turismo

Domingo, 22 de mayo de 2011

CORDOBA. AL PIE DE LAS SIERRAS CHICAS

Pueblo musiquero

Meses después del Festival Nacional del Folklore, la calma impera en Cosquín. La ciudad ha retomado el ritmo cotidiano, aunque la cultura, el arte y la música siguen en la agenda diaria de este lugar inmerso en los verdes serranos del Valle de Punilla.

 Por Pablo Donadio

Bonita y cultural, así podría definirse brevemente a Cosquín. Estratégicamente ubicada en el centro del país, a 780 kilómetros de Buenos Aires, la ciudad es reconocida como sede del Festival Nacional de Folklore, el encuentro más relevante del género. Durante todo enero se pueblan los rincones más inverosímiles de la zona, y desde los campamentos hasta las peñas, las casas de familias y las orillas del río confluyen melodías de chacareras, gatos, zambas, escondidos, bailecitos y cuanto ritmo florezca de las entrañas de la tierra. Febrero y marzo se tornan más vacacionales, y dan protagonismo a los pliegues montañosos y los distintos balnearios. Pero sólo cuando el verano llega a su fin y disminuyen las visitas, la ciudad disipa el bullicio y equilibra naturaleza y cultura. Entonces relucen el casco histórico, las historias y los mitos sobre su fundación, y una serie de encuentros artísticos que vale la pena conocer bajo el influjo de sus aires serranos.

Fuera de temporada, calma serrana junto al rumoroso río Cosquín.

AL PIE DEL PAN Sólo 60 kilómetros al oeste de Córdoba capital, Cosquín está formada por barrios de casas bajas y algunos edificios altos sobre las calles principales. Desde el este el cerro Pan de Azúcar, al que los comechingones llamaron “Supaj Nuñu”, en mención a la belleza del pecho femenino, se impone sobre el cordón montañoso que atraviesa la región como una regla. Llegar a la cumbre, o al menos intentar una caminata ascendente, es un reto posible y no muy exigente. El camino implica un sendero zigzagueante con mucha vegetación, sierras extrañamente azuladas donde abundan los espinillos y algunos exponentes de la fauna autóctona.

Para los más reticentes al ejercicio, otra opción es subir en la aerosilla que lleva a la cruz de acero, mientras del otro lado algunos ávidos montañistas se animan a la escalada. No muy lejos, el bloque llamado la Piedra de San Buena testimonia la cultura comechingona en grabados y figuras de la naturaleza, con emblemas y símbolos de la fecundidad. Si se tiene fortuna, puede escucharse de la voz de algún vecino el extenso relato mítico de Cosco-Ina, la india que se lanzó al vacío desde allí en busca de su amado, ante el acecho conquistador español.

Pero nadie puede pasar por Cosquín sin visitar su río, parte del alma del lugar como en toda Córdoba. Su silueta zigzagueante llega desde dos regiones opuestas: las sierras altas de San José y la Pampa de Olaen su brazo oeste, y por medio de una corriente delgada pero potente desde La Falda, al nordeste, cobrando vigor y forma de triángulo en La Juntura, balneario natural con playas de arena. Aquí surgen las juntadas guitarreras, el clima festivo y por supuesto los baños, incluso pasado el verano. A partir de esa confluencia, el denominado río Cosquín se encajona sobre paredones de piedra y su cauce se va derramando en anchas y angostas orillas, generando bañados y algunas lagunitas ocasionales donde la pesca se da cita. Cerca de la ciudad, con varios puentes de cemento y piedra se forman cascaditas y represas, como La Toma o el Azud Nivelador, completados con campings, clubes sociales y paradores para comer y escuchar música. Su lomo arrugado y repleto de cantos rodados sigue curso incansable hacia el sur, hasta desembocar en el gigantesco lago San Roque, después de haber atravesado la localidad de Bialet Massé y de cara a Carlos Paz.

El otro atributo de Cosquín son sus callecitas de barrio, de pueblo chico con impronta colonial, donde también hay construcciones más recientes como la casa que habitó el escritor Roberto Arlt. Hacia el 1900 muchas familias adineradas de Buenos Aires y Córdoba hacían sus casas-quinta en la zona, ya que Cosquín era recomendada como uno de los paraísos cuyo microclima favorecía la recuperación de enfermedades respiratorias, y en especial a los enfermos de tuberculosis, antes de la aparición de la penicilina.

La antigua casa de Roberto Arlt. Hoy, parte de ella es un jardín de infantes.

CIUDAD CULTURAL Después del Festival Nacional de Folklore en la Plaza Próspero Molina la ciudad se tranquiliza, pero su actividad artística no declina. Es como si el paso de grandes nombres del cancionero popular por las famosas Nueve Lunas dejara la magia del folklore en las calles, bares y casas, dando pie a otros eventos relevantes. Dos ejemplos: el Festival de Cine bajo las Estrellas, una serie de proyecciones en pantalla gigante con películas para niños y público en general, así como el recientemente concluido Encuentro de Muralistas. “Ya en décadas pasadas las paredes de la ciudad eran reflejo de la historia de un pueblo que de a poco se posicionaba como centro cultural de Latinoamérica. Con este encuentro nuestra ciudadanía y los vecinos de la zona vuelven a disfrutar del trabajo de artistas de diferentes puntos del país y del mundo, que han plasmado la historia y la realidad en nuestras calles”, cuenta Fernanda Rodríguez, de la Comisión Municipal de Folklore, en referencia a la visita de muralistas nacionales, de Colombia, Perú, Ecuador, México, Venezuela y España, que dejaron reflejado su arte en las paredes coscoínas y brindaron charlas de interés.

Tras su paso, Cosquín quedó con el brillo renovado palpable en sus veredas, gracias a las exposiciones que son propiedad ahora de vecinos y visitantes. Otra novedad fue la inauguración a fines de abril de la Feria de Artesanías en la plaza San Martín (la “otra” plaza), dejando fijos los interesantes trabajos que suelen verse en temporada de vacaciones. Para mayo está programado el Festival Internacional de Cine Independiente, con cortos y largometrajes de ficción y documental, mientras la música recobrará su protagonismo con el comienzo del Cosquín de Peñas, circuito invernal que propone un paseo de postas por reductos folklóricos en distintos puntos estratégicos. Celebraciones en la Plaza Mayor de América, la tradicional Fiesta del Duende con desfile por las calles céntricas, y otras actividades más pequeñas pero agradables completan un atractivo calendario anualz

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La estación del Tren de las Sierras.
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