turismo

Domingo, 22 de agosto de 2004

INGLATERRA - OXFORD Y LA UNIVERSIDAD

La docta inglesa

Creada hace 800 años, la Universidad de Oxford ha sido el centro cultural donde se formó la elite intelectual y gubernamental del imperio británico. Y todavía lo sigue siendo. Los rígidos muros de piedra encierran el saber en los antiquísimos colleges, rigurosos ámbitos de estudio con algo de castillo y monasterio.

 Por Julián Varsavsky

fotos: Ente Nacional de Turismo Britanico.
Al descender del tren y caminar sobre los adoquines de las callejuelas de Oxford se respira de inmediato un aire solemne a ciudad docta. Desde hace ya más de 800 años, la elite intelectual y gobernante de la corona inglesa viene desfilando por este mismo camino de piedra, enviada por sus padres desde muy jóvenes a prepararse para regir los destinos del imperio. En los claustros de Oxford se formaron, por ejemplo, varios reyes y veintiséis primeros ministros ingleses, además de una incalculable cantidad de novelistas, poetas, filósofos y científicos. Y también tres santos católicos y reyes de lugares tan exóticos como Siam, Brunei Darussalam y Tonga.
Los aires de grandeza y el pomposo culto a la sabiduría que rodean a esta ciudad se reflejan en su rígida estructura edilicia con cierto aspecto medieval. Y como toda arquitectura, la de Oxford también sugiere desde las formas físicas un espíritu y un pensamiento muy definidos de una época. Vista desde la torre de alguna iglesia, la ciudad se despliega como una profusión de cúpulas de todas formas y colores: rematadas en aguja, cónicas, semiesféricas, blancas, verdes y negras. Todo está sumamente recargado, como subrayando la grandeza y la importancia de todo aquel que ingresa a su universidad, quien en los hechos no es cualquier mortal. Aunque las cosas pueden haber cambiado con los años –existen becas y planes de trabajo y estudio–, el aire grandilocuente que destila su arquitectura es contundente. Encima de los techos hay hileras de estatuas que casi no se ven de tan altas que están. Esas figuras de piedra, que parecen observarlo todo desde arriba como fantasmas, perfilan musculosos “Davides” enarbolando una espada, mujeres aladas tocando un corno triunfal, hombres vistiendo largas túnicas griegas con aspecto de sabios, y querubines soplando dulcemente una flauta entre máscaras venecianas.
Los colleges o facultades tienen algo de monasterio, al estilo de la película El nombre de la rosa, donde el conocimiento está protegido tras una muralla de piedra. Cada uno de los colleges es una suerte de ámbito amurallado que encierra un patio cuadrangular en el centro. Muchos tienen su iglesia y su torre almenada, y predomina el rústico color ocre, como si hubiera una deliberada relación entre la solidez de la piedra y el saber.

Colleges muy ordenados
Oxford es casi un pueblo –mide un kilómetro y medio cuadrado–, o en todo caso una ciudad universitaria, ya que casi todo gira alrededor de la universidad. No existe en sí una sede central de la Universidad de Oxford, sino una serie de 39 colleges separados físicamente uno del otro, que no son tampoco facultades porque cada uno ofrece casi todas las carreras. Cada college es autónomo, pero la institución que los agrupa y supervisa constituye la llamada Universidad de Oxford.
Los colleges son uno de los atractivos más importantes de la ciudad. Pero en general tienen la entrada bastante restringida (en teoría abren entre las 14 y las 17 horas). Un viajero (sin uniforme de turista) se las puede ingeniar haciéndose pasar por un estudiante apurado que llega sobre la hora, y poder curiosear así cómo es un college por dentro. Al ingresar por alguno de aquellos portones de madera con forma de arco lo primero que llama la atención es el contraste entre la rígida arquitectura medieval y los jóvenes estudiantes vestidos con ropa moderna que pueblan sus antiguos pasadizos. A simple vista se observa también un llamativo culto hacia el profesor de la institución, reflejado en retratos de viejas eminencias que decoran paredes completas, incluyendo cuadros pintados a mano hace siglos, fotos en blanco y negro y a color, y hasta estatuas de algún histórico director.
Demás está decir que en un college no hay carteles de papel en las paredes y que nadie osaría pegar ni un solo papelito fuera de una cartelera. Existen otros carteles que advierten: “Keep silence”, y a decir verdad nadie desentona.

Ciencia y literatura
Aunque no se logre ingresar a un college, lo más interesante se ve desde afuera, en sus fastuosas fachadas. Los colegios Merton, Balliol y University compiten por el honor de ser el más antiguo. El colegio Merton data de 1264 y fue el primero en establecerse de forma permanente. Durante la Edad Media tuvo un altísimo prestigio científico y fue aquí donde se graduó el primer médico de Oxford, John of Gaddesdon. Además ocurrieron en Merton grandes descubrimientos de mecánica, geometría y física. El Merton College tiene una capilla gótica del siglo XIII –la construcción universitaria más antigua de la ciudad–, y su biblioteca, creada en 1378, es la más vieja de Inglaterra.
El college Christ Church es uno de los más tradicionales de Oxford, y allí dictaba clases Charles Dodgson, un tutor de matemáticas que se hizo amigo de las hijas del decano del colegio –una de ellas llamada Alicia–, para quienes escribió Alicia en el país de las maravillas, bajo el seudónimo de Lewis Carroll. El escritor se inspiró en objetos y lugares reales de la ciudad de Oxford como la Tienda de la oveja negra (hoy Alice’s shop), el Museo de la Universidad –donde habría aparecido Dodo–, el Jardín Botánico y la gárgola del college Magdalen le sirvió de modelo para imaginar a la Reina Roja.
En Oxford también está una de las bibliotecas más antiguas y al mismo tiempo más completas del mundo: la Bodleian Library, creada en 1490. Contiene siete millones de libros, incluyendo códices medievales e históricas ediciones que se acumulan cubriendo las paredes hasta la altura del techo (todos los estantes suman 170 kilómetros).

El dia de Santa Escolastica
En verdad Oxford ya era un centro de estudios –no del todo sistematizados–, desde antes de la consolidación de los colleges. Muchos profesores (masters) se habían instalado allí alrededor de año 1117 y desarrollaban numerosos cursos académicos. Hacia 1216 existía más de un millar de docentes y alumnos en la ciudad, quienes comenzaban sus estudios a los 16 años de edad (sólo los hombres estudiaban). En un principio aprendían un número limitado de materias como geometría, lógica, retórica, aritmética, astronomía, música y tres ramas de la filosofía. Luego de siete años los estudiantes adquirían el título de master, que los habilitaba para dictar clases en cualquier universidad, pero la mayoría eran educados para seguir una carrera dentro de la Iglesia.
Antes de que aparecieran los primeros colleges, los estudiantes llegados a Oxford tenían graves problemas de alojamiento, ya que los lugareños se sentían invadidos por extraños y los rechazaban cobrándoles precios exorbitantes por un cuarto. Pero al fundarse el Merton College en 1264 se creó un nuevo tipo de institución autogobernada, que entre otras cosas alojaba al estudiante. Además, tal como ocurría con la Iglesia, a la universidad se le otorgaban tierras para que tuviese su propio sustento. Bajo este modelo comenzaron a surgir las otras universidades o colleges de Oxford.
El rechazo que tenían los pobladores hacia la universidad terminó a la larga beneficiando el desarrollo de la vida académica. El punto más conflictivo de la disputa se alcanzó el Día de Santa Escolástica de 1355, cuando una pelea en una taberna se extendió a las calles. Entonces tronó la campana de la iglesia de Saint Martin –que era comunal–, y tronó también la de la iglesia de Saint Mary, que era de la universidad. Los lugareños se declararon entonces en rebelión contra la nueva y extraña institución y salieron a la calle armados con arcos y flechas. Muchas personas murieron asesinadas y los alojamientos de los estudiantes terminaron saqueados por la turba. Como castigo al levantamiento, la corona inglesa condenó al alcalde y al alguacil de turno en Oxford a asistir a una humillante ceremonia cada día de Santa Escolástica, en la cual debían jurar que aceptaban sin chistar todos los privilegios otorgados a la universidad, entre ellos el derecho a fijar el precio del pan y la cerveza. El castigo se aplicó durante 480 años.

Deseada por todos
Oxford ha sido siempre el faro ideológico que formó, en primera instancia, a quienes planearon e instrumentaron la creación de un imperio que se expandió a través de los mares de todo el mundo. Muchos de los avances tecnológicos que impulsaron las conquistas se concibieron en esta universidad. El mismísimo Hitler soñó con hacer pie en Oxford –o sobre su inmensa carga simbólica–, para instalar aquí su base política una vez doblegado el Reino Unido.
Inglesa hasta la médula –en un sentido tradicional–, Oxford es una ciudad con majestuosa rigidez de piedra, elegante, fría, formal y gentil. Y además, recatada y silenciosa, con toda su esencia plasmada en las paredes.

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Radcliff Camera. En este lujoso edificio circular se realizan los principales eventos académicos.
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