turismo

Domingo, 25 de julio de 2010

NEUQUEN. TEMPORADA DE INVIERNO EN VILLA LA ANGOSTURA

Nieve junto al lago

Cerro Bayo, el centro de esquí de Villa La Angostura, invita a un invierno excepcional a orillas del Nahuel Huapi. Para esta temporada el centro duplicó la superficie esquiable y multiplicó las posibilidades para disfrutar de la nieve, para todas las edades y todos los niveles. Crónica de recorridos en esquíes, en snowboard, sobre raquetas o a pie, por un mundo blanco.

 Por Graciela Cutuli

Villa La Angostura amanece blanca: desde los ventanales del hotel, donde un fuego arde poniendo calidez al paisaje nevado, se divisa la anchura del Nahuel Huapi y los bosques de coníferas literalmente “de punta en blanco”. Pero el cielo despejado invita a salir sin temores, provistos de guantes, gorros y pantalones impermeables para poder lanzarse a jugar, como chicos, sobre las laderas nevadas del Cerro Bayo, el centro de esquí local.

Ahora que es invierno, el color blanco amarillento que distingue al cerro y que le da nombre –“bayo”, como el pelaje claro de los caballos– está tapado por la nieve, igual que los nueve kilómetros que separan al centro de esquí del centro de Villa La Angostura. De vez en cuando, las ramas de los árboles y los techos a dos aguas de las casas dejan caer sorpresivamente algunos bloques de nieve que ceden al sol, entre carámbanos brillantes que sueltan gotas relucientes. Mientras tanto, en la base del cerro ya hay gente consiguiendo sus pases, esperando para subir a las aerosillas, desayunando en Barsovia –un cálido parador gourmet– u organizando sus actividades para el día: el abanico de propuestas es variado, y no hace falta ser ningún experto para disfrutarlas.

Cerro Bayo, el único centro de esquí privado de la Argentina, está pasando por un proceso de transformación, que lo ve este año con el doble de superficie esquiable respecto de temporadas anteriores: son 270 hectáreas adicionales, que suman en total 23 pistas de cuatro niveles de dificultad y cuatro kilómetros esquiables “fuera de pista”. Hermanado con un centro de esquí de Andorra, el cerro incorporó este año una novedosa Patrulla Ecológica, que apunta a crear conciencia y responsabilidad en los visitantes para el cuidado de la montaña y sus espacios. A corto plazo, un proyecto de grandes dimensiones apunta a remodelar completamente la base y establecer una telecabina séxtuple que unirá la base con Cota 1500, además de una telecabina que unirá directamente el pueblo con la cumbre.

Deslizándose por rieles. Es la aventura del canopy, en los bosques nevados del Cerro Bayo.

CLASE DE ESQUI La primera parada, en el rental, equipa al grupo con todo lo necesario para hacer las primeras armas en el esquí: dudas aparte –para algunos es el primer contacto con la nieve– en pocos minutos ya estamos calzados con firmes botas de esquí, bastones en mano y subidos a la aerosilla, dejando volar los pies sobre un paisaje de cuento. El brazo firme de los silleros ayuda a descender sin tropiezos, y andando con torpeza pero sin resbalones llegamos hasta donde Alejandro, el instructor de hoy, espera con la convicción de que sacará expertos de este grupo de principiantes.

Uno a uno, enseña a calzarse y quitarse los esquíes, a moverse sin cruzar las puntas de las largas tablas sobre la nieve, a ascender la pendiente suave con pasos de costado, “en escalera”, y finalmente a formar la cuña que será el secreto de la dirección y la velocidad en cada descenso. Sorprendentemente, hasta los más desconfiados se descubren cómodos sobre los esquíes, y en poco más de una hora ya están abrazados al poma que sube la pista de principiantes para invitar a un descenso un poco más prolongado. Esto todavía está muy lejos de una proeza, pero no es poco para la primera clase, y Alejandro se muestra orgulloso de su heterogéneo grupo de alumnos mientras bajan sin caídas y frenan, justo frente a un grupo de esquíes clavados en la nieve. Los dueños de esos esquíes descansan un rato en el deck del Escorihuela Point, la cafetería situada junto a la pista, y no tardamos en seguir su ejemplo: una cazuela humeante de goulash con spätzle ayuda a reponer fuerzas, mientras conversamos con Santiago Massa, el director de la escuela de esquí de Cerro Bayo. La escuela está dividida en una guardería para chicos de hasta cuatro años; el sector Copitos, para los que tienen de cuatro a seis, y Bayitos, de siete a doce años. Por supuesto, los chicos son mucho más rápidos que los adultos y sorprende verlos deslizarse sin temor a perder el equilibrio, valiéndose de medios de elevación propios y adaptados a su tamaño. Como otros centros de esquí de la Argentina, Cerro Bayo también está abriendo sus puertas al esquí adaptado, una modalidad que permite a cualquier persona con discapacidades sensoriales o motoras deslizarse sobre la nieve a través de un sistema de tablas especiales: “El esquí –subraya Santiago– es el único deporte adaptable a cualquier discapacidad; hay chicos que no pueden caminar pero sí esquiar”. Por increíble que parezca, no tardamos en comprobarlo: por una de las pistas de mediana dificultad, pasa rápidamente frente a nuestros ojos la “silla esquiadora” de un chico de 13 años con algunas dificultades motoras que, acompañado por su instructor, se desliza como volando y repartiendo felicidad a los cuatro vientos.

Los chicos aprenden a deslizarse con facilidad por laderas de poca pendiente.

JUEGOS EN LA NIEVE Por la tarde, una tarde excepcional sin viento, salimos desde el embarcadero del hotel Las Balsas a navegar las aguas del Nahuel Huapi. Villa La Angostura está situada a orillas del lago en el extremo opuesto a Bariloche, que se ve con claridad desde las pistas de Cerro Bayo en los días despejados. También se ven la isla Victoria y la península de Quetrihué, donde brota el Bosque de Arrayanes, único Parque Nacional dentro de otro Parque Nacional, el Nahuel Huapi. Hacia el bosque, un tesoro natural único en el mundo, se puede llegar a pie sólo desde Villa La Angostura. Mientras la embarcación avanza suavemente, recorremos las bahías del Nahuel Huapi hacia el sudoeste: bahía Las Balsas, el punto de partida; bahía Bustillo; bahía Manzano. Quedan, del otro extremo del mapa, el lago Correntoso y la ruta que lleva hacia Villa Traful, la nueva promesa naciente de la región.

Al anochecer, hay tiempo para dar un paseo por el centro de Villa La Angostura, cuya calle principal –la avenida Arrayanes– es la Ruta 231, que lleva de un lado a Bariloche y del otro a San Martín del Andes y el cruce hacia Chile. Las vidrieras iluminadas ofrecen los productos típicos de la Patagonia: chocolates, conservas ahumadas, artesanías de inspiración mapuche y dulces a base de frutos rojos, como la rosa mosqueta, que invade todos los caminos.

Quien haya olvidado o necesite alguna prenda de abrigo, encontrará además aquí todo lo que hace falta en ropa con tecnología para el frío, como para ignorar tranquilamente las sensaciones térmicas bajo cero que deparan los meses de julio y agosto.

Paseo a pie por el bosque nevado, a orillas de un arroyo que se diría encantado.

Al día siguiente, Cerro Bayo tienta con otras actividades. Como no todo el mundo quiere esquiar, y este destino típicamente familiar reúne a gente de distintas edades e inclinaciones, la idea es buscar alternativas de diversión en la nieve. Los chicos lo hacen naturalmente, lanzándose bolas de nieve en guerras improvisadas, o tirándose a formar “el angelito” mientras agitan los brazos sobre el mullido colchón blanco que cubre el cerro cada mañana. Marcela López Ghitta, responsable de marketing, se suma al grupo y propone otras alternativas: una de ellas, siempre disponible aunque este año no tiene el despliegue de otras temporadas, es el “tubing”, para deslizarse por las pendientes de nieve en cámaras de goma gigantes. La otra es la caminata con raquetas, un paseo precioso que puede tener distintas dificultades pero ofrece siempre la ventaja de acceder a miradores excepcionales. Lucas Pérez es el guía de los paseos, y espera a los interesados con sus raquetas clavadas en la nieve a pocos metros de la aerosilla: no hacen falta botas de esquí ni de snowboard, sino que basta con el calzado que cada uno haya traído hasta la montaña. Después de calzarse estos implementos especiales, una suerte de plancha con grampones que se adapta perfectamente al pie, se puede caminar sobre la nieve sin resbalarse ni hundirse: un placer para cualquier edad. Y la otra opción que atrae a los más aventureros es el canopy, un circuito muy apreciado porque regala la sensación de volar de plataforma en plataforma, deslizándose entre los árboles nevados a la velocidad que cada uno quiera, regulando su propio equipo. Este deporte de aventura, una auténtica travesía aérea, parte de la base misma del cerro y se popularizó en todo el mundo en los últimos años gracias a su bajo impacto ambiental y la posibilidad única de descubrir los paisajes desde la altura misma de los árboles.

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El embarcadero del hotel Las Balsas, a orillas del lago Nahuel Huapi.
 
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