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Viernes, 6 de noviembre de 2015

Insolencia no es frivolidad

 Por Lohana Berkins

No hay que olvidar el origen de la marcha, que fue una revuelta. Y que las protagonistas de Stonewall fueron travestis y lesbianas fundamentalmente latinas y negras. Una de esas grandes referentes fue la portorriqueña Sylvia Ribera, a quien tuve la suerte de conocer. Terminó como homeless, la encontraron muerta en el Central Park. Hay una escena de Stonewall muy particular que se da cuando la policía llega al bar. Había un código: cuando la policía se acercaba, prendían una luz de alarma. Lo primero que hacían las travestis era salir corriendo a lavarse la cara. Ese día Sylvia Ribera decidió no hacerlo. Y la policía le metió la cabeza en uno de esos baldes donde ponen el champán. Cuando logra soltarse, se vuelve a pintar la cara. En ese desafío, ella usa su cuerpo –lo único que tiene– como arma de resistencia. Qué hermoso sería que en Latinoamérica pudiéramos restituirle a la marcha el carácter de “revuelta” y rendir honor a sus protagonistas. Tuve la suerte, hace años, de visitar el mítico bar. En frente había en conmemoración una estatua de una pareja gay y otra de dos lesbianas. Nosotras: olímpicamente borradas. Llevé una boa de plumas y me saqué ahí mismo unas fotos como para “reponer ese vacío”. Las parejitas están ambas en una piadosa composición artística con gestos de amor y no de furia o lucha. Como siempre, los estudios gay hicieron su interpretación del asunto. Aquí mismo cuando empezábamos a organizar la marcha se debatió si debíamos ir con un discurso general. Dentro del colectivo hay demandas muy dispares. Junto a las de los varones gay nosotras contraponíamos una demanda propia atravesada por ser las hermanitas pobres del colectivo, por cuestiones de clase, de etnia: que no nos mataran. Logramos que se entendiera que si bien hay una transversalidad, no estamos hablando de las mismas realidades para todxs. Muchos gays en ese entonces no querían ir a la marcha porque estábamos las travestis… y encima ¡desnudas! No se preguntaban por qué era tan importante para nosotras, ese día, liberar el cuerpo. Lo veían como un atentado, vaya a saber una contra qué. Nosotras insistimos en luchar desde adentro de la marcha, y esta se convirtió en un maravilloso espacio de disputa política, simbólica. Entendimos que no es de nadie, sino de todxs y de cada unx. Y si bien hay consignas designadas por los organizadores, cada colectivo lleva las propias.

La palabra orgullo está muy discutida, afuera y adentro de la comunidad. Yo la reivindico. Si analizamos hechos tan recientes como el asesinato de Diana Sacayán y tantos otros travesticidios a lo largo y ancho del país, no es difícil concluir que sigue siendo necesario sostener la insolencia de nuestros cuerpos, para mostrárselos a una sociedad que no logra entender la fragilidad de nuestras vidas. ¿Por qué no sentir orgullo? No es un acto frívolo (aunque habrá compañeros y compañeras que exploten los aspectos frívolos del asunto. Y, en todo caso, ¿qué problema hay?). Debemos seguir nombrándonos con orgullo frente a tantas instituciones que no nos quieren nombrar, como la justicia. Y frente al peligro de que gane la ultraderecha en Argentina, comandada por ese señor que no solo no ha votado a favor de nuestros derechos, sino que ha hecho manifestaciones arengando a la violencia contra nosotrxs. Una fuerza política en la que funcionarios como el flamante intendente de La Plata, Julio Garro, no son excepciones. Garro ante la pregunta por el cupo laboral trans contestó que más que darnos trabajo, nos mandaría al psiquiatra. Retroceder es no dimensionar que a los derechos logrados hay que sostenerlos. Cuanto más avanza una sociedad, más fuertemente responden las fuerzas reaccionarias, la oligarquía, los poderes concentrados. Este sábado vamos a ir a celebrar la ley de cupo trans en la provincia de Buenos Aires y a preguntar: ¿esta gobernadora la va a garantizar? Como comunidad tenemos que tomar la calle orgullosos y mostrarles la insolencia de nuestra felicidad. Porque si hay algo que le duele a la derecha, además de nuestros derechos, es nuestra felicidad.

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