeron que este mes nos darían 300 pesos más, que no hay más. Ellos pretenden que con esa plata haga una comida al mes, pero ¿qué le digo a la gente el resto de los días?". En tanto, la provincia "ayuda con la garrafa: nos dan 600 pesos por mes, pero el gas me cuesta 700", dijo la mujer. "Hay mucho hambre, mucha crisis. Los que tenían un ingreso se quedaron sin trabajo; y el resto de la gente vive del cirujeo. Yo quisiera que muchos vengan acá a las 6 de la tarde, para que vean cómo la cola de madres da la vuelta a la esquina", dijo. "Hace dos meses fui a pedir ayuda en Nación pero me dijeron que por ahora no había nada", se encogió de hombros.

En Lima al 3000, después de atravesar una calle asfaltada gracias al reclamo de las organizaciones barriales, el centro comunitario de Mujeres en Lucha --en actividad hace 28 años--, le da de comer a 470 personas, los jueves y viernes por la noche. En vacaciones de invierno y de verano, alimenta solo a niños, todos los días. "La Municipalidad me da 7.200 pesos y este mes aportó 390 pesos más; pero no me alcanza, porque hay muchos chicos, y tampoco recibimos la copa de leche, aunque yo se las preparo igual cuando logro vender algunas de las cosas que mi marido trae del cirujeo.", relató Ucha, a cargo del humilde comedor que tiene al Principito pintado en las chapas de la entrada, a un costado de la escuela Marcelino Champagnat.

La realidad, en esa zona de cables enmarañados sobre las calles, no es distinta a la de otros sectores populares. "Hay muchos chicos que se sumaron en estos meses; gente a la que no le alcanza la asignación o que se quedó sin trabajo. Incluso, tuve que poner a 60 familias en lista de espera, y son familias numerosas, con varios niños. La realidad es que la plata no alcanza: a lo que aporta la Municipalidad yo le pongo mil pesos de mis siete hijos y los aportes que puede hacer mi marido, de los lugares donde limpia", dijo Ucha.

La mujer también buscó que se incremente la ayuda. "Fui a la Provincia y me cerraron la puerta. Lo que me duele es que les dan cajas de leche a gente que la vende en el trueque. Me duele lo que hacen Nación y Provincia conmigo, porque pido para los chicos, no para mí. Vivo en un rancho, como todos acá; y no tengo nada porque toda mi plata va a ayudar a los chicos", dijo entre lágrimas. La situación de pobreza es tal que "hay madres que no están anotadas en las planillas, pero igual vienen a ayudar para poder llevarse un plato de comida".

La organización popular Causa, que acompañó a este diario en el recorrido, tiene vínculos con los comedores, que ya comenzaron con los preparativos de festejos para el Día del Niño. Facundo Peralta, quien también integra la Asamblea por los Derechos de la Niñez y la Juventud, aseguró que la situación preocupa. "Si bien hay mejores defensas que en la crisis del 2001, vemos que está empeorando la situación en los barrios que habían avanzado con derechos ganados. Así que si hay que ponerse en situación ofensiva estaremos con los sectores populares, en las calles", dijo.

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Reciben ayuda del municipio y la provincia, pero "en la Nación ni nos atendieron", dicen.
Imagen: Andrés Macera.
 
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