turismo

Domingo, 10 de noviembre de 2002

PERU UNA VISITA A LA CIUDAD DE LIMA

Aquella ciudad de Reyes...

En sus calles, plazas y edificios, Lima recuerda la edad dorada de su supremacía sobre todo el continente. Hoy, los contrastes despistan más que asombran a los turistas que necesitan conocerla con intimidad para apreciarla y descubrir que sigue siendo, por su historia y por su muy importante patrimonio cultural, una ciudad fascinante.

Por Graciela Cutuli

Como Buenos Aires, Lima es una ciudad que fascina o espanta según como se la mira. La capital del Perú tuvo su auge en tiempos coloniales, cuando era el centro de las Américas, la ciudad que deslumbraba a la lejana Europa por sus oros y sus riquezas. De esos tiempos quedaron algunas expresiones que recuerdan aquel Perú del pasado. Hoy, quien la visite entre marzo y octubre, cuando la ciudad está envuelta en el manto de nieblas de la garúa, puede parecerle algo triste. Pero a partir de la primavera, las neblinas se disipan y Lima devela poco a poco sus encantos para atrapar y conquistar a sus visitantes.
Afortunadamente, esta conquista es mucho más suave y más entrañable que las conquistas que fueron al origen de sus fundación, en 1535, por el rudo Francisco Pizarro. Como otras tantas ciudades, Lima esconde secretos de alcoba sobre su verdadera fecha de creación. Oficialmente fue un 18 de enero, aunque Pizarro había pensado en el 6 de enero, el día de la Epifanía. Lo cierto es que de esta segunda fecha le quedó un nombre que se utilizó durante mucho tiempo: Ciudad de los Reyes. Este nombre se asociaba también con su condición de capital virreinal y con la supremacía que tenía sobre las demás ciudades del continente. Lo que sí es cierto es que la Lima original era apenas un caserío muy modesto, a orillas del río Rimac, de donde derivó su nombre definitivo. En su fundación tenía 12 cuadras de largo por 8 de ancho, y contaba con 117 manzanas en las que vivían a sus anchas un centenar de habitantes.
Sin embargo, gracias a su estatus de capital económica, cultural y espiritual del gigantesco imperio americano español, Lima creció rápidamente y se convirtió en aquella ciudad que hoy se adivina sobre las fachadas de los edificios históricos y las iglesias. Una clase alta próspera podía hacer soñar a las masas del Viejo Continente que hubieran dejado todo por un Perú... Una elite cultural ya esbozaba el prestigio que nunca dejaría de tener la capital peruana en el mundo de las letras. Con las crisis, con las desdichas que el siglo XX había reservado a América latina, aquel esplendor económico se fue opacando. Pero, curiosamente, las debacles económicas no pudieron con las herencias culturales de la ciudad. Lima sigue siendo un lugar donde se escribe, se presentan piezas, se lee, se crea. Esta interesante actividad cultural es también un punto de conjunción con Buenos Aires.

Desde la Plaza Mayor Como toda capital latinoamericana, Lima alberga entre sus calles los contrastes de su historia. Así lo percibirá el visitante en un recorrido por los barrios elegantes de Miraflores, donde se concentra la muy anglófila clase alta peruana; el centro, donde se lee el pasado de Lima en las fachadas y altares de las iglesias, o los barrios periféricos, siempre más extendidos, siempre más pobres.
Sin duda, la visita tiene que empezar en la Plaza Mayor, en el centro mismo de la ciudad. Como se debe, la bordean el Palacio de Gobierno, la Catedral, el Palacio del Arzobispado y la Municipalidad. Entre poder espiritual y temporal, recuerda más de 400 años de historia. Tanto o más que los edificios, el interés está en la plaza misma: un incesante vaivén de gente en el que se mezclan turistas y vendedores ambulantes, hombres de negocios en camino a reuniones y cambistas callejeros. El armonioso conjunto de los edificios está subrayado por las recientes obras de refacción y pintura. El Palacio de Gobierno se levantó sobre el emplazamiento del palacio que construyó el conquistador Pizarro, cuyos restos están hoy en una capilla de la Catedral. Y son los restos verdaderos, porque por una de estas maldiciones como hay muchas en la historia colonial sudamericana, durante mucho tiempo se conservaron allí los restos de un ilustre desconocido, hasta que hace pocos años se descubrió la confusión y se reparó el error.
Los balcones coloniales son unos de los tesoros arquitectónicos de la ciudad antigua, entre los que se destaca el del Palacio del Arzobispo, de madera tallada. Su buen estado contrasta con algunos de los balcones delas calles de barrios pobres, que están descuidados y abandonados. Se espera que con la iniciativa municipal llamada “adopte un balcón”, se frenen los destrozos del tiempo y se pueda llegar a recuperar la mayor parte de los balcones de madera de Lima.
En los alrededores de la plaza, entre el trajín del tráfico y los puestos en las veredas, es donde sobre todo se puede tomar el pulso de la ciudad. Pero también hay muchos otros edificios interesantes. No hay que perderse el Correo Central, que tiene una galería techada en vidrio con puestos de venta de recuerdos y postales. Del otro lado del Rimac, al pie del Cerro San Cristóbal (culmina a unos 409 metros de altura), hay una zona de clubes nocturnos, muy interesante para descubrir otra faceta de la vida limeña, aunque desaconsejada a turistas descuidados.
De la Lima colonial de la Plaza Mayor, se llega por una calle peatonal a la Lima republicana de la Plaza San Martín, vigilada por una estatua ecuestre del Libertador. El recorrido puede seguir hacia los distintos barrios para visitar los museos o ver espectáculos (hay teatros en Miraflores y en el centro histórico) o hacia el barrio bohemio de Barranco, al sur de Miraflores, donde hay muchos bares y peñas. Para compras se puede combinar el mercado artesanal –cerca del cruce de las avenidas de la Marina y Brasil– con los negocios del barrio de Miraflores. Pero en la capital del Perú de Machu Picchu también se puede ir en busca de las huellas prehispánicas, ya que allí también había un asentamiento indígena sobre el cual Pizarro levantó su Ciudad de Reyes. En el mismo corazón de Lima hay varias túmulos funerarios, llamados huacas. El más interesante es el Huaca Pucllana, donde siempre hay arqueólogos que investigan los misterios que encierran estos monumentos.

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Esplendor colonial. El gran balcón de madera tallada del Palacio del Arzobispo.
 
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