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Sintonía fina

 Por Alfredo Zaiat

La desaceleración de la actividad en lo que va el año reconoce fuentes de frentes externo e interno. Existe una interdependencia de factores importante por lo que merecen ser considerados en conjunto. La economía internacional evidencia un creciente deterioro, con un menor crecimiento global y un aumento de la incertidumbre a partir del cuadro recesivo de las economías de la Eurozona. A diferencia de los años de crisis 2008 y 2009, las potencias emergentes están registrando un menor dinamismo, aunque igual son las que están sosteniendo el crecimiento mundial. El contexto externo no es tan favorable para el desarrollo de la economía argentina, pese a que el precio de la soja se ubica en niveles record. Estas son condiciones exógenas que influyen en la tendencia del ciclo económico. No existe responsabilidad local por su impacto negativo y sólo pueden ser amortiguadas por medidas defensivas, que se intentan. Pero también afectaron la actividad algunas decisiones domésticas en el terreno fiscal, cambiario y del sector externo.

La medida de disminuir subsidios a servicios públicos alentada a fines del año pasado, con mayor énfasis en el primer trimestre de este año, tiene un evidente componente de equidad en la distribución del ingreso, pero discutible la oportunidad. En términos fiscales implica una contracción, cuando el inicio de la declinación del ciclo económico exigía expansión. Además afectó expectativas globales de consumo en la primera mitad del año cuando todavía no se habían cerrado acuerdos paritarios. Ese sendero ha sido rectificado porque se ha congelado por ahora la campaña de reducción de subsidios y ya empiezan a efectivizarse la tanda de aumentos salariales pactados, además del alza en los haberes jubilatorios.

Otra señal fiscal contractiva tiene a las provincias como protagonistas, destacándose la de Buenos Aires por su relevancia en la economía cuando propuso dividir en cuatro el pago del aguinaldo. Si bien luego se reparó esa injusticia con aportes extraordinarios de la Nación y endeudamiento provincial, la señal contractiva ya había sido lanzada. Igual hoy se mantiene latente en el área educativa y en obras públicas bonaerenses.

La crisis en las economías centrales sin horizonte cercano de resolución y la brusca desaceleración de la actividad local por encima del promedio de otras economías emergentes fueron mensajes contundentes para rectificar el rumbo en el frente fiscal que, como enseñan los manuales básicos, exige expansión en la fase negativa del ciclo económico. El mayor financiamiento del Banco Central al Tesoro dentro de los límites establecidos por la nueva Carta Orgánica es la medida adecuada para retomar el aliento a la demanda agregada eludiendo la obsesión fiscalista de hombres de negocios dedicados a comercializar información económica.

Otra cuestión local que impactó en el nivel de actividad se encuentra en el sector externo. La economía estaba caminando al callejón de la restricción externa por el tipo de crecimiento en los últimos años con fuerte alza de las importaciones, desequilibrio de la balanza comercial energética, acelerada fuga de capitales y excedentes de producción de las potencias presionando sobre el mercado local. Una fuerte devaluación con el consiguiente shock inflacionario ha sido históricamente la respuesta a la escasez estructural de divisas. El gobierno se propuso desafiar ese desenlace que viene acompañado de elevados costos sociales y políticos con un estricto régimen de administración del comercio exterior y de divisas. Esa fue la estrategia elegida para eludir la restricción externa por estrangulamiento de divisas en la balanza de pagos.

Las diferentes iniciativas de control de las importaciones y de compra de moneda extranjera han tenido un indudable impacto negativo en el sector productivo. Este costo se presenta inicialmente menos pesado que el camino tradicional de una devaluación desestabilizadora, aunque esto no significa que no los haya habido para el sector productivo. En términos conceptuales la reacción oficial buscó minimizar costos provenientes del sector externo. Dispuso una administración del comercio exterior con restricciones a las importaciones y con un régimen de compensaciones con exportaciones.

Las complicaciones para las empresas, ya sean grandes, medianas o pequeñas, y, por lo tanto, para el movimiento diario de la actividad, aparecen cuando las estructuras estatales no están lo suficientemente ágiles ni cuentan con la cantidad de técnicos suficientes para semejante tarea. Se requiere de una sintonía fina en la gestión que está llevando un tiempo aceitar, y a algunos grupos de empresas, en especial pymes, les parece una eternidad y los sumerge en un mar de incertidumbre. Las trabas para el ingreso de una pieza de un motor, de una nueva maquinaria, de servidores informáticos, de un hilado especial para completar la producción o de ciertos insumos que no se fabrican localmente provocan trastornos en el ciclo productivo. La habilidad de la gestión se encuentra en determinar lo relevante de lo accesorio en la tarea de cumplir el objetivo que, en el corto plazo, es sumar un superávit comercial de 10 mil millones de dólares y, en el mediano y largo plazo, impulsar la sustitución de importaciones.

La historia de la consolidación industrial de los países desarrollados se reconoce en la estrategia del proteccionismo y sustitución de importaciones. La decisión de emprender un ciclo de industrialización por sustitución de importaciones fue forzada en sus comienzos en el caso argentino por la crisis del ’30 del siglo pasado, para luego pasar a ser un objetivo deliberado durante el primer peronismo. Ese recorrido muestra que los procesos de sustitución no necesariamente se encaran al inicio mediante una política ordenada, coherente y eficiente. Irrumpen en forma brusca y pragmática ante la urgencia de la coyuntura, que hoy se expresa en la confluencia de la crisis internacional, la fuga de capitales que tensiona la cuenta corriente y la escasez de divisas.

La recesión en Europa y los síntomas muy débiles de recuperación de Estados Unidos y Japón provocan dos efectos por el canal comercial: las grandes firmas multinacionales buscan colocar sus excedentes de producción en otros mercados, a la vez que otras potencias del comercio internacional, como Brasil y China, también apuntan a otras plazas para derivar sus ventas que ya no puede concretar en Europa o Estados Unidos en crisis. Ese panorama internacional y la acechanza de la restricción externa precipitaron el camino de acelerar la sustitución de importaciones. La clave se encuentra, más allá de lo que haya disparado la decisión, en aplicar sintonía fina para concentrar la atención en las grandes empresas. Apenas veinte firmas reunieron el 25 por ciento del total de las importaciones en 2011, siendo el automotor el complejo industrial más deficitario en términos de divisas, ya que en ese año el rojo comercial llegó a unos 7500 millones de dólares entre terminales y autopartistas.

La situación de una pyme metalúrgica, de calzados, informática o textil no es la misma que la de grandes empresas en cuanto a la capacidad para modificar su producción, sustituir importaciones en corto plazo, compensar con exportaciones o para acceder al financiamiento bancario. Ninguna economía produce todo y cada una de las piezas de bienes de capital o insumos industriales. La compleja tarea de reparar la desarticulación del entramado industrial requiere de una más aceitada sintonía fina en la intervención estatal para acotar los márgenes de incertidumbre, alentar inversiones y no frenar el impulso de pymes.

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