Estás delante de una pared de color rosa palo diluido. Está descascarada, la rosa es una más de varias capas de colores claros, debajo se nota que hay blanco. Se diría que es una pared maestra, aunque al tocarla percibís que está nivelada con yeso. La textura es suave, al pasarle los dedos se advierten remaches de masilla tapando agujeros y otras desprolijidades. Sentís en las yemas la textura que se vuelve rugosa en algunos tramos por la prisa con que ha sido pintada a lo largo de los años. Estamos en un edificio construido en 1882, los pisos se reservan para reuniones pequeñas, encuentros programados o consultas de profesionales en horas determinadas. Nosotras la ocuparemos durante cincuenta minutos como mucho, no tenemos más tiempo, en una hora y media te esperan en la otra punta de la ciudad para instalar un purificador hídrico.

La habitación apenas tiene muebles: una mesa, una colchoneta, una soga, una pila de almohadones rallados azules y blancos, algunas pelotas de distintos tamaños, un armario con mantas y dos sillas de pino amarillo alcanzan e incluso sobran para el trabajo que tenemos que hacer aquí. La luz natural del mediodía entra por la ventana del sur. Los marcos blancos de madera no están repintados, son más nuevos que las paredes, y es por las huellas de dedos pequeños que aún se conservan en la parte de abajo que sabemos que en un tiempo cercano esta habitación estuvo destinada a tareas de cuidados. También son indicio de la presencia menuda los enchufes anulados con cinta blanca de carpintería. El 15 de enero de este año las criaturas fueron trasladadas a un centro recién inaugurado en el borde este de la isla. Del otro lado de la ventana se abre una puerta y aparezco yo, llevo en la mano una caja de metal. No tengo puesta la chaqueta larga de plumas que usé durante todo el invierno, hace dos semanas tuvimos que dejar los abrigos en el pañol colectivo. El mameluco verde oliva forma parte de la remesa de primavera, el tuyo, color salmón, también. Abro la caja y te enseño una herramienta que no sé cómo se llama pero que nos va a servir. Algunos archivos la denominan ansible y otros, vector. En febrero de 2018 la usamos con una compañera a la que un ex le había robado su parte de los ahorros conjuntos. Es una varilla de hierro que tiene una manivela de un lado y la punta de un tornillo grueso del otro. Saco un lápiz Faber HB de la caja y marco un punto en la pared. Ahí tenés que hacer el agujero.

Das vuelta la manivela como si sacaras punta con aquellas maquinitas antiguas que no se ven desde el siglo pasado. Sentís la fuerza irradiarse desde el hombro hacia la mano, le das impulso con la muñeca, el codo dirige el círculo hasta que un envión en falso te indica que llegaste al final. Este es uno de los ejercicios prescritos en tu planilla sanitaria y en las de Alex, Ursu, Josep y Cèlia, todas operarias afectadas por el uso repetitivo del manguito rotador. Notás que el polvillo de ladrillo rosa, rojo y por último naranja, te mancha la punta reforzada de las zapatillas de trabajo. La presión que hacías con el hombro desaparece, dejando un camino de gusano adentro del ladrillo.

El agujero parece angosto, pero va a ser suficiente. Las dos sabemos que estamos flotando en una bolita azul, dando vueltas en una elipsis alrededor del sol, dentro de un sistema que gira como un carrusel dentro de otro carrusel de constelaciones, que a su vez forman parte de las ruedas de un precioso engranaje infinito que no para de moverse. Del tiempo concreto al infinito nos separa esta pared de color rosa palo, por nuestras dendritas circula inaudible la música de las esferas. Soplás para sacar el resto de polvillo que quedó adentro y mirás al otro lado.

La habitación es similar a esta, pero en lugar de los muebles que se enumeraron más arriba hay un sillón de pana verde, un escritorio, unas sillas apolilladas y una biblioteca. En el sillón estás vos, acariciando a un gato negro. No te ves muy distinta al diseño de hoy, pero estás con mangas cortas, como si fuera verano, aunque los pantalones de ejercicio son largos. El temporizador Cohen que llevo en la caja de herramientas indica que la acción se está desarrollando en un par de semanas, a principios de mayo para ser más exactas, pero últimamente se vienen registrando diversos informes que detallan fallos en el temporizador Cohen, por lo cual todo el sistema de medición está siendo revisado en el departamento de relectura epistemológica. La temperatura ambiente que se infiere por las mangas cortas podría deberse a la caldera encendida, circunstancia que hubiera hecho saltar el sistema de alarma térmico. La disposición europea restringe el uso de la calefacción a temperaturas inferiores a quince grados Celsius y su uso no es compatible, bajo multa comunitaria, con la ropa de verano. De todas maneras, al ampliar el foco con la lente convergente que te alcanzo, detectás que la ventana se encuentra abierta, por tanto, se desestima la hipótesis de la calefacción encendida en la habitación localizada en espacio contiguo y tiempo paralelo.

Las cortinas de voile ondulan con una pequeña brisa que apenas te afecta el peinado. Te hiciste una coleta alta, en sincronía con la que llevás de este lado, aunque se advierte un 15% más de canas. Un ajuste de la lente revela que la densidad canosa puede ser la misma, ya que el blanqueamiento del cabello todavía no es homogéneo y depende, básicamente, de dónde te hayas hecho la raya por la mañana. En cambio, la coloración de la piel es dos tonos menos bronceada que la actual, como si estuvieses atravesando un período de convalecencia o de trabajo en interiores. En los estantes de la biblioteca la organización de los volúmenes te suena familiar, en el anaquel del medio, sobresaliendo de la hilera del resto, el diccionario Larousse edición 1977 aporta una marca temporal atendible. En el escritorio hay una cafetera moka y una taza de porcelana azul y blanca con restos de pintalabios. A través de la suave ondulación de las cortinas irrumpe el sonido vibrante de una gralla, anunciando una nueva rueda de sardana y el gato negro que está acurrucado en tu regazo levanta la cabeza de golpe, lanzando un bostezo inequívoco: es Montse.

La emoción te arquea la columna vertebral con un respingo de alegría, ahora el visionado a través del agujero en la pared color rosa viejo se vuelve nítido, y de tan cristalina la imagen te asalta en las narinas con la mezcla de jazmín y cigarrillos Ducados característico de aquel piso decimonónico de baldosas hidráulicas ocupado en la Plaza Reial. Je Vous Écris Tous Le Jours, está abierto sobre la mesa por la mitad, tiene los márgenes tatuados de anotaciones minúsculas en lápiz gris. La encuadernación de cuero azul y letras plateadas está emparchada con un arreglo casero hecho a las apuradas con cinta de papel blanco mate.

Es el mismo libro que ayer por la tarde, a este lado de la pared, se te apareció de sorpresa durante tus horas de lectura en el archivo gráfico del subsuelo de la isla y te lo llevaste a la cama cuando te acostaste a dormir. En la página que se enrosca en el carro de la bella Olivetti azul Francia que descansa junto la taza de café se puede leer, ajustando la lente con delicadeza, un párrafo del primer borrador de la traducción de las cartas de Madame Sévigné. A continuación, un pequeño fragmento que en nuestra consideración reviste un interés particular por la semejanza con ciertas cartas que todas hemos escrito alguna vez, aunque no siempre enviamos, en las que se apuntan cuidadosamente palabras, como flechas amorosas, para hacer diana en nosotras mismas.

“Je vous embrasse, ma chère bonne. Si vous pouvez, aimez-moi toujours, puisque c'est la seule chose que je souhaite en ce monde pour la tranquillité de mon âme. Je souhaite bien d'autres choses pour vous. Enfin tout tourne ou sur vous, ou de vous, ou pour vous, ou par vous. (23 mars 1671).”

No queremos concluir sin antes agregar que cada vez, con mayor frecuencia, se registran en las operarias de esta zona accesos de incertidumbre, angustia y desasosiego ante las paradojas que impone la tarea que llevamos adelante. Con este objetivo se establecen intervenciones similares y divergentes a la que se acaba de describir. Podemos estar seguras, pase lo que pase, en algún punto del universo, nos estaremos hablando.

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