turismo

Domingo, 11 de mayo de 2003

TUCUMAN VALLES CALCHAQUíES

Bajo el cielo de Amaicha

Lejos de todo, un poco más cerca del cielo, la región de Amaicha conjuga la cultura indígena, la naturaleza y una forma de vida con otras prioridades. A caballo o en camioneta, un recorrido por montañas salvajes, desiertos, sabores históricos y un observatorio estelar.

“Caminito del indio que junta al valle con las estrellas”
(Atahualpa Yupanqui)

Fotos e informe
de Jorge Delgado

Es otoño en Tucumán, aunque nadie en esta tierra lo percibe: las hojas no han caído todavía, el sol impone su calor, su verano. Esta estación, mezcla de otoño-primavera, es ideal para visitar la provincia.
Si se sale de San Miguel de Tucumán por la avenida Roca, al sudoeste, por la Ruta 38 y hasta el pueblo de Acheral, se deja la 38 para girar camino al oeste por la Ruta Provincial 307, se inicia el ascenso hacia los Valles Calchaquíes. Es un camino pavimentado, angosto y sinuoso que penetra la maravillosa selva de Las Yungas entre las montañas, bordeando precipicios y el río Los Sosa. Así se llega a la espléndida puerta de los valles en El Mollar, a 1100 metros sobre el nivel del mar. Se abren las Cumbres Calchaquíes, en el sector meridional de las sierras del Aconquija y de La Puna, a la que pertenecen las mayores elevaciones de Tucumán, como el Nevado del Candado y el Cerro del Bolsón, a 5500 metros de altura.
Varios kilómetros más adelante va quedando atrás el exuberante verde para atravesar el abra del Infiernillo, con noches cubiertas de una misteriosa niebla. Siempre por el mismo camino, luego de 3 horas de viaje, se encuentra en el kilómetro 115 un cartel sobre la ruta que reza “Bienvenidos al mejor clima del mundo”. Es Amaicha del Valle, a 2200 metros sobre el nivel del mar, que ofrece 350 días de sol. Es también un lugar de este mundo que no parece de este mundo, con su villa encantada, donde el Halley mostró la cola, donde parece que el tiempo se detuvo y donde el viento y sus árboles cantan profundas y bellas melodías. Allí se entiende que Don Atahualpa Yupanqui pasara tanto tiempo por estos valles.
“Amucharse, amicharse, amaicharse en Amaicha”, reunirse, juntarse, abrazados, derivado del quichua significa Amaicha, según el padre Lozano. Y así, abrazados por el aire puro y el sol del mediodía, espera el restaurante de Don Quico Díaz, en el Portal de Amaicha, con su exquisita humita preparada por él mismo y su señora. Don Quico, un chef de vasta trayectoria nacional. Allí también se puede saborear un menú de cazuela de cabrito, con papas doradas o al natural, dulces de higos o cuaresmillos en almíbar, quesillos con arrope de uva, chañar o miel de caña. Las tradicionales empanadas y el jamón serrano producido por Don Quico son infaltables. Se pueden beber vinos de la región, infusiones de coca y otras hierbas. Los precios para el almuerzo o cena empiezan en los siete pesos por persona. Abierto todo el año, con ventanales con vista a maravillosos paisajes desde las 9 de la mañana hasta las 23, en la Ruta 307 a la entrada de Amaicha.
Rodeada por la Sierra de Quilmes y al este por las Cumbres Calchaquíes, Amaicha es un lugar lleno de historia precolombina, mitos y leyendas, donde el jefe comunal es el cacique Miguel Pastrana. Mezcla de coloniales e indias, las viviendas de la villa tienen un encanto particular con sus calles de tierra arboladas, donde se respira un aire profundo y puro, amable como su gente. Atrás en el tiempo queda la agitada vida de ciudades, la tranquilidad y la paz nos ubican en otro tiempo sin tiempo para viajar adentro de uno y de la historia de estos pobladores que se remonta a tiempos preincaicos, junto a otros pueblos de los Valles Calchaquíes como los quilmes, torombones, tafíes, tilcaras, paciocas y otros que formaron una unidad cultural entre las diferentes tribus, logrando un alto grado de organización social y económica.
Los amaichas conservan aún la cultura diaguita transmitida de generación en generación y se materializa a través de productos cerámicos, agricultura, tejidos en telar, ladrillos de adobe, dulces, frutas, vinos, cuero y mucha artesanía de inusual calidad. La celebración de la fiesta de la Pachamama en homenaje a la madre tierra, entre otras deidades que sobrevivieron a la transculturización impuesta por la evangelización y la colonia, convoca a las copleras de toda la región calchaquí. Todo esto hace de Amaicha un lugar atrapante en un microclima único, que permite disfrutar todo el año de temperaturas agradables, es ideal según los médicos para aquellas personas que poseen problemas respiratorios, asma y alergias.
La vegetación de alta montaña, cerros agrestes y un clima seco, caluroso durante el día y frío por la noche, invitan a una vida apacible. Los amaicha son los únicos diaguitas que obtuvieron el reconocimiento de sus tierras a través de la Cédula Real de los españoles en 1716, este documento de “devolución de tierra” a sus verdaderos dueños tiene escasos antecedentes en Latinoamérica.
La villa se puede recorrer caminando o a caballo, visitando el museo Runahuasi, el complejo Pachamama y la bodega Don Justo, guiados por Sebastián Pastrana, un joven del pueblo conocedor del amplio territorio de la comunidad indígena. Los paseos con Sebastián cuestan cinco pesos la hora por persona, incluyen desayuno o merienda campestre y agua mineral. Se lo puede contactar al celular (0381) 15-604-8574 o por e-mail a sumaj
[email protected]. El mismo realiza excursiones por otros circuitos del valle.

LA PUERTA DEL DESIERTO A eso de las 3 de la tarde, en la 4x4 de El Suri, guiados por Alejandro Ostera y su esposa Olga Villalba, se sale de Amaicha al oeste, por la Ruta 307 rumbo a Tiu Punku, vocablo indígena que significa la puerta del desierto. Este recorrido es otra aventura, sobre un terreno desértico, arenoso, con médanos entre escasa vegetación, rodeados de majestuosas montañas entre algarrobos, churquis, jarillas (usadas para techar las viviendas, como el cañizo) y la brea, de tronco verde claro. El lugar está lleno de pequeñas flores del desierto. El suelo exige la utilización de la doble tracción y en ocasiones la colaboración de los pasajeros para sacar la camioneta de los bancos de arena. En un clima semidesértico, la zona presenta grandes variaciones de temperatura, calor durante el día y frío nocturno, donde los vientos constantes y los remolinos de tierra y arena son característicos.
Desde las Lomas del Tajamar se ve completo el valle y, a medida que se va girando sobre las lomas, el paisaje irá cambiando. Se camina sobre un suelo de piedras volcánicas que hablan de diferentes períodos geológicos, cuarzos y rodrocrositas, entre otras. Desde los médanos de la entrada se observan montañas emergentes tipo flechas, formaciones de sal sobre algunos cerros, altas cumbres, cerros bajos... El paisaje es asombroso y los colores de tonalidades rojizas y verdosas dadas por el óxido de minerales como hierro y cobre varían según la posición del sol. En el camino se cruzan zorros, perdices, cois, quirquinchos o algún suri, muy similar al avestruz y llamado ñandú andino. Todos están en peligro de extinción. Por ahí anda el infaltable puma: un dolor de cabeza, ya que ataca los rebaños de cabras.
En el medio del desierto hay un cartelito bajo con una flecha que indica el camino a la casa de la familia Martínez, unos kilómetros más adelante. En el medio del desierto, a 25 kilómetros de la villa de Amaicha, vive Doña Angélica Martínez, que invita con sabrosos quesos de cabra con pan casero y jalea de membrillo que ella prepara, buenos tés de muña muña o arcayuyo. Doña Angélica construyó fuerte su casa de adobe, piedra, madera y caña, que resiste los fuertes vientos de la zona. La energía es solar y, como la lluvia es escasa, se embalsa el agua de las vertientes para aplicarla al riego y al consumo. Doña Angélica cuenta historias de la caza del puma, secretos de la alfarería y sobre cómo vive en este maravilloso lugar, con sus corrales de cabra y ovejas. La experiencia de compartir este cálido momento es inolvidable. Unos kilómetros pasando Tiu Punku hay un hermoso bosque de algarrobos, de flores que derraman su fragancia en los caminos del valle de mañana y de tarde. Cruzándolo está el bañado de Quilmes, donde se encuentra uno de los tres cementerios del valle. La vuelta a Amaicha es tras una excursión de 5 horas. En el pueblo espera la cena de Don Quico y una cama en el confortable “Portal de Amaicha”. El que elija la luz de las estrellas en el camping local se va a encontrar con un clima perfecto y todas las comodidades.

DE REMATE, EL MAGUEY Otra excursión con los Ostera es recorrer el camino de Los Zazos, que lleva a El Remate, una bella cascada que se formó por la erosión del agua que se abre paso a través de la montaña entre peñascos con cardones. La 4x4 recorre bajo el intenso sol un camino de abundante vegetación por la cercanía del río Amaicha. Hay plantaciones de maíz y lavanda, tunales, vides, algarrobos, nogales, plantas de tusca, cardones y bellos maguey. Tras los cultivos, la caminata a la vera del río y por senderos montañosos en un panorama increíble de piedras y cardones.

De fondo se ve el cordón montañoso del Aconquija y una montaña de variados colores, que según la gente del lugar es habitado por la Salamanca, un mito del Noroeste argentino introducido por los españoles en la época de la colonización. Dicen que es la morada del Diablo y es en esa morada donde se realizan rituales de hechiceras en adoración al Diablo. Cuentan que en la entrada los recibe un sapo al que hay que besar para ingresar a las cuevas, donde se hacen los festejos y se ofrecen almas a cambio de riquezas, poder y éxitos.
La misteriosa laguna refresca del calor. Su agua viene del río Infiernillo, que en parte cubre el Dique de Los Zazos, que se puede visitar en el camino de vuelta y que por canales de riego distribuye agua a Amaicha y Los Zazos. Cayendo la tarde se puede visitar la bodega de Don Justo Segura, una centenaria y bella vivienda en Amaicha. Gustavo Silva, nieto político de Don Justo, cuenta la historia de esta pequeña bodega que lleva 80 años produciendo vino patero de uvas criollas, clasificadas como blanca torrontés. La bodega sigue la tradición y el espíritu del abuelo muerto a los 105 años, hace 10. Los 1200 litros anuales de vino se hacen de manera manual, cada cuba con 40 cajones aproximadamente que un hombre pisa para sacar el primer jugo.
Otra camioneta, la de Sergio Ordóñez, descubre el encanto de los parajes y callejones de Los Zazos y llega a la Finca de Don Agapito Mamaní, donde se encuentra la casa de piedra en que pasaba sus temporadas Don Atahualpa Yupanqui. Entre nogales y álamos, cerca del canto del río Amaicha, se escribieron varias de sus bellas vidalas.
La excursión a Tiu Punku cuesta 25 pesos por persona, e incluye refrigerio. Para contratar a El Suri 4x4 - Turismo Aventura hay que llamar a Alejandro Ostera o a Olga Villalba al 0381-156424666, o en el local frente a la plaza principal de Amaicha informarán sobre los distintos circuitos a recorrer.
La excursión a El Remate también puede realizarse a caballo con Sebastián Pastrana.

PADRE SOL, MADRE TIERRA Por el asfalto de la Ruta Nacional 40 se llega de Amaicha a las ruinas de Quilmes. Son 15 kilómetros al noroeste, luego a la izquierda para tomar un camino de tierra de 5 kilómetros, por la seductora belleza de las sierras de El Cajón. Más adentro, la mirada queda atrapada por una imponente montaña, el Alto del Rey, donde está la ciudad sagrada de Los Quilmes. Los pobladores de esta ciudad fueron diaguitas que resistieron durante 130 años a la invasión y evangelización españolas. El guía es Miguel Chaile, un joven de El Rincón de Quilmes, a 3 kilómetros de las ruinas, quien se encarga de contar lo que pasó en este asentamiento a1900 metros sobre el nivel del mar. Luego del traslado de sus aborígenes a Buenos Aires en 1670, la ciudad fue enterrada por la arena y el fuerte viento. Descubierta en 1897 por Juan Ambrosetti y hace casi 30 años a cargo de la Universidad Nacional de La Plata, los expertos inician la restauración de la ciudad. Ya se puede ver el 15 por ciento del asentamiento.
Rectángulos y círculos de piedra sobre piedra, y pircas (muro de piedras) muestran los cimientos de sus construcciones, miradores o pucará, fortalezas en el norte y sur, bóvedas, San Pedro (cactus), morteros, pasacana (fruto del cardón), morteros ceremoniales, canales, senderos, rocas sagradas, patio, son algunas de las cosas que encontramos en este yacimiento arqueológico. En la cima hay 50 viviendas de un grupo habitacional donde moraba el cacique. En la parte central de la ciudad, un zigzag blanco representa al relámpago. En las rocas, guiados por el machi o sabio (chamán), se hacían los sacrificios de llamas, porque ellas eran las más protegidas, ya que a través de las mismas se podían vestir, alimentarse y les facilitaban el trabajo, las utilizaban para carga. Al ser tan protegidas, se veían obligados a ofrecerlas a los dioses como para poder atraer sus miradas y así enviarles agua, que era lo que más pedían estas comunidades.
Sentados en lo alto de la montaña, en la fortaleza norte o divisadero, se puede observar el maravilloso valle y un goce único del alma: de Quilmes no se puede decir mucho más que vivirlo, sumergirse a la tremenda energía que baña este lugar. También es importante la visita al museo que se encuentra dentro del asentamiento, donde se pueden observar piezas de la cultura santamariana y de influencias incaicas, puntas de flecha y hachas. Cerca está el Templo Arco Surichi o templo para adorar el agua. También está el hermoso y polémico hotel, que enseguida se entiende por qué es una piedra de la discordia: está construido sobre las ruinas restauradas, un proyecto de Manuel Cruz aprobado y financiado por el ex gobernador Ramón “Palito” Ortega.

EL LADO OSCURO DE LA LUNA Si hay un lugar donde bañarse de luna y estrellas, donde contemplar la inmensidad del universo, ese lugar es Ampimpa, a 10 kilómetros de Amaicha del Valle. Allí se encuentra el Observatorio Astronómico Ampimpa (único en su tipo en el Norte argentino) ubicado en un balcón natural a 2600 metros sobre el nivel del mar, en el km 107 de la Ruta 307.
La Vía Láctea, la luna, su superficie, cráteres y montañas, cúmulos estelares, planetas, Júpiter y sus lunas, Venus y anillos de Saturno, manchas solares, nebulosas, la rotación de la Tierra, se pueden apreciar en este observatorio fundado en 1985 como Miembro de la NASA (Internacional Halley Watch, formado por observatorios de todo el mundo para el estudio del Cometa Halley). A partir de allí se han organizado campañas de observación y fotográficas de acontecimientos astronómicos, como eclipses de sol y de luna, cometas como el Hale Boppe y lluvias de estrellas.
Aquí y en los Valles Calchaquíes, donde la luna “tucumana” es la reina de la noche, el 15 de mayo el sol caerá bajo el cono de sombra de la Tierra, entrará en la zona de penumbra por el espacio de casi 5 horas para luego volver a llenar de luz a todo el valle. El Observatorio de Ampimpa organiza para esta ocasión la “Expedición Eclipse Total de Luna 2003” para los días 14, 15 y 16 de mayo. Según informes, el área de Tucumán será de lo mejor para observar el fenómeno en su totalidad.
El Observatorio Astronómico de Ampimpa se ha dedicado en sus orígenes a la investigación científica, y actualmente destina el 80 por ciento de su tiempo a la actividad educativa. Abierto al público en general, se ha transformado en una novedosa alternativa turística del Noroeste argentino.El proyecto de Campamentos Científicos recibe a grupos estudiantiles y cuenta con el reconocimiento de la Red Federal de Formación Docente, constituyendo una experiencia única en Latinoamérica.
Para participar de la expedición dirigirse por correo electrónico a [email protected] o a los teléfonos (54) (381) 156-092286, o al 156-091195.

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Ruinas de la ciudad sagrada de los indios Quilmes, deportados a Buenos Aires en 1670 y enterradas por la arena hasta este siglo.
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