ECONOMíA › FUERTE CRECIMIENTO COMERCIAL CON VENEZUELA

Lavagna se pone nervioso

 Por Cledis Candelaresi

Más allá de la empatía política que pudiera haber entre sus administraciones, caben pocas dudas de que Argentina y Venezuela tienen lazos comerciales cada vez más contundentes. En los últimos tres años se triplicaron las exportaciones hacia el país caribeño que, con acuerdos rubricados en las últimas horas, comenzó a abrirles las puertas a los productores de maquinaria agrícola argentina, justo cuando éstos comenzaban a perder las esperanzas de penetrar de lleno en un mercado que también disputan Brasil e Irán. Una prueba más. El gobierno local está previendo un presupuesto de 180 millones de dólares adicionales para la compra de combustible, aunque a precio no solidario.

Desde el 2002 al 2005 las ventas argentinas al país gobernado por Hugo Chávez subieron de 123 a 456 millones de dólares, básicamente por la exportación de carne, leche en polvo y soja. Un crecimiento llamativo, que puede ser aún mayor a la luz de la ley que aprobó el año pasado la Unicameral venezolana. Esta norma dispone destinar el 20 por ciento de las reservas líquidas del país (15.700 millones de dólares) a “proyectos estratégicos”, entre ellos el desarrollo del campo.

La nueva legislación garantizó el financiamiento de una operación prevista en un acuerdo marco que firmaron los países, por el cual Caracas se comprometía a comprar maquinaria agrícola argentina por un monto mínimo de 120 millones de dólares, pasibles de ser ampliados. Estimulados por esa promesa, muchos fabricantes de Buenos Aires y Santa Fe comenzaron a invertir “a cuenta”, fogoneados por Techint, la principal proveedora de chapa y promotora de los clusters.

El intercambio de técnicos del INTA y del Ministerio de Agricultura y Tierra también apuntala la perspectiva de inundar el campo venezolano con pulverizadoras y cosechadoras made in Argentina. Tanto como la exitosa feria que la actual ministra de Defensa y otrora embajadora, Nilda Garré, organizó hace un tiempo en el estado de Valinas, gobernado por el padre del presidente. El camino para cerrar los negocios, sin embargo, no siempre es tan llano.

Hasta el fin de semana pasado, cuando la delegación venezolana firmó en la feria cordobesa de Agrotécnica los primeros acuerdos concretos con algunos productores, éstos tuvieron el corazón en la boca. La proclamada voluntad de Chávez de no beneficiar con el desarrollo del agro de su país a las trasnacionales que proveen semillas transgénicas y pesticidas hizo temer acá la caída de la lucrativa operación. Amén de la previsible presión competidora que ejercen las fábricas brasileñas y los iraníes, dedicados a la producción de tractores en el propio territorio venezolano, para abastecer también desde allí a Cuba. Con los primeros contratos en firme, el susto de los industriales locales comenzó a disiparse.

Pero según se juzga desde la Cancillería local, bien vale la pena tenerle paciencia a un socio comercial que compra cada vez más y que asiste al país financieramente y en la provisión del combustible que vitalmente requiere para conjurar una posible crisis energética. Aunque preste a tasas de mercado y venda el fuel oil al alto precio internacional, con la ventaja, eso sí, de que el oneroso combustible sea pagado por Argentina a través de un fideicomiso (hoy de 200 millones de dólares) que Venezuela después usa para importarle productos. Dinámica propia de países amigos, inminentes socios en el Mercosur.

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