ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE LA OPCIóN DE ENDEUDARSE PARA APUNTALAR EL CRECIMIENTO

¿Es conveniente volver a los mercados?

Fiorito considera que el endeudamiento es una alternativa para financiar la coyuntura de un proceso de desarrollo con sustitución de importaciones. Burgos, en cambio, sostiene que no es compatible con el proyecto kirchnerista actual.

Producción: Tomás Lukin

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Es una alternativa

Por Alejandro Fiorito *

El estrechamiento de la balanza comercial de la mano de un crecimiento muy importante del producto desde el 2003 hasta 2011 obedece al fuerte vínculo de las inversiones privadas con las importaciones que desde 1992 hasta aquí no ha tenido cambios, como bien lo ratifican trabajos econométricos recientes. En efecto, a partir de una relación de precios internacionales favorable a las exportaciones de commodities por el ingreso de los costos de producción chinos al mercado mundial, el Gobierno pudo reducir la fragilidad financiera con un proceso de desendeudamiento externo, que al mismo tiempo logró financiar el crecimiento de las importaciones a una tasa de 28,3 por ciento promedio anual más la fuga de divisas.

El año pasado el Gobierno, en vistas de la crisis en el centro, se reafirmó en la necesidad de emprender un camino progresivo de sustitución de importaciones, con controles de cambios, en donde juntamente con la estatización de YPF inicia un intento para ir eliminando el déficit energético y por otro lado perfila la planificación de proyectos de inversión de largo plazo que permitan regenerar un mayor espacio para sostener el crecimiento económico. Si los objetivos son obtenidos, y éstos llevan tiempo, el proceso de industrialización permitirá aliviar de manera sustentable la restricción de divisas que históricamente jaquea a los países que no lo han logrado.

La condición necesaria para completar esos objetivos de desarrollo es que haya un crecimiento sostenido a tasas no menores al 4-5 por ciento que permitan acortar la brecha con los países centrales, incrementar la productividad sistémica, lo que habilita la suba de salarios sin afectar precios y, por ende, con menores presiones sobre el tipo de cambio, posibilitando la diversificación de exportaciones e impulsando sectores que reemplacen importaciones. Por otra parte, la financiación en pesos disponible a partir de la reforma a la Carta Orgánica del Banco Central puede dirigirse hacia dichos proyectos, en el intento de hacer sustentable el crecimiento por relajación de la restricción externa.

Pero los dolores de parto se expresan en renovadas estrecheces de la restricción externa que no coinciden con las necesidades de estos objetivos e instrumentos de desarrollo. Esta última se nutre en la ecuménica e inherente formación de activos externos hacia la moneda mundial y que acelerada por nuestro diferencial negativo de tasas de interés, deja como único sostén de financiamiento externo a una cuenta corriente positiva, la que –sin embargo– se torna prestamente deficitaria con el crecimiento. Y como no crecer no es sustentable socialmente en la Argentina (su espejo invertido es el éxito político de los últimos años con un crecimiento del producto sin par), eso algebraicamente nos lleva a financiarnos coyunturalmente vía cuenta de capital, en línea, por otra parte, con algunos países de la región.

La creencia de que todo endeudamiento representa un nuevo ciclo de endeudamiento externo, tiene aval histórico en nuestro país, pero hoy no tiene asidero, porque el gobierno actual se encuentra en las antípodas de una política de endeudamiento masivo de divisas, y porque es ya muy claro que no es una solución a largo plazo. Pero sí es una posible fuente para financiar la coyuntura de un proceso de desarrollo con sustitución de importaciones para seguir creciendo.

Las necesidades de financiamiento de corto plazo para la Argentina, coherentemente atendidas, implican la aplicación exclusiva de dichas divisas en importaciones necesarias para proyectos que unívocamente alivien la restricción externa en la transición. Siendo los controles de cambio instrumentos indispensables de regulación de capitales para los gobiernos de países periféricos, éstos no deben ser necesariamente meros obturadores de divisas, sino que pueden ser esquemas impositivos equivalentes que de manera más comprensiva regulen el caudal y mantengan un flujo positivo de los mismos en la medida de los requerimientos, pautas y límites que se impongan desde el Estado.

Considerar a priori que es imposible esta vía de financiamiento sería como decir –mutatis mutandi– que es imposible que YPF luego de ser reapropiada por el Estado argentino (con chicanas judiciales en España y en Ecuador), pudiera conseguir financiamiento internacional de una de las principales multinacionales petroleras del mundo.

Evidentemente en las condiciones actuales los acuerdos de este tipo requieren de la capacidad de gestión y ejecución de gobierno para llevarlas adelante y condiciones que evidentemente no son simplemente un cálculo de flujo de fondos desvinculado de los objetivos generales del plan de desarrollo al que apunta. La política de Estado importa y es el Estado un factor que modifica sistemáticamente sus escollos, siempre que dentro de los mismos no esté el álgebra.

* Docente e investigador de UNLU.


No es compatible

Por Martin Burgos *

El ciclo económico fue siempre una de las principales preocupaciones de los gobiernos y generó numerosos estudios teóricos, desde Sismondi y Marx a nuestros días. La particularidad del ciclo para un país como Argentina es su estrecha relación con las divisas disponibles: la economía crece hasta llegar a la escasez de divisas, momento a partir del cual entra en recesión, constituyendo lo que se llamó el stop and go durante el período 1945-1975.

Luego, con la liberalización de los mercados de capitales a nivel internacional, la falta de divisas pudo ser compensada con deuda externa. Aunque en un principio se podía suponer que el proceso podía abrir nuevas perspectivas para financiar el desarrollo en el Tercer Mundo, la masa de capitales que llegaron a nuestros países hizo que los prestamistas se convirtieran en actores esenciales de las políticas económicas internas. El ciclo económico, como bien sabemos, se volvió más intenso, cayendo repetidamente en agujeros negros (años 1982, 1989 y 2001) que fueron desestructurando la economía, la sociedad y el propio sistema político.

La salida de la Convertibilidad resultó traumática para los sectores más vulnerables, pero el default parcial de los pagos de intereses de la deuda resultó una piedra angular del modelo de desarrollo con inclusión social que se implementó a partir de 2003, en el cual la cuenta capital tuvo una influencia casi nula. El proceso de desendeudamiento fue presentado como uno de los resultados más contundentes de la creciente independencia económica que adquirió nuestro país.

Los ciclos que vive la economía argentina desde 2008, aunque parecen ser del estilo stop and go más tradicional, tienen un componente exógeno muy importante. En efecto, la crisis internacional con epicentro en Estados Unidos y Europa trae caídas de demanda internacional que impacta sobre los países proveedores mediante caída de exportaciones (en América latina y Africa) y sobreproducción de bienes industriales (en Asia oriental). A su vez, las filiales instaladas en estos países remiten sus utilidades hacia las casas matrices para equilibrar sus cuentas. Por último, las políticas de subsidio al sistema financiero que se aplicaron en los países del Norte terminaron trastrocando las tasas de interés y ahuyentando los capitales especulativos, que se ven atraídos por las “nuevas mecas” latinoamericanas y asiáticas.

En este contexto se abren dos soluciones: abrir la cuenta capital para empezar a contraer nueva deuda externa que nos permita crecer sin restricción de divisas, o reducir el coeficiente de importaciones mediante un proceso de sustitución de importaciones. Hasta ahora, el gobierno argentino parece haber elegido la segunda opción: mientras las pérdidas de divisas fueron atendidas mediante restricción de importaciones y obstaculización de la salida de capital, se fue preparando el terreno para intensificar el desarrollo industrial y canalizar el ahorro hacia inversiones productivas, a través de la regulación de los mercados de capitales, la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, la obligación impuesta a los bancos de prestar parte de los ahorros al sector productivo, y la desdolarización de los ahorros, desandando de esa manera parte de la maraña institucional creada para favorecer la hegemonía financiera de la economía.

La alternativa elegida requiere una vuelta del crecimiento que, según todos los pronósticos, pareciera concretarse en 2013. Pero, si no se vuelve a crecer o si la reducción del coeficiente de importaciones se hace muy dificultosa, ¿se podría habilitar la opción por un reendeudamiento externo?

Una vuelta a los mercados financieros internacionales compatible con el modelo de desarrollo con inclusión social se debería realizar en condiciones de tasas de interés, plazos, instrumentos, actores involucrados, jurisdicción y ley aplicable, que serían inaceptables para los prestamistas internacionales, más por cuestiones subjetivas y políticas que por cuestiones económicas y de rentabilidad.

Porque las políticas requeridas por los actores ligados al capital financiero no son más que una versión de lo vivido durante la década del noventa: apreciación cambiaria, aumento de la tasa de interés, ajuste de gasto público, pago de las deudas en default, nueva carta orgánica, etc. Claro que no faltarán los economistas neoclásicos que afirmen que esas políticas son las que impulsarían el crecimiento, cuando sabemos que llevan a la crisis y bloquean el crecimiento.

En esas condiciones, volver a los mercados financieros internacionales significaría habilitar un proyecto político distinto del que sigue el gobierno nacional, dado que las políticas que se exigen para abrir la cuenta capital colisionan con las políticas que se requieren para profundizar el modelo de desarrollo con inclusión social.

* Cefidar y Centro Cultural de la Cooperación.

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