DEPORTES › UNA DEFINICION CON DOCE DISPAROS

Capria y el tiro del final

La definición fue muy emotiva y tuvieron un papel preponderante los arqueros, que estuvieron largamente a la altura de las circunstancias. Arrancaron atajando cada uno el primero: Saja le agarró abajo el remate bajo y esquinado a Juan, y Julio César –adivinó prácticamente en todos los casos la dirección de los envíos– detuvo el de Acosta al mismo lugar. Cero a cero. El segundo, Petkovic se lo colocó arriba a la derecha a Saja y Serrizuela –que quiso fusilar– no pudo: al medio, toque del arquero, travesaño y afuera: 1–0 Flamengo. Andresinho convirtio el tercero suave y a la izquierda de Saja y Romagnoli hizo el primero de San Lorenzo colocándola al palo derecho pese al manotazo de Julio César: 2–1 Flamengo. En el cuarto se equivocó Casio, que lo tiró afuera, y empató Pusineri abajo a la derecha (Julio César la tocó): 2 iguales. El quinto lo pateó Edson con calidad y Saja casi lo agarra, mientras que él mismo se ocupó de patear el último de San Lorenzo: lo mató al colega, que no se movió en este único caso: 3 a 3 y, terminada la serie, fueron a los remates de a uno.
Y ahí llegó la emoción final. Fue el joven Roma y lo tiró abajo, a la izquierda de Saja que adivinó y atajó. Y ahí se desató el festejo incontrolable –¿incontrolable por la policía que lo vio y no hizo nada?– y hubo que esperar hasta que se desalojara la cancha. Entonces sí, como en un cuento del Gordo Soriano, el penal se tiró: Capria, fuerte. Gol. Y se acabó.

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