turismo

Domingo, 18 de diciembre de 2005

EUROPA > FIESTAS NAVIDEñAS

Diciembre mágico

Las luces de la Navidad iluminan el invierno del Hemisferio Norte. Es tiempo de tradiciones y banquetes, de reuniones familiares y también de viajes de placer por las ciudades donde el período navideño es la fiesta más cálida del año.

 Por Graciela Cutuli

La Navidad de las postales, con pinos nevados y villancicos a la jingle bells, no existe sólo en las películas. Durante todo diciembre, Europa se viste de rojo y verde para celebrar una fiesta cuya amplitud superó ampliamente el rito católico de sus orígenes (y, más atrás aún, los ritos paganos propiciatorios del renacimiento de la naturaleza). En Alemania, los abetos se iluminan con miles de luces mientras en las plazas de los pueblos y ciudades niños y adultos se reúnen en los mercados navideños. En Francia, las vidrieras de las patisseries muestran los “troncos de Navidad” que se sirven tradicionalmente como postre durante Nochebuena. En España y en Italia, los chicos escriben ilusionados a los Reyes Magos y a la Befana, que les dejarán regalos la noche del 5 al 6 de enero. En Gran Bretaña todos preparan sus pantomimas y cuelgan el muérdago, mientras en Escandinavia Papá Noel termina de fabricar sus regalos para salir, en un trineo tirado por renos, a repartirlos entre los chicos de todo el mundo. Todas estas tradiciones son antiguas y a la vez nuevas, costumbres que en la vieja Europa tienden un lazo invisible entre pasado y presente, y merecen vivirse a pleno al menos una vez en la vida. Si bien hay que tomar algunas precauciones (las reuniones familiares del mes de diciembre desbordan los vuelos y reservas de hoteles), pasar el Adviento y las fiestas navideñas en las ciudades europeas es uno de los momentos más lindos e inolvidables del año, tal vez por el gran contraste que ofrecen con las Navidades del sur del mundo. De Londres a París, y de Nápoles a Madrid, algunas tentaciones de último momento.

Britania, Escandinavia, Germania

Hasta principios de enero, Gran Bretaña está de gala. Abrirá sus puertas Osborne House, que fuera la residencia preferida de la reina Victoria, en la isla de Wight, y será decorado para Navidad el Palacio Blenheim, donde vivió el duque de Marlborough (aquel cuyos antepasados inspiraron el famoso Mambrú de la canción infantil). En Stratford-upon-Avon, cuna de Shakespeare, el Royal Shakespeare Theatre llevará a escena hasta el 4 de febrero la novela de Dickens Great Expectations, mientras en Rochester (Kent) se organiza la “Navidad dickensiana”, con la participación de los personajes de su famoso relato Una canción de Navidad. Hasta el 6 de enero, el zoológico de Londres representará las obras navideñas Panto en el zoológico y Dick Whittington y su gato mágico. Y bien al norte, los jardines de Princes Street en Edimburgo organizarán durante todo diciembre un mercado navideño, con pista de patinaje sobre hielo, rueda y carrusel incluido. Perfecto como para combinar la Navidad con las fiestas de Año Nuevo (conocidas como “Hogmanay”), que en la capital escocesa se celebran entre el 29 de diciembre y el 1º de enero.

Escandinavia, el reino de la Navidad por excelencia, ya que según la leyenda en el Círculo Polar Artico tiene sus talleres Papá Noel, no se queda atrás. Durante diciembre, Estocolmo florece en mercados de Navidad como los que se realizan en Gamla Stan (la ciudad antigua) y el área de diversiones de Djurgården, mientras duendes y renos dominan la escena (aunque irónicamente algunos apuntan que en Suecia es más común encontrar renos en el menú de los restaurantes que arrastrando trineos por el cielo). Los días cortos y las noches largas contribuyen a que las iluminaciones navideñas parezcan un regalo mágico para aliviar la oscuridad nórdica, mientras los conciertos de villancicos y de música clásica se multiplican en todas las ciudades. También Helsinki tiene sus mercados navideños, a lo largo de la Esplanadi, la principal avenida de la capital finlandesa. Pero el principal centro de la Navidad es en Rovaniemi, junto al Círculo Polar, donde están el pueblo de Papá Noel -con un Santa Claus de carne y hueso que responde a las cartas de los chicos de todo el mundo– y el Santa Park, un parque temático dedicado exclusivamente al tema navideño.

En Europa central, la Navidad está más marcada por las tradiciones medievales y la herencia de los antiguos imperios. Viena organiza en el parque de la municipalidad (Rathauspark) una feria navideña como la que fundó en 1278 Rodolfo I de Habsburgo: en sus decenas de cabañitas de madera, decoradas con luces y caramelos, se puede encontrar todo lo imaginable para decorar los árboles, las mesas y las casas durante la Nochebuena. Mientras tanto, se van probando las delicias propias de esta época: el vino a la canela (glühwein), croissants de vainilla, masitas de nuez moscada y bombones de rhum. La apoteosis de la Navidad se encuentra en el Tirol, donde los árboles desbordan de figuritas de cera, galletitas de jengibre, guirnaldas con frutos secos y rojos, velitas y otros adornos. Como en toda Austria, la patria de Mozart, la música es dueña y señora de las veladas festivas de todo el período, desde fines de noviembre hasta Año Nuevo.

A tu salud, à la tienne, salute!

La Ciudad Luz lo es más que nunca durante el período navideño. Los árboles de los Champs-Elysées se encienden formando un largo recorrido luminoso entre la Place de la Concorde y el Arco del Triunfo, y en la Avenue Montaigne las lentejuelas de los grandes creadores de la moda rivalizan con las lamparitas que adornan la calle de punta a punta, formando como un extenso techo luminoso que cubre las cabezas de los visitantes. Es más que tentador ir de compras por las grandes tiendas como Galeries Lafayette, que preparan vistosas vidrieras temáticas, o reservar para la cena de Nochebuena en un hotel con vista a las iluminaciones de la Torre Eiffel. También hay que pasar frente al Hôtel de Ville, sede de la municipalidad, donde se instala cada año un gran pesebre.

Pero otras localidades de Francia no se quedan atrás, sobre todo en el sudeste: Moirans-en-Montagne, en la región del Jura, está considerada como la capital francesa del juguete, y durante todo diciembre organiza una serie de festivales navideños que son el sueño de cualquier niño. Estrasburgo también tiene tradiciones germánicas en sus celebraciones del Adviento, con una imaginería medieval de bosques, juglares y duendes que se dice inspiró los mejores dibujos de Tomi Ungerer, un dibujante local cuyas ilustraciones para niños están publicadas en gran parte del mundo.

Cruzando los Alpes, Italia también rivaliza en celebraciones natalicias con el resto de Europa. No es para menos, si se considera que tiene una de las más altas densidades de iglesias, que en el corazón de Roma se encuentra el Vaticano, y que la invención de los pesebres se atribuye a San Francisco de Asís. Si en el Norte la Navidad tiene un carácter más germánico, como mercados navideños como los del Tirol italiano, en el sur es el reino de los gigantescos pesebres de terracota o porcelana, con decenas de personajes que representan los oficios tradicionales reunidos en torno de la Sagrada Familia (en Provenza, el sur de Francia, hay una tradición similar, con multitudinarias escenas compuestas de “santons”, o pequeñas figuritas realizadas en arcilla). Claro que los napolitanos no dejan de aportar su toque imaginativo, y junto a los pastorcitos se pueden ver despuntar las cabezas del cómico Totó, de Massimo Troisi (el actor recordado por su trabajo en El cartero) o del odiado Umberto Bossi, líder separatista del norte de Italia. Como la Biblia junto al calefón, han aparecido pesebres que incluyen a la Madre Teresa, a Lady Di y a Versace, pero, lejos de escandalizarse, los napolitanos prefieren el eclecticismo y aseguran que el pesebre “todo lo tolera”. ¿Y Papá Noel? Sí, en Italia Babbo Natale también existe: y para los escépticos, la sociedad lomográfica italiana lanzó este año un concurso de fotografía (de rigurosa cámara Lomo, sólo para iniciados) y abrirá su sitio en Internet a todas las “pruebas fotográficas” de la existencia de Papá Noel enviadas hasta el 15 de enero (www.lomography.it). Tal vez el año próximo la presa fotográfica sea la Befana, que como dice la copla “vien di notte / con le scarpe tutte rotte / col cappello alla romana”.

Mientras tanto, en España, la Navidad y el Año Nuevo también son fiestas inolvidables, que se festejan tanto en las calles como en el interior de las casas. Es tiempo de esperar el sorteo del Gordo de Navidad, toda una institución, de poner la mesa para un verdadero banquete, y de descontar los últimos minutos del año comiendo pasas de uva frente a la Puerta del Sol. Esa plaza, y la Plaza Mayor, son el punto de reunión de todos los paseantes cuando hay que aliviar el frío tomando un chocolate caliente con vista a la ciudad iluminada. En las calles de Madrid hay mercados navideños, y en Sevilla y Barcelona la iluminación parece salida de un cuento de hadas. Los villancicos se escuchan por todas partes –por fin en castellano– y al pie de los árboles se multiplican los pesebres. Claro que para los chicos lo que cuenta es la llegada de los Reyes Magos, el 6 de enero, una tradición que felizmente resiste a los embates de Santa Claus y legión de dobles. Para ese día se preparan las roscas de reyes, y los grandes no dudan en alimentar la ilusión de los chiquitos disfrazándose de Gaspar, Melchor y Baltazar. Las principales ciudades, entre ellas Madrid, Barcelona y Cádiz, organizan desfiles de los reyes por las calles, y el reparto de regalos no se hace esperar. Este momento mágico es la culminación de más de un mes de fiesta, matizado con brindis de cava y champagne. Como dirían respectivamente en España, en Francia o en Suecia, en el ya universal idioma del entrechocar de copas: A tu salud, à la tienne, skål!!!

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Los Reyes Magos llegan a España en carrozas que parecen salidas de un cuento de hadas.
 
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