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Viernes, 10 de diciembre de 2010

Señoras en bambalinas

“La primera vez que la vi yo estaba en un escenario actuando y ella entre el público; en ese momento tuve la certeza absoluta de que iba a vivir toda la vida a su lado. Cuando terminó la función salí corriendo a buscarla. Debió haber sido al revés, ya sé, en general es el público el que sale corriendo detrás del artista. De cuando me acerqué, lo único que recuerdo que me dijo es que era argentina. Y ni siquiera así me arrepentí”, cuenta Jesusa Rodríguez sobre el comienzo de su historia de amor con Liliana Felipe, romance que ya lleva 30 años y que para la directora mexicana ha sido y es una relación privilegiada. “Hay algo más allá que nos mantiene juntas, creo que se llama atracción sexual”, dice, y se ríe. Esa irresistible atracción sexual no parece haber sido el único ingrediente para esta unión, porque, entre otras cosas, la creación artística común y el humor compartido han hecho su buena parte en este encuentro de titanas: “El humor cordobés de Liliana me fascina, me parece que tiene un ingrediente de ligereza; los cordobeses hacen cosas terribles, pero con un tinte muy ligero. Liliana me llena de risa todos los días y eso me encanta; sus chistes son siempre muy inoportunos. Yo, por mi parte, soy una persona seria y tímida, pero para el trabajo he elegido el humor”. No sólo para el trabajo. Jesusa deja salir durante el diálogo una chispa constante, inteligente y sorpresiva, y si esto es una defensa ante la propia timidez, o es, lisa y llanamente, extroversión no asumida, parece dar lo mismo. “De niña me dijeron que yo era artista y entendí autista: fue una confusión, no una vocación. En el teatro me sentí siempre libre y tranquila, actuar me ayudó a salir de mi enorme timidez. Creo que cuando era niña tenía miedo de los adultos. Y ahora mucho más. El problema es que ahora ya sé quiénes son, antes tan sólo lo intuía.”

Jesusa contrajo matrimonio con Liliana el 13 de marzo de 2010 durante una boda colectiva (se casaban cinco parejas en el mismo acto), pero ellas dos llegaron tarde: “En realidad, se retrasó el vuelo en el que veníamos y nos sirvió para repensarlo. Aquella fue una ceremonia en el Cabildo, con el jefe de Gobierno y toda la prensa, a la que llegamos fuera de tiempo y nos terminamos casando después. Como testigo elegimos a un doctor ortopedista pensando en nuestra edad, y además pusimos nuestra lista de regalos en una cadena farmacéutica. Nos casamos porque siempre está bien tener los mismos derechos y también como un acto político”.

El sábado próximo, a las 17, Jesusa compartirá escenario con su esposa en la Casa del Bicentenario: “Liliana va a cantar –cuenta– y después voy a entrar a opacarla con mi tesitura, porque yo –no sé si tú lo sabes– soy soprano contra natura”. Y, acto seguido, ante la pregunta sobre cómo es para ella trabajar en pareja, la Rodríguez responde: “Es buenísimo. Claro que muchas veces cada una hace algo por su lado, ella hace unas músicas y yo no me entero, y yo mis obras y ella no se entera tampoco. Es bueno trabajar juntas, sí, sobre todo cuando no tenemos ganas de ahorcarnos”.

En el camarín del Teatro Bar, Jesusa está sentada en una cómoda silla y Liliana en otra. Las dos se ríen mutuamente de sus chistes; esta escena es la prueba de fuego de que la atracción sexual no es lo único que tienen en común. Hoy sólo la Felipe saldrá a escena, pero en otros casos son las dos las que se arrojan a ese abismo de exposición que es el teatro o el show en vivo. “Esos son momentos, como cuando te vas a meter al mar –dice Jesusa–, tomas la decisión y dices ¡vamos! Entonces, Liliana y yo tenemos una forma de mirarnos diferente, es una mirada que compartimos, una especie de llave que abre algún sitio a donde vamos a ir juntas.”

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