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Viernes, 23 de octubre de 2009

Naturalmente yo

 Por Julia Amore

Estoy en la redacción de El Teje, en el Rojas, donde también escribo.

La despatologización trans es el tema de discusión entre compañeros. Gloria pregunta: ¿Existe la palabra despatologización? Entonces, Sebastián decide buscarla en Internet... Automáticamente aparece un sinfín de páginas sobre las diferentes manifestaciones que se realizaron el 17 de octubre.

Este tema a mí me toca muy de cerca, ya que estoy en pleno proceso previo a mi operación de reasignación o adecuación genital y, como he contando en otras oportunidades, uno de los primeros pasos que hay que dar para iniciar el “Pedido de amparo”, para que la Justicia te otorgue la posibilidad de ser quien sos, es hacerse el psicodiagnóstico, donde un profesional garantiza o acredita mi condición de género. Ahí no se argumenta que estoy enferma; pero los médicos forenses utilizan la patología “disforia de género” para justificarse y definirme, como único método válido en la Argentina para poder reasignar mi identidad tanto física como legal. Esto significaría que, para la Justicia y la medicina, la única vía posible para mi reasignación es considerarme enferma.

Es ahí donde se plantea el cuestionamiento personal, y pienso por qué si yo puedo decidir engrosar mis labios, por ejemplo, no puedo tomar semejante decisión sin considerarme enferma.

Yo no estoy enferma y sin embargo me veo casi obligada a negociar esa situación ante la Justicia, perdiendo la total autonomía sobre mi cuerpo, siendo yo la única que tendría que decidir si quiero tetas, si quiero ser rubia o morocha y todo lo que se me antoje en cuanto a mi propia persona. Ese es el punto más grave en cuestión, donde no me dejan decidir si no les doy el gusto de autocatalogarme enfermita.

Efectivamente, la palabra despatologización existe y el debate/charla continúa. Leemos un poco y nos informamos de qué se trata; obviamente yo ya tenía mis ideas, pero con el afán de indagar un poco más en el mundo que no es trans o no lo es del todo, escucho opiniones y planteo mi postura. En este caso, afortunadamente por un lado y desafortunadamente por otro, no se planteó tanta discusión; digo desafortunadamente porque siempre que hay opiniones encontradas surgen un montón de cosas que nos llevan a la reflexión conjunta o individual, pero reflexión al fin. Y lo que hace afortunada la charla con mis compañeros es que sigo encontrando amplitud, aceptación e inclusión.

Al tratar el tema concreto, que es la despatologización de la transexualidad, Gloria decía: “Es tan simple como si yo viviera en un grupo donde todos somos enanos y sólo nos relacionamos con enanos, al aparecer una persona con una altura más convencional, es decir más alta, obviamente que nos va a parecer rara, diferente, etc., y seguramente eso nos dará miedo, todo lo desconocido da miedo, pero obviamente no podremos decir que eso los clasifique como enfermos, como tampoco nos clasificaría a nosotros/as como enfermos/as, sólo se trata de diferencias” (¿A los enanos los consideramos enfermos?).

Lo natural es de acuerdo a cómo uno haya nacido y haya decidido ser natural. Yo nací de una manera y nací naturalmente como cualquier otra persona, no estoy enferma y no sufro ninguna patología, sólo soy diferente y tengo derecho a serlo y a manifestarlo de esa manera, como dice Malva, otra compañera de El Teje; ocupo un lugar en esta tierra, un espacio y tengo mis derechos, soy una persona como cualquier otra, puedo decidir sobre mi propia vida y me responsabilizo de cada uno de mis actos. Mi identidad y mi condición de género no me clasifican como enferma. Pregunto cuándo dejarán de clasificarnos, de hablar por nosotras/os, de poner la mirada en nuestras personas como en conejillos de Indias.

¿No será patológico estar buscando la patología en el ojo ajeno?

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