turismo

Domingo, 9 de febrero de 2003

SANTA CRUZ LOS GLACIARES PATAGóNICOS

Un viaje muy fresquito

El Parque Nacional Los Glaciares ofrece uno de los paisajes más imperdibles del mundo: la combinación de inmensos campos de hielo, montañas y lagos en una de las últimas regiones vírgenes del globo. Un auténtico paraíso de roca y hielo en el sur argentino.

Por Graciela Cutuli

El Glaciar Perito Moreno es el más conocido, pero es sólo uno, el más mediático y turístico, de los glaciares del Parque Nacional Los Glaciares, que preserva a su vez una pequeña parte del inmenso territorio cubierto por hielos continentales en el sur de los Andes patagónicos. En la vertiente chilena de los Andes, estos campos son mucho más importantes que del lado argentino, pero menos accesibles. Lo que hace único al Parque Nacional Los Glaciares es la combinación de lagos y glaciares que forman al pie de las montañas una especie de laberinto de aguas azules y blancas.
El parque se extiende desde el pueblito de El Chaltén hasta el Glaciar Perito Moreno, a lo largo de la frontera con Chile. Cubre buena parte de los hielos continentales argentinos, pero también grandes extensiones al pie de los Andes, en donde se encuentran estancias que se ofrecen como alternativas –aunque con precios más elevados– a los hoteles y hosterías del pueblo de El Calafate y El Chaltén.

¿AVANZA O NO AVANZA? Sea en hoteles, sea en estancias, no se va a esta región de la Patagonia si no es para ver el Glaciar Perito Moreno, la verdadera atracción. Su fama le viene de sus impresionantes desprendimientos de bloques de hielo sobre las aguas del lago. Estos desprendimientos gigantescos ocurrían cada cuatro años y era debido al “avance” del glaciar. Este avance hizo que el Perito Moreno fuera considerado como el único glaciar en expansión en tiempos en que todos los demás están retrocediendo, desde Islandia a Siberia, y desde Los Alpes a la Antártida. Pero el último gran derrumbe se produjo en 1988. Desde entonces, si bien se caen bloques de hielo a diario en las aguas del lago, el fenómeno en gran magnitud no se produjo más y permite pensar que el Perito Moreno está sometido a los mismos efectos que los otros glaciares debido al recalentamiento del planeta. En realidad, el fenómeno era mucho más complejo. El glaciar “avanzaba” por un movimiento natural, al bajar sus hielos hacia el valle, y cortaba el agua en un brazo del lago, formando de un lado el Canal de los Témpanos, y del otro el Brazo Rico. La presión del agua provocaba el derrumbe de esa pared de hielo que impedía su paso y el desagote natural del Brazo Rico en el lago. Si bien el glaciar sigue “avanzando” en la actualidad de la misma manera, las condiciones climáticas parecen impedir que avance tanto como para tapar nuevamente el paso del agua entre el Canal y el Brazo.
El debate es recurrente sobre el avance real o natural del glaciar y los efectos del recalentamiento de la atmósfera. No hay poblador que no tenga su opinión en El Calafate, ni visitante que no tenga la oportunidad de escuchar por lo menos una vez durante su estadía algo sobre el tema. Es que uno puede solamente imaginar, o ver gracias a videos envejecidos de los años 1980, lo que eran estos desprendimientos periódicos. Si el espectáculo actual, con pedazos de hielo relativamente pequeños que se desprenden, es majestuoso, los grandes desprendimientos eran sin duda algo para recordar toda la vida. Los videos, aunque muy pasados, se ven con facilidad y hasta se pueden comprar en El Calafate.
Otra manera de vivir el Glaciar es observar las sorprendentes gamas de azules y los reflejos de luces entre sus hielos, que cambian sin parar bajo el inestable cielo del sur patagónico, donde se alternan las nubes y el sol constantemente. A medida que uno avanza sobre las pasarelas que se construyeron para llegar hasta el ex punto de ruptura, donde el hielo cerraba el paso de las aguas, el espectáculo se hace más impactante, con las agujas de hielo de decenas de metros de altura que parecen querer clavarse entre el cielo y el agua.
Los más intrépidos pueden hasta subirse al Glaciar y realizar una de las caminatas guiadas, la excursión más popular de estos últimos años. Todo está perfectamente organizado y no se corren riesgos, lo que no deja de generar buena adrenalina cuando los turistas se calzan los zapatones conque podrán caminar sobre estos campos de hielo tradicionalmente inaccesibles.

MARES DE HIELOS El Perito Moreno es el único glaciar que se puede ver de esta forma, pero no el único que se puede avistar en las distintas excursiones que se realizan por el Parque. En total hay unos 356 glaciares distintos en las 600 mil hectáreas del Parque Nacional, que fue creado en 1937 para preservar uno de los últimos vestigios de las grandes glaciaciones del Cuaternario. En el año 1981, integró la lista de Patrimonios Naturales de la Humanidad de la Unesco. El Perito Moreno tiene casi la misma superficie que la Capital Federal: sin embargo no es el más extenso del Parque. El Upsala, por ejemplo, cubre una superficie 595 kilómetros cuadrados (es decir, casi tres veces más). Se pueden agregar más cifras impactantes sobre estos verdaderos mares de hielo que bajan de las montañas. Como las del Glaciar Spegazzini, cuya pared frontal alcanza unos 150 metros de altura (20 bajo la aguas, el resto, arriba). El Upsala tiene una longitud de 60 kilómetros desde sus orígenes en el Cordón Moreno, hasta desembocar en el Lago Argentino.
Para ver estos glaciares, hay que hacer alguna de las excursiones lacustres por el Lago Argentino. Las lanchas salen de Puerto Bandera, un caserío en torno al embarcadero. Hay distintas opciones, pero se recomienda la que sale para un día entero, y permite ver la mayoría de los lugares y de los glaciares (algunos de lejos, como el Upsala, porque los témpanos en el lago ponen en peligro la navegación). Hay algunos paradores en el camino, y también algunas sorpresas, como las ruinas de una dependencia de la Administración del Parque, abandonada, sobre la Península Avellaneda, que separa las aguas del canal de los Témpanos y del Brazo Norte, cuya silueta enfrenta los vientos crudos que azotan todo el año este rincón del mundo. Este lugar se conoce como la Boca del Diablo y tiene apenas 800 metros de ancho, entre la Península y la costa norte del lago. El Upsala parece chico desde lo lejos, pero cuando el guía señala que la lengua de hielo que se ve en el fondo de la bahía tiene unos 10 kilómetros de ancho, retoma toda su dimensión. En esta misma navegación, la parada en la bahía Onelli es sin duda el momento privilegiado del día. Luego de una caminata a través de un bosque se llega a la laguna Onelli, donde flotan algunos témpanos, y en cuyas aguas se reflejan las cumbres blancas de los cerros vecinos. Esta combinación de azules y blancos en constante movimiento recibe el matiz adicional de la cambiante luz del día.

EL CHALTEN El norte del Parque se puede visitar desde El Chaltén. Los principales atractivos de esta porción del parque ya no son los hielos sino las caminatas en los bosques australes, y el cerro Fitz Roy, cuya flecha de roca sube casi verticalmente hacia el cielo. Entre El Calafate y El Chaltén la ruta pasa por algunos puntos de interés. En otras latitudes serían apenas detalles insignificantes, pero en este desierto cobran valor de atracciones principales: se trata del puente Charles Fuhr, un puente de materiales que permite a la Ruta 40 pasar sobre el río Santa Cruz, y del Hotel La Leona, un solitario albergue que se convirtió en una etapa emblemática de la Ruta 40 en su tramo más sureño. Antes de llegar a El Chaltén, se viaja a orillas del Lago Viedma, que recuerda las expediciones de exploradores a lo largo del siglo XIX: Antonio Viedma, Fitz Roy, el Perito Moreno y Carlos Moyano.
El Chaltén es, como se repite al hablar del él, el pueblo más joven del país, fundado en 1985, por razones geopolíticas más que por su auge poblacional, ya que contabiliza apenas mil habitantes. Es el punto de partida de las caminatas, la principal actividad turística de la zona. El mayor objetivo de estas caminatas es llegar a la base de los cerros Fitz Roy y Torre, cuyas cumbres están muchas veces encapuchadas por nubes. El nombre original del Fitz Roy es Chaltén, que quiere decir “montaña dehumo” en el idioma de los indígenas de la región. De hecho, cuando su cumbre no está tapada, da la impresión de arañar el cielo y desprender de él pedazos de nubes. Juntos con otras cumbres, también columnas de granito con paredes vertiginosamente verticales, son algunas de las montañas más difíciles del mundo, y como tales representan verdaderos desafíos para los andinistas. Otro objetivo de paseo en la región es la Capilla de los Austríacos, levantada en 1995 al pie de una pared de roca, para homenajear la memoria del montañista austríaco Toni Egger, que murió durante una expedición de escalada del Cerro Torre en 1959. En sus paredes se recuerda a todos aquellos que murieron en sus intentos de escalar estas cumbres y las cumbres de los macizos vecinos. Ultimo punto de interés, más porque fue causa de un litigio territorial entre Chile y la Argentina que por sus atractivos propios, es la Laguna del Desierto. Todos recuerdan su nombre, al ser la última y una de las pocas disputas limítrofes que fueron solucionadas favorablemente para la Argentina a lo largo de más de dos siglos de problemas de este tipo entre ambos países.

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El majestuoso espectáculo del Glaciar Perito Moreno. Un campo de hielo en permanente transformación.
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