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Domingo, 17 de julio de 2005

TURISMO RURAL ESTANCIAS BONAERENSES Y CORDOBESAS

El discreto encanto del campo

El campo argentino ofrece tranquilidad, espacio, tiempo. Numerosas estancias brindan a los visitantes la posibilidad de vivir a otro ritmo, integrando al turista urbano en las actividades propias del mundo rural. Para elegir, dos opciones en las sierras cordobesas y cuatro propuestas en la pampa bonaerense.

 Por Graciela Cutuli


El turismo rural se desarrolló al amparo de las nuevas necesidades de un mundo que corre cada vez más rápido, a veces incluso cuando se trata de viajes de placer. En una viñeta de Quino, explicaba Mafalda frente a sus padres agotados y un amontonamiento de valijas: “Estos son los últimos preparativos de las vacaciones que nos tomamos para descansar de los últimos preparativos de las vacaciones que nos tomamos”. El lugar ideal para encontrar finalmente el deseado descanso hubiera sido entonces una estancia, como las muchas que en los últimos años dejaron de lado la explotación tradicional, o la continuaron pero al mismo tiempo abrieron sus puertas a los visitantes.

Para los argentinos un día de campo, un fin de semana o un período más prolongado en una estancia significan la posibilidad de reconectarse con las raíces de un país tradicionalmente agrícolo-ganadero, de conocer de primera mano la tarea diaria de la explotación agropecuaria y, sin duda, de trabar relaciones con los propietarios y el personal de la estancia, muchas veces duraderas. Para el turista extranjero, significa en cambio entrar de lleno en el mito de la Argentina como granero del mundo, en sus extensiones infinitas, en toda una tradición gauchesca que cada estancia fomenta y difunde más allá de nuestras fronteras.

El turismo rural tiene la ventaja de estar vigente durante todo el año, de modo que se pueden elegir las épocas más tranquilas o las más activas desde el punto de vista del trabajo de campo, y las más concurridas –el verano cuando la estancia tiene pileta– o las menos, en busca de jornadas de mayor aislamiento y reposo. Los servicios y propuestas de actividad suelen ser semejantes, y privilegian naturalmente el contacto con la naturaleza y el entorno, pero se diversifican también según las edades: hay desde propuestas más deportivas, que incluyen deportes náuticos en lagunas y cabalgatas, hasta juegos propios de campo como el sapo, caminatas rurales y actividades para los más chicos de la familia, que por fin pueden correr a sus anchas sin que el verde nunca se termine. Si se trata de distancias, además, hay para todos los gustos: desde las que están tan retiradas del mundo urbano que quedan afuera incluso del alcance de los teléfonos celulares –para más de uno, un auténtico paraíso en la Tierra–, hasta las que se encuentran en las sierras cordobesas o ahicito nomás, en pleno campo bonaerense, como las que se describen a continuación.

Santa Rita (Antonio Carboni, partido de Lobos): Allá lejos y hace tiempo, cuando Buenos Aires todavía estaba por convertirse en la gran aldea, se construyó una línea de fortines defensivos junto al río Salado, con vivienda y capilla incluidas, para frenar las incursiones indígenas. De aquellos lejanos tiempos data Santa Rita, que en sus orígenes cubría unas 16.000 hectáreas. El casco principal fue construido en 1790 por la familia Ezcurra; un siglo después pasó a manos del senador Antonio Carboni, cuyo nombre lleva todavía el pueblo situado junto a la estancia. En 1988 fue comprada por sus actuales propietarios, Isabel Duggan y Franklin Nüdemberg, que algunos años más tarde la abrieron al turismo y la convirtieron en una auténtica estancia-hotel muy bien puesta. Para ello se reciclaron las habitaciones, respetando el estilo tradicional. Todas cuentan con baño privado, hogar de leña y principescas camas con baldaquino. Alrededor, un bellísimo bosque de 40 hectáreas plantado hace un siglo y medio, con avenidas de eucaliptos, casuarinas y ombúes, enmarca el casco, mientras a lo lejos la vista se pierde en “la cañada”, un lugar ideal para el avistaje de aves y las cabalgatas. Santa Rita, donde se realiza cría de ganado vacuno, ovino, equino, porcino y caprino, además de cultivo de trigo, soja y maíz, ofrece también paseos en sulky, pileta en verano, cancha de pelota vasca, bicicletas y juegos para los chicos. En las cercanías hay lugares donde practicar golf y polo, y para los nostálgicos vale la pena pasar por la vieja estación de Carboni, que conserva sus aires de otros tiempos.

El Sosiego (Arrecifes): Esta estancia, situada a sólo 160 kilómetros de Buenos Aires, tiene bien ganado el nombre. Se levanta sobre un antiguo haras, completamente reciclado, y propone combinar la tranquilidad del retiro en el campo con las actividades rurales y recreativas propias de la zona. Tierra natal de varios automovilistas argentinos (Norberto Fontana, Rubén Luis Di Palma), Arrecifes tiene además muchos lugares interesantes para visitar: el viejo molino harinero, el tajamar del río Arrecifes, la iglesia San José, el aeroclub y el museo y archivo histórico, para acercarse a la historia local.

Sobre el típico paisaje de lomas que rodea Arrecifes, El Sosiego ofrece a los visitantes seis suites dobles o triples, con calefacción central, piscina, quincho, sala de estar y cinco hectáreas de parque. Un estanque con aves, huerta orgánica, árboles frutales y animales de granja completan la oferta de recreación y descanso. Además, esta estancia que se caracteriza por su ambiente casero y cordial, con la intimidad de una casa, ofrece diversas actividades para sus huéspedes: cabalgatas, paseos en carruaje y sulky, bicicletas, caminatas por la senda perimetral, avistaje de aves, voley, croquet y sapo.

La Horqueta (Chascomús): Situada junto a la laguna Vitel, esta estancia es ideal para los que quieren combinar la vida rural con algunas actividades acuáticas, incluyendo la pesca, que es todo un clásico de Chascomús. Puro campo, puro silencio y un hermoso parque rodean el predio de la estancia, sólo cubierto por un inmenso cielo. El interior del casco ofrece todas las comodidades que se esperan de un hotel bien equipado, con hogar de leña y comidas típicas (asado, cordero, lechón, chivito), aunque también se ofrece menú internacional. Al aire libre, La Horqueta ofrece cabalgatas, canotaje en la laguna, pesca, salidas en balsa, paseos en lancha (previa reserva), cancha de fútbol cinco y voley, avistaje de aves, visitas guiadas sobre flora, bicicletas, piscina y fogón. Para los que quieran iniciarse, hay clases de equitación elemental, criolla y clásica, y para los que tengan algo más de práctica es posible sumarse a cabalgatas de medio día o día entero. Claro que la opción más romántica son las cabalgatas a la luz de la luna por los alrededores de la estancia. En el interior, hay juegos de salón y juegos de mesa para grandes y chicos.

Ya fuera de La Horqueta, se puede visitar el Haras Llavaneras, donde se crían caballos de salto, o la estancia Vitel Lauquén, para presenciar partidos de polo. En Chascomús, se visitan la laguna, el fuerte, el Museo Pampeano y la Capilla de los Negros, fundada en 1806 y utilizada como lazareto durante las epidemias de cólera y fiebre amarilla del siglo XIX.

La Segunda (Villa Lía, San Antonio de Areco): Villa Lía, un pueblo de inmigrantes en los alrededores de San Antonio de Areco, ofrece como alternativa para el descanso la estancia La Segunda, con diez hectáreas de añejas arboledas, predios para deportes y campamentos, cabalgatas y pileta. La historia de la estancia se remonta al siglo XIX, cuando el casco de La Segunda centralizaba las abundantes cosechas para embarcarlas hacia Buenos Aires con destino a Europa. Poco después llegó la estación de trenes, y con ella el incipiente pueblo de Villa Lía.

La estancia de este pequeño pueblo histórico, donde se conservan todavía la vieja estación, el horno de ladrillos, el almacén de ramos generales y la panadería de leña, tiene el atractivo adicional de un pequeño museo con mobiliario y objetos de la vida cotidiana del siglo XIX. Las instalaciones de La Segunda incluyen un gran salón comedor, calefacción de gas y hogares de leña, además de alojamiento en casas de campo totalmente equipadas.

Viejo Piquete cordobes En el extremo del valle de Punilla, en un paraje de la región de La Cumbre conocido como Asno del Rodeo, la estancia Viejo Piquete es una deliciosa alternativa cordobesa para el turismo rural. Situada a unos 1400 metros de altura, esta casa de campo ofrece tranquilidad y privacidad en medio de las sierras, donde brilla la mica y la vista puede perderse sin límite en el horizonte.

Durante la estadía en la estancia, hay posibilidad de complementar el descanso con el turismo aventura y ecológico, gracias a la oferta de trekking por los cañadones, quebradas y mesetas, excursiones en 4x4, paseos en bicicleta todoterreno, avistaje de aves y, con suerte, también de pumas. Todo, de la mano de los baquianos que conocen el terreno como la palma de su mano. También es posible interiorizarse sobre la cría de llamas y, como no podía faltar, disfrutar de una cocina donde todo está pensado para el mayor disfrute del huésped.

Dos Lunas serranas En Córdoba, otra opción imperdible para el turismo rural es la estancia Dos Lunas, en Altos de Ongamira, un paraje increíblemente solitario y bello que atrae a extranjeros de todas partes del mundo. Todo en Dos Lunas está pensado para ser perfecto: las habitaciones con hogar de leña ambientadas con espíritu rural y todas las comodidades, la espaciosa y acogedora sala de estar, la deliciosa cocina donde se toma el desayuno con panes y dulces caseros, y hasta los bosques que en torno del casco ponen un toque romántico de verde en verano y dorados en otoño.

Dos Lunas ofrece caminatas y cabalgatas por Alto Ongamira, una zona de relieves caprichosos que oscilan del ocre al rojizo, y donde la aventura toma toda su forma. También es posible dar paseos en bicicleta todoterreno, y al volver disfrutar de un reparador masaje a cargo de manos expertas.

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El paisaje increíblemente solitario y bello de la estancia Dos Lunas, en Altos de Ongamira, Córdoba.
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