turismo

Domingo, 7 de diciembre de 2003

TIERRA DEL FUEGO EL úLTIMO PARQUE

Verdes del fin del mundo

Un recorrido por el parque nacional más austral del mundo, ingresando con el histórico Ferrocarril Austral Fueguino. Montañas con nieves eternas en su cumbre, bosques de lengas y coihués, lagos, cascadas y turberas. Los diferentes senderos, los campings y el problema ecológico de los simpáticos depredadores de bosques: los castores.

Texto: Julián Varsavsky
Fotos: Alejandro Elías

El Parque Nacional Tierra del Fuego está surcado por varios cordones montañosos paralelos, separados entre sí por profundos valles que alguna vez ocuparon inmensos glaciares. Los hielos se han retirado lentamente, hace miles de años, y queda en su lugar un paisaje de montañas con un intenso verde en sus faldeos bajos. En el sector medio esas moles cordilleranas presentan una franja negra de piedra al desnudo –donde se ha derretido el hielo en primavera–, y en lo alto la cumbre mantiene desde siempre un blanco inmaculado. Esta clase de montañas se suceden una tras otra por casi toda la Isla Grande, repitiendo un mismo paisaje que no se encuentra en ninguna otra parte de la Patagonia.

POR LA VIA El parque está ubicado 12 kilómetros al oeste de Ushuaia, y fue creado en 1960 para proteger un área de 63 mil hectáreas de bosques subantárticos, muy castigados desde la llegada del hombre blanco. La mayor parte de los viajeros ingresa al parque a bordo del Ferrocarril Austral Fueguino, un trencito a vapor de trocha angosta con elegantes vagones de caoba pulida, que conforman una verdadera joya ferroviaria.
El paseo comienza en la estación llamada –igual que casi todo en la zona– Fin del Mundo. El maquinista toca una campana, hace sonar el ensordecedor silbato de la locomotora y la chimenea comienza a echar vapor a toda máquina. El tren recorre la misma vía que se utilizaba para trasladar a los reclusos del Presidio de Ushuaia –que funcionó hasta 1947–, a quienes traían hasta aquí para talar los árboles que mantenían caliente aquella prisión ubicada en lo que sería el equivalente a la Siberia argentina. En esa cárcel, ubicada fuera del parque, estuvieron detenidos anarquistas célebres como Severino Di Giovanni y Simón Radowitsky, y asesinos en serie como el Petiso Orejudo. Durante el trayecto se observan bosques talados hace tiempo, que sin embargo parecen haber sido hachados ayer, ya que un bosque de lenga tarda 100 años en recuperarse.
El paseo en tren dura una hora con cuarenta minutos, y recorre el Cañadón del Toro bordeando el Río Pipo, en cuyos alrededores habitan manadas de caballos salvajes. En la estación Cascada de la Macarena el tren se detiene y todo el mundo baja a pasear un rato. Hacia la ladera de la montaña parte un sendero corto que conduce hasta la cascada. Y en la dirección opuesta un breve caminito lleva hasta una sencilla recreación de un asentamiento de los indios yámanas. Pero hay que elegir un solo sendero, porque a los 15 minutos el silbato avisa que se va el tren. Por último los vagones ingresan al parque nacional y termina el recorrido pasando por un denso bosque de lengas y coihués, las especies predominantes en la isla. Quien tenga contratada un excursión tendrá a su guía esperándolo allí para seguir viaje por el parque. El resto volverá al punto de partida.

POR LA BUENA SENDA El Parque Nacional Tierra del Fuego tiene ocho circuitos por donde el viajero puede internarse libremente (un día entero no alcanza para explorarlos todos). Uno de los más visitados –por ser representativo y fácil de acceder– es la Senda Laguna Negra. Nuestro recorrido comienza con fortuna, porque al observar las madrigueras de unos conejos aparece un ejemplar enorme totalmente negro, que se aleja a los saltos entre unos arbustos. El circuito mide un kilómetro, y es ideal para ver la formación de un turbal, un fenómeno muy característico de Tierra del Fuego. La Laguna Negra es un turbal, formado en una depresión creada por un glaciar que ya no existe. En su lugar queda un terreno muy húmedo donde debido a las bajas temperaturas la materia orgánica casi no se descompone, ya que la acción de las bacterias queda reducida al mínimo. Allí crecen juncos, algunas gramíneas y por sobre todo musgo, que al morir se acumula sobre el terreno sin descomponerse, apilándose hasta tapar la laguna y convertir la zona en un acolchonado terreno anegadizo. A pocos metros de la Senda Laguna Negra, cruzando el puente sobre el río Ovando, el recorrido empalma con el Paseo del Mirador, que ofrece una espectacular vista desde lo alto de la Bahía Lapataia. Hasta El Mirador se recorren 500 metros a pie, y luego nos espera un trecho similar en bajada conocido como Paseo del Turbal. Finalmente se desemboca en la famosa bahía, uno de los lugares más hermosos del parque. Allí tomamos contacto con la fauna autóctona como los cauquenes, esos gansos salvajes emblemáticos de la Patagonia que siempre andan en pareja: el blanco es el macho y la hembra es de color negro. A unos metros de la costa vemos pasar muy cerca de la gente a un zorro colorado que está acostumbrado a que no lo cacen. En la Bahía Lapataia un significativo cartel nos advierte sobre la verdadera dimensión del lugar donde estamos parados: “Aquí termina la Ruta Nacional 3. Buenos Aires 3063 km. Alaska 17.848 km”. Un poco más allá, se termina el mundo.

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Arriba: Desde lo alto del Paseo del Mirador, una espectacular vista de la Bahía Lapataia.

Abajo: Desde la bahía de Ushuaia zarpan excursiones náuticas por las aguas del Fin del Mundo.
 
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