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Por Eugenio Martinez

Saliendo de Mar del Plata por la avenida Pedro Luro, son apenas diez minutos en auto. A la izquierda de la ruta 226, aparece el acceso Luis Varetto, que lleva al pequeño paraíso serrano tan distinto a las atiborradas playas de la ciudad. La escenografía de la entrada por la “ruta jardín” se conforma de calles arboladas, pequeñas huertas, quintas, restaurantes y lugares que ofrecen comidas al paso, en especial el chivito al asador, las empanadas y el choripán.
En el poblado es de lo más común cruzarse con niños en bicicletas y cuatriciclos por las calles de tierra, o ver a los de mayor edad de caminata por las ondulaciones serranas, entre arboledas y aves. El otro singular atractivo visual es el que ofrece el único barrio residencial del lugar, que cuenta con una cancha de golf, donde se levantan pintorescas y llamativas edificaciones al pie de las sierras.
Además de conocer el barrio, la cumbre y su centro comercial (donde se pueden encontrar artesanías, frutas, verduras de estación y productos típicos como dulces, quesos y embutidos) con vistas panorámicas desde donde se divisa hasta Mar del Plata, el valle y la Laguna de los Padres, no se puede dejar de visitar el museo municipal José Hernández, la reserva de aves, la milagrosa Gruta de los Pañuelos y el peñón de Santillán, sitios de tradición mitológica.
El museo está en el viejo casco de la estancia Laguna de los Padres y lleva el nombre de quien fue su huésped por más de 10 años, etapa en la que Hernández conoció costumbres y problemas gauchescos que, según cuentan los lugareños, le inspiraron el Martín Fierro. La reserva de aves, que se nutre tanto de la laguna como de las sierras, presenta una gran diversidad y abundancia de especies acuáticas y no acuáticas donde se entremezclan desde garzas, teros y gallaretas hasta lechuzas, golondrinas y zorzales.
Desde hace más de 50 años la Gruta de los Pañuelos es visitada por personas que ruegan a la Virgen de Luján y anudan pañuelos a la gruta pidiendo deseos. El peñón es una inmensa piedra con forma de hongo en el centro del barrio residencial, arranque de las escaladas. En la Laguna de los Padres, de unas 600 hectáreas y a dos kilómetros del acceso al poblado, se puede disfrutar de picnics, atardeceres y paseos en bote mientras los pescadores buscan el pique del pejerrey, dientudos y bagres en medio de la paz de la reserva forestal.
El zoológico y jardín botánico El Paraíso permite por cinco pesos ver leones, pumas, llamas, ciervos, carpinchos, monos, tucanes, coatíes, zorros, además de numerosos ejemplares de granja y una gran variedad de aves. Las ocho hectáreas, señalizadas con sendas peatonales que permiten recorrer el bosque sin llamar la atención de los animales, presentan más de 120 variedades arbóreas entre las que se destacan los cipreses, eucaliptos, pinos, acacias, robles, guayabos, arrayanes, ceibos, magnolias y una gran variedad de plantas frutales como cítricos, higueras, granados, nogales, manzanos y castaños. El zoológico también posee un área destinada a recreación, con talleres y juegos para los más chicos. Estos entretenimientos “se basan en la realización de juegos interactivos que transmiten conocimientos que ayudan a tomar conciencia sobre la protección de la ecología”,” dicen los guías del lugar.

Descanso alternativo y deportes extremos La tranquilidad y el silencio de la serranía ayudan a entender que, por diversos “factores energéticos”, viva allí una gran cantidad de terapeutas naturales, maestros de reiki, médicos que ofrecen vías alternativas de terapia y otras especialidades como la reflexología, yoga y técnicas naturistas.
También hay una notable abundancia de deportes no convencionales. Entre tantas, travesías en camionetas 4x4, cursos y vuelos en parapente, cabalgatas por lomas o bosques, trekking, o intensivos cursos de supervivencia y escalada en roca sobre las cumbres.