turismo

Domingo, 22 de enero de 2006

PROVINCIA DE BUENOS AIRES: PUNTA INDIO Y EL PARQUE COSTERO DEL SUR

Entre bosques, playas y estancias

Un recorrido por el Parque Costero del Sur, área natural declarada Reserva de Biosfera por la Unesco para preservar los últimos relictos de la pampa bonaerense. En su interior y alrededores se levantan estancias históricas como Santa Rita y El Destino –que hoy alojan turistas–, campings y un hotel recuperado por una cooperativa de trabajo en la vecina localidad de Pipinas, que ofrecen alternativas económicas de turismo rural.

 Por Julián Varsavsky

Históricamente, Punta Indio fue uno de los primeros destinos turísticos a los que se escapaban los porteños en las décadas del ‘30 y el ‘40, atraídos por la cercanía de sus playas, a 150 kilómetros de Buenos Aires. Pero, por diversas razones, el turismo masivo fluyó hacia otros rumbos y la zona quedó en un segundo plano por varias décadas. Con el auge de turismo nacional post-devaluación, un pequeño grupo de emprendedores privados comenzó a apostar por la revalorización de la zona de Punta Indio, tomando como eje al Parque Costero del Sur –declarado Reserva de Biosfera por la Unesco– y para ello han reacondicionado una serie de campings, históricas estancias y hoteles cercanos a la costa del Río de la Plata.

ESTANCIA SANTA RITA Los inciertos orígenes de la estancia Santa Rita se han rastreado vagamente en los finales del 1700, lo cual la convierte en una de las más antiguas del país, surgida al calor de la pugna por extender la frontera con el indio. Por esa razón, el casco de Santa Rita difiere bastante de otras estancias que se crearon en la zona bastante después y con un estilo más suntuoso y europeísta, ligadas al disfrute de sus acomodados ganaderos, cuyo ideal eran los palacios y jardines de Versalles. Santa Rita, por el contrario, tiene una arquitectura típica colonial rioplatense –acaso única en la actualidad–, orientada hacia la funcionalidad de la producción. Por lo tanto es más simple y austera. En primer lugar, sus diez pabellones están dispuestos muy próximos uno del otro. Las razones eran para tener a los peones cerca del capataz, y además es probable que ésta hubiese sido una estancia de frontera, de allí la disposición espacial con algo de fortaleza contra los malones.

Hoy, Santa Rita recibe turistas y dispone de una casa individual que se alquila completa (la antigua casa de visitas de la estancia), un sector con cinco habitaciones situadas en un cuerpo aparte y unidas por una hermosa galería, y un sector de cuarenta y seis “dormis” instalados en la antigua caballeriza reciclada que ofrece una alternativa económica de turismo rural.

El otro agregado de esta estancia ubicada dentro del Parque Costero del Sur es su cercanía con la playa de Punta Indio llamada El Pericón, a 700 metros del lugar. Y también hay dos piscinas pequeñas.

El origen del casco data de mediados del siglo XIX, cuando estas tierras pasaron a manos de Carlos Casares, gobernador de la provincia de Buenos Aires entre 1875 y 1878. De aquella época se mantienen en pie las gruesas paredes de ladrillos achatados de la colonia –asentados con adobe–, las cenefas de madera recortada en los techos, las gruesas puertas de entrada a los cuartos, algunos enrejados en las ventanas y un museo instalado en la Casa del Gobernador, decorado con sus muebles originales.

EL DESTINO En la zona norte del Parque Costero del Sur está ubicada la estancia El Destino, dedicada a recibir turistas que desean conocer al fondo el ecosistema de la costa del Río de la Plata. Al trasponer la tranquera, todo cambia de color de repente. Tras la ventanilla del auto se alcanzan a ver las patas traseras de un zorro zambulléndose en la maraña verde de los pastizales. Las plantas colgantes rozan el techo del vehículo y al frente se levanta una exuberante arboleda de pinos, eucaliptos y cipreses. Y aparece entonces un curioso edificio levantado para la familia Pearson en 1929, de acuerdo con las líneas rectas de la escuela alemana de la Bauhaus.

Dentro de la estancia existe un área de 500 hectáreas de campo que desde 1978 fueron preservadas de toda explotación por el dueño de aquel entonces, con la finalidad de crear una reserva natural. Sus vastas extensiones se pueden recorrer a pie o a caballo en unas tres horas, y no hace falta estar alojado allí para poder hacerlo. Uno de los ambientes más atractivos es la llamada “pradera ribereña”, donde un pastito muy verde crece hasta el borde mismo del Río de la Plata, precedido por una zona de bañados con pequeñas lagunas. Allí retozan en las aguas algunos coipos (o falsa nutria) y numerosas aves. Las bajantes del río dejan al descubierto una extensa playa donde quedan atrapados peces pequeños y gusanitos, atrayendo a las elegantes garzas que andan a los picotazos sin saber por dónde empezar el festín. Los pequeños chorlos también corretean entre los juncos hundiendo su pico en el barro, mientras las gaviotas revolotean al acecho para recibir su merecida porción.

El lugar más resguardado de la reserva es el bosque de talas, donde se ha creado un sendero con carteles explicativos de las características del ambiente. El tala es un árbol bajo y espinoso, cuyas ramas crecen en zigzag. Su dura madera se utilizaba para hacer mangos de hachas y palas, y además servía para alimentar la caldera de las locomotoras a vapor. Y la sobreexplotación redujo los bosques de talas a su mínima expresión. En el talar de El Destino se observan las dos especies de árboles que acompañan usualmente a este árbol. Uno es el Sombra de Toro, reconocible por sus hojas en forma de rombo, mientras que el coronillo es su otro fiel vecino, cuyas hojas son el alimento de las orugas de una mariposa conocida como Bandera Nacional. Estas mariposas –y diversos insectos– dependen del coronillo para su alimentación. Las aves también disfrutan de estos bosques, y de vez en cuando sorprende al visitante el rojizo copete de un cardenal que anda a los saltos entre rama y rama comiéndose los insectos. Esta es apenas una parte de las incontables interrelaciones que se tejen entre las especies de un bosque de talas. Esta telaraña, a su vez, se extiende hacia afuera del entramado cumpliendo un rol específico en otros ecosistemas, donde todo está equilibrado a la perfección hasta que aparece el factor humano. Este es por cierto el fundamento de una reserva que, lejos de ser una suerte de museo de la naturaleza, juega un rol fundamental en evitar un deterioro aun mayor del frágil equilibrio ecológico del planeta.

El paseo por la reserva El Destino continúa por un gigantesco bosque de pinos, álamos y eucaliptos –que no son autóctonos–, donde la vegetación

es tan espesa que sobre el camino se forman galerías vegetales por donde apenas se cuela la luz solar. Finalmente se desemboca en la confluencia de dos arroyos, donde las tortugas de río suelen asolearse sobre troncos semisumergidos.

En El Destino hay un viejo galpón de estilo inglés arreglado para ofrecer alojamiento en cómodos “dormis”, entre los cuales suele haber estudiantes de biología y ornitólogos que vienen a la reserva a realizar sus tesis de grado. Además hay un completo camping.

RESERVA MUNDIAL En 1984, la Unesco declaró Reserva Mundial de Biosfera al Parque Costero del Sur, una franja de tierra a la vera del Río de la Plata que se inicia a 110 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires y termina a 60 kilómetros de La Plata. Su ancho desde la costa es de un promedio de cinco kilómetros y tiene la singularidad de ser un lugar con un altísimo valor ecológico, porque allí confluyen las especies vegetales y animales de la llanura pampeana con las de la desembocadura del Río de la Plata. Al mismo tiempo se encuentran aquí los últimos relictos –algo desconectados entre sí– de lo que fue la estructura natural de la Pampa Húmeda estudiada por primera vez hace 150 años por Charles Darwin. Con la introducción de la agricultura en la región, aquel ecosistema original –que llevó 60 millones de años en formarse–, se modificó casi hasta desaparecer. Y debe quedar claro que los paisajes de la reserva –salvo los que tienen vista al río– no son por cierto deslumbrantes, ya que su vegetación es baja ydescolorida. En cambio al acercarse a la costa, allí sí fascinan los panoramas del amanecer en el “río inmóvil” con amplitud de mar.

Para interpretar el valor natural de la zona es necesario diferenciar los tres paisajes dominantes. Partiendo desde la línea costera aparece en primer lugar un paisaje inundable con playas de arena fina y juncales que crecen dentro del agua. Luego sigue un albardón de conchilla, que es un cordón de sedimentos depositado por las crecidas del río a la vera de la Ruta 11 –la que se utiliza para recorrer el parque–, cuya superficie también es de conchilla. Y en tercer lugar está el paisaje de los altos y bajos occidentales, un complejo de bañados con una diversa fauna y médanos con bosques de tala. En estos bañados habitan –y se ven con bastante frecuencia– cigüeñas, nutrias y gatos monteses. Entre los más difíciles de avistar están el carpincho, el lagarto overo y el venado de las pampas, un pequeño ciervo que está en peligro de extinción.

El recorrido se puede iniciar desde alguna de las estancias o desde la localidad de Pipinas, pasando por la ciudad de Verónica, para realizar luego este tramo por la Ruta 11 que va desde la Bahía de Samborombón hasta Magdalena, atravesando la localidad de Punta del Indio y sus playas El Pericón y El Sarandí. En cada playa hay un barcito, un camping, servicio de baños públicos, guardavidas y hasta algunas sombrillas de paja. Este sector de la Ruta 11 es el antiguo camino por donde se iba a Mar del Plata en la década del ‘30. Los fines de semana de verano atraen a medio millar de personas.

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Los jardines al estilo europeo de la estancia El Destino.
 
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