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Viernes, 26 de agosto de 2016

MATERNIDAD ATÍPICA

En el sitio Maternidad Atípica (Facebook: Maternidad Atípica) Analía Infante publica historias sobre su vida como madre de un niño dentro del espectro y sus propias vivencias como adulta diagnosticada con TEA. Internet ha sido un espacio donde armar la tribu, “podés hablar con otras familias sobre enfoques, terapias. Encontrar apoyo emocional. Y, además, para mí es más fácil entender lo que me dice una persona si no tengo que mirarla a los ojos, si puedo releer lo que me intenta trasmitir, si la persona no da por hecho que voy a leer entre líneas, como sí pasa hablando.” El diagnóstico del hijo de Analía llegó a sus dos años, ahora tiene cinco. Desde los primeros meses, Analía empezó a notar que su bebé lloraba ante ruidos cotidianos o se angustiaba cuando le hablaban. A los dos años había dejado de responder a su nombre y decía muy pocas palabras.

“Sus juegos eran repetitivos: poner autos en fila, girar cosas; con total ausencia de juego funcional como el que tienen los chicos de esa edad, que imitan a los padres hablando por teléfono. Tampoco tenía sonrisa social”. Primero, consultaron con psicólogos “pero en general la respuesta era que nosotros necesitábamos hacer terapia para ponerle límites, que sus conductas eran típicas de su edad pero con problemas ‘conductuales’, que debía aprender a ‘frustrarse’. Recomendaban dejarlo llorar”. Después probaron con Integración Sensorial, terapia de ejercicios repetitivos para amplificar el tacto y otras sensaciones: “En la primera sesión vimos por primera vez a nuestro hijo mirar a los ojos a otra persona sin llorar. Casi lloro yo, pero de la emoción. Descubrimos que él entre hamacas, colchonetas y rampas era un pez en el agua, y armamos una sala de integración sensorial en nuestra casa. Así logramos que se relacione con otras personas.” Analía subraya la importancia de la información y de la escucha atenta de las familias: “no es el niño el que debe aprender a amoldarse a las demandas externas, es la familia la que debe aprender sobre él, lo que siente, y amoldarse a sus necesidades. Lo que uno puede percibir como ‘síntomas’, no es el problema en sí: el nene sólo está manifestando, mediante berrinches o por medio de la abstracción, lo difícil que le resulta su entorno tal como se lo están presentando.”

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