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Jueves, 21 de enero de 2010
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EL MARQUEE Y SALON PUEYRREDON

LOS SOBREVIVIENTES

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Si bien El Marquee y Salón Pueyrredón ofrecían diversas propuestas musicales (rock and roll, uno; punk, el otro), cumplieron la misma misión en el circuito porteño de locales intermedios en los cuales se fogueaban bandas del under como también transitaban artistas de mayor convocatoria. Por eso no sólo se encontraron del mismo lado, conformando una suerte de cámara de boliches que reclamó soluciones ante las clausuras masivas post–Cromañón, sino que también fueron de los pocos sitios emblemáticos que pudieron reabrir sus puertas para volver a ofrecerse como reductos dignos de recitales.

José Luis Luzzi la sabe lunga no sólo en la explotación de lugares (Airport, Satisfaction, Stadium y Arpegios figuran en su currículum) sino, también, en la producción de recitales: hizo debutar a Soda Stereo y les organizó 24 shows a Los Redondos. Sin embargo, su experiencia no le bastó para impedir los 800 días de clausura que pesaron sobre El Marquee desde que Jorge Telerman firmó un decreto que lo cerraba hasta agosto de 2008. “Fue la primera vez que un comercio de música era cerrado por un decreto firmado por el jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires”, dice Luzzi, lejos de enorgullecerse del extraño mérito que pesa sobre un lugar que, tras de itinerar por varios barrios porteños, recaló definitivamente en Scalabrini Ortiz 666, en el barrio de Villa Crespo.

Batra Luna, uno de los cuatro socios que comandan Salón Pueyrredón (antes en Pueyrredón al 900, ahora en Santa Fe 4560, a la altura de Palermo), intenta tomarse las desavenencias con relajo: “Ya estamos acostumbrados porque sufrimos la época de los cacerolazos en 2001, las clausuras por Cromañón y un litigio reciente con unos vecinos que nos hicieron cerrar otra vez. Lo nuestro siempre va a ser un eterno retorno”, dice el también músico de El Sepulcro Punk y sonidista de varias bandas.

–¿Cómo lograron reabrir tras Cromañón?

Batra Luna: –Tardaron como medio año en dejarnos abrir, cuando se creó la figura de “clubes culturales” para espacios que ofrecen espectáculos con capacidad inferior a las 500 personas. Abrimos como bar y recién a los dos años pudimos volver a realizar recitales. Nos acortaron la capacidad, pidieron que ignifuguemos las cosas de madera, reclamaron mayores bocas de salida y solicitaron cosas a las que antes tal vez no les dábamos mucha bola.

José Luzzi: –Estuve clausurado por decreto durante 800 días y, tras luchar jurídicamente durante mucho tiempo y en varias instancias de apelación, logré una disposición que me permitió reabrir. En todo ese tiempo no tuve que cambiar ni un tornillo, los únicos que cambiaron fueron los funcionarios.

–¿Se hizo más duro sostener un boliche de bandas?

Batra: –Cromañón fue un golpe duro que cortó todo, así que tocamos fondo y tuvimos que empezar de vuelta. No sólo nosotros sino bandas que antes llevaban gente y ahora dejaron de convocar; o bares que ofrecían algún show y ahora no consiguen autorización.

Luzzi: –Todo negocio de espectáculos tiene sus éxitos y sus riesgos, y por supuesto que me vi perjudicado muchísimo con todo el tiempo de clausura. Recién ahora estoy al día, pero feliz porque sigo trabajando y ofreciendo con Marquee un espacio de crecimiento para las bandas en surgimiento.

–¿Creen que ofrecen lugares de despegue para bandas chicas?

Luzzi: –El éxito o el fracaso es exclusivo de las bandas y no dependen de los lugares. Nosotros simplemente queremos ofrecer un lugar digno para que las bandas lo transiten, sin guiarnos exclusivamente por un resultado económico.

–¿Antes se trabajaba mal?

Batra: –Siempre se laburó así, aunque tampoco estaba bueno. Pero ellos tampoco controlaron ni dieron la posibilidad de que vos puedas ponerte al día, porque la Municipalidad siempre fue una traba a la hora de hacer trámites, o incluso pedirte coimas para agilizarlos.

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