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Viernes, 4 de septiembre de 2009

PRIMER AMOR

Revelación

 Por Marian Pessah

Nos conocimos en una reunión. Yo ya sabía algo de ella por otras compañeras y supongo que a ella le pasaría igual. Pero sus ojos y sus palabras llegaron antes que su nombre. No recuerdo cómo fue, pero salimos conversando. Habrá dicho algo, habré respondido, entonces debe de haber agregado una frase hasta que un inoportuno “ah... vos sos Silvia” se me escapó de la boca. Afirmó con la cabeza, con naturalidad. Sin sorpresas.

A partir de ese momento, y durante unos días, nos fuimos cruzando por el arte de la vida o porque, como diría Cortázar, hay personas que no precisan marcar día y hora para encontrarse. Simplemente sucedía. La ciudad era grande y nosotras coincidíamos en los lugares. Cuando la veía entrar, mis ojos la seguían. Cuando me descubrían, sus ojos me acariciaban. Inventábamos excusas para conversar, también para quedarnos en silencio.

Esta última vez fue en el bar de Manu, yo estaba conversando con la Pequeña cuando la vi entrar. Le tomé con fuerza la mano, de nervios, y casi temblando le dije: “Es ella”.

Silvia entraba con un amigo. Sensual, liviana, como siempre, con una remerita celeste de escote cuadrado, un colgante verde y un perfume que me invadía a distancia.

Retuve su sonrisa como una gota que se ataja en el aire, pero luego se resbala por los dedos. Hay momentos que se registran y otros que corren, húmedos, entre los dedos.

Enseguida subieron. ¿Esperarían a alguien?, ¿vendrían a un cumple?, ¿preferirían la terraza?

Al ratito bajó. Para ir al baño tenía que pasar necesariamente por al lado mío. Me regaló otra sonrisa amplia, ella era de pocas palabras, yo también. Pero en ese momento quería decir algo, estirar el tiempo, el paso. Como al pasar, se dio vuelta y me preguntó si la acompañaba. “¿A dónde?”, dejé escapar por unos labios mudos. Señaló el toilette con la mano. Caminé a paso tímido. Ella no. Llena de decisión abrió la puerta, encendió la luz, y de un salto se sentó en el mármol, entre las dos piletas de manos. Mientras se sonreía, fue bajando la manga derecha de la blusa. Despacito. Iba apareciendo su nuevo tatuaje. Era una amazona que sujetaba un labrys.

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