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Domingo, 27 de marzo de 2005
NEUQUEN EL PARQUE NACIONAL LAGUNA BLANCA
Lagunas de la estepa
En sus 11 mil hectáreas, el Parque Nacional Laguna Blanca alberga una de las mayores superficies de agua de la estepa patagónica, entre las que destella la laguna que da nombre al parque, poblada por cisnes de cuello negro. Ubicado al oeste de la provincia de Neuquén, ha sido incluido en la Lista de los Humedales de Importancia Internacional por su especial relevancia como hábitat de aves acuáticas.
El clima seco, con vientos rasantes, obliga a las plantas de la estepa patagónica a agacharse, doblarse, defenderse con púas y espinas, resistir la nieve, ahorrar la poca agua del verano y amarrarse con profundas raíces. Su aparente desolación puede engañar a los visitantes pero no a la fauna que habita las áreas del Parque Laguna Blanca. Por allí corretean el zorro gris y el choique, del color de la tierra. Pumas, zorros, piches y gatos silvestres encuentran asilo en sus pliegues. En las bardas y paredones de piedra se escucha el silbido de los chinchillones. En el cielo se dibuja el sobrevuelo de los cóndores, águilas y halcones.
Gemas
acuaticas
En el paisaje del oeste neuquino, destella la Laguna Blanca a 1270
metros sobre el nivel del mar. Con sus 1700 hectáreas de superficie de
agua y 10 metros de máxima profundidad, es la más grande de las
lagunas del parque. Todas son ricas en nutrientes: con la colorida vegetación
acuática, como la roja vinagrilla, viven asociados numerosos organismos
pequeños (plancton). Así, estas aguas ofrecen comida, sitio de
nidificación y refugio a diversas especies de aves.
Tiempo atrás era tal la abundancia de los cisnes de cuello negro, que
la visión del blanco plumaje originó el nombre de la laguna. Además
de cisnes, gallaretas y varias especies de patos, más de otras cien especies
visitan las distintas lagunas del parque en diferentes épocas del año.
El macá, cuyo nido construido con vegetación flotante está
diseñado para boyar, o el flamenco, que zapatea en el fondo para lograr
capturar organismos acuáticos filtrando el agua con su especial pico,
son ejemplos de la singularidad que presenta cada ave que comparte un rincón
particular del parque.
Tierra
mapuche
Pinturas y grabados rupestres, sepulturas y abundantes herramientas
de piedra son algunos de los testimonios de la presencia humana desde hace miles
de años en las costas de la Laguna Blanca y los paredones rocosos de
estas tierras. Los antiguos pobladores de la región aprovechaban los
recursos de la estepa: en sus traslados a lo largo del territorio, la laguna
era un punto clave de abastecimiento. De esta manera, la caza del guanaco, su
principal alimento, se complementaba con la recolección de frutos y raíces
y con la pesca en este ambiente lacustre. Se podría pensar que las primeras
pinturas rupestres que hoy se conservan en diversos sitios del parque son las
formas con que los habitantes originarios expresaban la realidad del lugar y
sus relaciones con el ambiente.
Las comunidades mapuches que actualmente residen en las proximidades de Laguna
Blanca –descendientes de aquellos primeros habitantes– conviven en
la región con poblaciones criollas descendientes a su vez de los primeros
colonizadores blancos del siglo XIX z
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