turismo

Domingo, 7 de junio de 2009

GRAN BRETAÑA > TERMAS CON HISTORIA

Aquae Sulis

Bath, la señorial, la literaria, la histórica Aquae Sulis romana: todas las caras de una ciudad que desde tiempos antiguos atrajo a los visitantes con la calidez de sus aguas, la belleza de su arquitectura y el dinamismo de su vida cultural.

 Por Graciela Cutuli

Hay ciudades de nombre explícito, pero pocas tanto como Bath, en el sudoeste de Inglaterra. “Baño”, literalmente, apelativo seguramente no muy romántico pero sí bien gráfico, ya que Bath es famosa por sus aguas termales, las únicas del Reino Unido. Los romanos, como expertos en el tema, supieron aprovecharlas desde tiempos antiquísimos: así se convirtieron en los pioneros de una industria turística que hoy le permite recibir a la antigua “Aquae Sulis” (su nombre latino) nada menos que 3,8 millones de turistas cada año... para sólo 80.000 habitantes. Sin embargo, si el argumento de las aguas cálidas no alcanza, hay otros motivos para convencerse: ciudad de moda desde la época isabelina hasta la georgiana, tiene edificios de manual para conocer la evolución de la arquitectura inglesa. Los alrededores, sobre el valle del río Avon, son de una tranquila belleza, teñida de verde inglés sobre los campos y colinas. Sus museos, teatros y centros culturales ofrecen muestras, exposiciones y visitas que abren el panorama de la ciudad hacia el mundo. Y en 1987, la Unesco reconoció el valor del centro histórico declarándolo Patrimonio de la Humanidad.

Leyendas de Bath

Detrás de sus fachadas victorianas, Bath tiene una larga y colorida galería de personajes y anécdotas. Lola Montez, la contestataria y excéntrica bailarina nacida en Irlanda que a mediados del siglo XIX se reinventó una nueva vida de la mano del flamenco y un nombre español, fue educada aquí con la esperanza de doblegar su rebeldía: misión no del todo cumplida, considerando que causó escándalo con su “baile de la tarántula”, sin olvidar los amoríos con Franz Liszt o con el rey Luis I de Baviera. Las calles austeras de la ciudad termal también oyeron hablar de William Oliver, alias “Jack the Viper Catcher”, un capturador de serpientes cuya presunta habilidad para curar mordeduras mortales con aceite de oliva fascinó al propio Harry Houdini. También fue conocido en la Bath de su tiempo el Dr. James Graham, que practicaba la por entonces popular “electroterapia”, aplicando a los pacientes pequeños shocks eléctricos supuestamente capaces de tratar todo tipo de males, desde el dolor de muelas y el reumatismo hasta la ciática y la neuralgia. Y como estamos en Inglaterra, tierra de fantasmas si las hay (exitosos o fracasados, como el célebre fantasma de Canterville), Bath tiene el suyo para exhibir en las crónicas misteriosas de los siglos pasados: se trata de la leyenda de Lady Beresford, recogida por Sir Walter Scott y otros escritores, según la cual la dama tuvo un “encuentro cercano del tercer tipo” con un auténtico fantasma, y cuando osó pedirle pruebas de su verdadera existencia, pagó su pecado de racionalidad con una marca indeleble de los dedos del espectro grabados en su muñeca...

Calle céntrica de una ciudad que se caracteriza por la arquitectura georgiana.
Foto: Graciela Cutuli

De modo que Bath, bella y elegante, tiene también un fascinante costado oscuro. Tal vez por eso Jane Austen, que vivió en la ciudad –aunque en verdad no la quiso, como escribió en sus cartas– ambientó aquí parte de su novela La abadía de Northanger, que se burla con ironía de la fantasía enfermiza de la joven Catherine Morland, con el cerebro seco a lo Quijote, por la excesiva lectura de novelas góticas.

El spa romano

El 1º de julio, el verano boreal será inaugurado “oficialmente” con la iluminación nocturna de las Termas Romanas, uno de los principales monumentos de la ciudad, cuyos 2000 años de antigüedad lucen mágicos bajo los juegos de luces. El agua termal de Bath procede del agua de lluvia que se filtra hasta grandes profundidades, donde se calienta gracias a la energía geotérmica: al mismo tiempo, una vez caliente la presión la hace subir a la superficie a través de las fisuras terrestres. Los romanos supieron aprovechar sus propiedades construyendo tres edificios: el baño caliente (caldarium), el baño templado (tepidarium) y el baño frío (frigidarium). La construcción actual, sin embargo, es el reflejo de numerosas ampliaciones y modificaciones introducidas a lo largo de los siglos sobre las bases romanas: hoy día, el recorrido sigue cuatro etapas principales a través del Manantial Sagrado, el Templo Romano, el Baño Romano y el Museo, que permiten una suerte de ecléctico viaje en el tiempo entre columnas, cúpulas y piscinas de diferentes épocas. Lo que permanece intacto es la belleza y armonía del conjunto, y los extraordinarios objetos romanos encontrados en el lugar, ahora conservados en el Museo: entre ellos, la cabeza de bronce de Minerva (identificada con la antigua Sulis celta), a quien los romanos habían consagrado los baños; miles de monedas y una cabeza de Gorgona que adornaba el frente del templo. Bañarse en las aguas de las termas originales ya no es posible, pero las propiedades de las aguas de la región se pueden disfrutar en el moderno Thermae Bath Spa, también en el centro de la ciudad, para sentirse como hace más de dos mil años, cuando en Gran Bretaña se hablaba latín y Bath no era sino un proyecto de ciudad en medio de las colinas de Somerset.

El 1º de julio, el verano boreal será inaugurado “oficialmente” con la iluminación nocturna de las Termas Romanas. Foto: Graciela Cutuli

Del Puente de Pulteney a Royal Crescent

Una de las postales más célebres de Bath es el Puente de Pulteney, sobre el río Avon (también conocido como Avon de Bristol, para diferenciarlo del Avon de Stratford-upon-Avon, ciudad natal de Shakespeare, y otros ríos homónimos del territorio británico). Este puente bellísimo bordeado de negocios data de fines del siglo XVIII, y hoy forma parte del puñado de puentes habitados que aún existen en el mundo: no es difícil reconocer la inspiración de sus creadores en el Ponte Vecchio de Florencia y el Rialto de Venecia, aunque la armonía original se fue transformando con el tiempo, el uso y las modificaciones.

El aire histórico y señorial de Bath no se detiene aquí: hace pocos años, el centro de la ciudad fue elegido para la filmación de una nueva versión de la novela de Thackeray Vanity Fair, que debía reproducir la Londres de la Regencia con vistas a 360º. La majestuosa Great Pulteney Street fue cerrada por completo y restablecida según el aspecto que tenía hacia 1820, logrando una suerte de increíble viaje en el tiempo. Y sin los artilugios de Hollywood, la ilusión sigue siendo posible...

Arte, literatura, termas y museos concentrados en el centro de Bath, la antigua Aquae Sulis. Foto: Graciela Cutuli

La arquitectura georgiana de Bath también brilla en Royal Crescent, un conjunto residencial semicircular de 30 edificios diseñados por John Wood el Joven y construidos entre 1868 y 1774. Las vistas aéreas de Royal Crescent y el cercano y no menos imponente Circus revelan el trazado de un círculo gigante y una medialuna creciente, probablemente imágenes del sol y de la luna en la simbología masónica a la que eran afectos el arquitecto y su padre, John Wood el Viejo, que había comenzado el proyecto. El Circus, junto a Queens Square y Gay Street, forman también un dibujo de llave de simbología masónica. En cuanto a las imágenes aéreas, no son tan difíciles de lograr teniendo en cuenta que el prado del vecino Royal Victoria Park suele ser usado para lanzar grandes globos aerostáticos, que temprano en la mañana y durante los atardeceres de verano deparan una vista majestuosa sobre Bath y sus principales edificios.

Semejante escenario también atrajo al cine y la televisión, que entre muchas otras películas ambientó aquí una versión de Persuasión, de Jane Austen. Es que la figura de la escritora, a pesar de su poco amor por Bath, es una de las razones para visitar la ciudad: aquí funciona el Jane Austen Centre, una exhibición permanente sobre sus años de estadía, entre 1801 y 1806, además de las dos largas visitas que hizo a fines del siglo XVIII. Una casa georgiana en el corazón de la ciudad conserva recuerdos, ediciones de sus novelas (sobre todo La Abadía de Northanger y Persuasión están ambientadas aquí) y trajes usados en la filmación de películas. Trajes que una vez al año dejan de ser históricos para ser de plena actualidad, cuando el Bath Jane Austen Festival concentra a miles de personas vestidas como en la Regencia, reunidas para celebrar la vida y obra de la escritora con paseos a pie, charlas, bailes y conciertos en una atmósfera digna de otros tiempos.

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Las aguas termales de Bath atraen a 3,8 millones de turistas cada año.
Imagen: Graciela Cutuli
 
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