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Viernes, 20 de junio de 2008

PD

Porque te leo, te aporreo

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¿Por qué tengo que aguantar que toda la gente “transgresora” y “diversa” como ustedes me meta en sus horribles casilleros sólo por ser un hombre capaz de enamorarme de otro hombre? Ustedes, tan transgresores (o “transgresorxs”, lo mismo da, es la misma mierda al fin y al cabo) y diversos/as como se pintan a sí mismas/os, están tan llenos de prejuicios, estereotipos y cadenas como los homofóbicos más recalcitrantes, a juzgar por el 90 por ciento de lo que se lee en su suplemento. Estoy tan hecho mierda por todas/os ustedes y sus obsesiones sexuales que, aunque me asquea y me da rabia, lo leo (a veces completo) semana tras semana porque por ahí (muy por ahí...) se pesca alguna palabra o frase con la que identificarse en medio de una vida, de un mundo tan hediondamente aburrido y falsamente diverso, tan aburrido o más aburrido o menos aburrido (quién sabe, lo mismo da) que el mundo “hétero” de allá afuera, donde todo está hecho para los hombres que se enamoran y/o garchan exclusivamente con mujeres y viceversa. Sólo muy “por ahí” hay algo o alguien con lo que identificarse, algo o alguien por lo cual sentirse vivo en este mundo de hielo, de risas falsas y crueles, donde todo amor es una putísima mentira, donde realmente lo único que importa, así se hagan muy los “queer” o las etiquetas que se les antoje inventar (primero impusieron como un dogma lo “gay”, ahora ya cada vez hay más “identidades” y “diversidades”, tantas que dudo de que alguna/o/u/i de ustedes/as/us/ws entienda algo de lo que tan “orgullosamente” proclaman como nuevo evangelio de liberación y no sé qué coños). Lo único que importa es cuánta guita ganes, cuánto produzcas, cuánto puedas comprar, cuánta imagen puedas vender, cuánto rindas en la cama, en fin... Por mucho que se hagan los antidiscriminadores, los abiertos, los superados, ninguno de ustedes podrá explicarme, y mucho menos aún sacarme este maldito dolor que me corroe la mente, el corazón y el alma, de saberme siempre paria, siempre señalado, siempre estigmatizado, siempre, de un modo u otro, una basura, un engendro asqueroso por más que me haga pasar por “persona”, frente a los normales “hétero” y a los normales “gays”, y a los normales “trans” y a todas/os los demás, por el solo hecho de ser varón y tener la maldita, la aborrecida y jamás merecedora de “orgullo” capacidad de enamorarme de otro varón. (...)

Carlos Dellepiane, un (a pesar de todo) ignoto lector.

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