ECONOMíA

La oferta de Europa y de EE.UU. es pura espuma

Así piensa el Grupo de los 20, que reúne a los países periféricos, que reclama una reducción efectiva de la protección de las naciones ricas. La propuesta de las potencias fue rechazada.

 Por Cledis Candelaresi

Cuando se logran pasar en limpio los aranceles del enmarañado sistema europeo, resulta que cierta carne que venden Argentina o Brasil termina pagando un arancel que a veces llega al estratosférico nivel del 400 por ciento. Tal como están viendo en la reunión de Ginebra los responsables de Comercio Exterior de los países del Grupo de los 20, núcleo de naciones subdesarrolladas, desmantelar esa protección de las potencias puede resultar poco menos que imposible, a pesar de las grandilocuentes ofertas que acaban de anunciar Europa y los Estados Unidos.
La agricultura sigue siendo el gran escollo para liberar el comercio internacional en el marco de la Organización Mundial de Comercio, que a mediados de diciembre debería tomar decisiones claves en la cumbre ministerial de Hong Kong. Los estadounidenses y europeos propusieron recortar un 60 y un 70 por ciento, respectivamente, los subsidios a la exportación de productos primarios, aquellos con los que compiten en el mercado internacional y cuya producción está fuertemente alentada por subvenciones que incluyen conceptos singulares como “el bienestar animal”.
El encargado de relaciones económicas internacionales de la Cancillería, Alfredo Chiaradía, y el canciller brasileño, Celso Amorim, entre otras voces del G-20, no dudaron en calificar aquellas propuestas, a priori seductoras, como “totalmente insuficientes”, incluso inaceptables hasta “para comenzar a conversar”. La repulsa está muy fundada.
La primera limitación de aquella oferta es que se realiza sobre un nivel de protección ya “consolidado” que, en realidad, es una referencia teórica, superior al nivel de producción que hoy se aplica efectivamente. Así, la reducción no es tan generosa como parece. Además, los subsidios a la exportación son apenas una parte de la amplia red con la que los países ricos amparan su producción primaria.
Otro capítulo controvertido es el de los subsidios a la producción, que en muchos casos equivalen hasta el 50 por ciento del valor de venta de los productos. Pero quizás el bloqueo más contundente es el de las barreras “paraarancelarias”, constituidas por normas de calidad o requisitos técnicos difíciles de cumplir. Un ejemplo de esto es la batalla que acaba de ganar Brasil para que se le desbloquee el mercado europeo a sus pollos congelados, a los que se le objetaba el nivel de sal.
Otro escollo son los impuestos que se aplican sobre las importaciones y a través de un mecanismo que hace difícil calcular su envergadura precisa. Según recuerda el ex secretario de Industria y director de la consultora Abeceb.com, Dante Sica, cuantificar este tipo de barreras puede deparar sorpresas como un arancel del 400 por ciento sobre algunos cortes de carne.
A aquellas limitaciones de las propuestas estadounidenses y europeas se suma el hecho de que éstas deben superar el escollo interno de sus legisladores y productores: los agricultores de Europa cuestionaron ayer a los funcionarios hasta de haberse extralimitado en sus funciones para realizar aquella oferta, apuntando que los EE.UU. no hacen un esfuerzo de similar tenor. También se esbozan fisuras en el G-20, al que también pertenecen China, India, México y Sudáfrica, entre otros. Países de intereses disímiles, lo que genera dudas sobre la supervivencia de un bloque que surgió para impedir que los países desarrollados relajen sus fronteras a los bienes industriales de los grandes mientras éstos las ciñen al ingreso de los productos primarios.

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Roberto Lavagna, ministro de Economía, rumbo al G-20.
 
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